domingo, abril 10, 2016

Nadin Novak (4) - La calle apagada

Esta es la 4ª página del segundo bloque del relato interactivo basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. Y también en Twitter.

Nadin Novak continúa con su misión de poner a salvo a Alger Furst, y junto con Moe, van en una ambulancia alejándose del hospital.


   Independientemente del lugar al que decidiera dirigirse, sería mejor ir con el menor número de mortales posible. En el caso de Alger, tenía como excusa de la necesidad salvarle, tal y como Erika le había indicado bajo las órdenes de Garet. Además, la existencia de la sociedad vampírica ya no era un secreto para él. Por lo tanto, cualquier vampiro aliado de las zonas colindantes les debería dar cobijo y asistencia.


   Pero con Moe, era distinto y no convenía sumergirlo en el mundo de los vampiros. Por ello, decidió que, aunque les había ayudado a salir del hospital sin levantar sospechas, lo mejor sería separar sus caminos en cuanto pudieran. Ya tendría lugar de darle alguna explicación e invitarle a unos cuantos cafés en compensación cuando las aguas revueltas se calmaran.

—¿Dónde decías que tenías aparcado el coche? —le preguntó Nadin a Alger después de terminar con sus deliberaciones—. Le pediré a Moe que nos acerque y así continuar el camino nosotros dos por nuestra cuenta.

—Sabía que finalmente caerías rendida a mis encantos —respondió victorioso Alger, levantando ambos brazos hacia arriba—. ¿Iremos a mi casa después?

—Alger, no es momento de bromear —se indignó Nadin—. ¿Acaso no eres consciente de que tu vida corre peligro ahora mismo?

—¿Y qué mejor forma de despedirme de este mundo que disfrutando de tu compañía? —insistió Alger—. ¿No te parece?

—Voy a empezar a pensar que siendo más joven debiste acostarte con una vampiro, porque lo de tu lívido no es normal, Alger.

—¿A qué te refieres?

—Algunos vampiros pueden disparar el deseo sexual de los mortales con los que tienen relaciones hasta límites irrefrenables.

—Pero no ese no es mi caso. Yo nunca lo he hecho con una vampiro. ¡Y es más, puedo controlar mis impulsos! —protestó Alger al no estar de acuerdo con el diagnóstico.


   Nadin le colocó el dedo en sus labios para que no levantara más la voz, acercando su boca al oído de su paciente.

—Cuando lleguemos a tu casa te pondré a prueba. Tú y yo solos. Veremos quién de los dos tiene razón. Y así sabré por fin si lo que tanto pregonas merece la pena —le susurró ella, dejándolo mudo y con los ojos abiertos como platos—. No sabemos qué nos deparará la vida de aquí a mañana y no deberíamos desaprovechar esta ocasión por lo que pueda pasar. ¿Por qué no intentarlo? Eso sí, ¿dónde está aparcado tu coche?

—Ehm... Eh... Mi... ¿mi coche? Espera, espera. Esto no cuela. Tú lo que quieres es camelarme para que te diga dónde tengo el coche y luego nada —razonó Alger vislumbrando las intenciones de Nadin.

—¿Acaso quieres que se venga también Moe a tu casa? —continuó Nadin esbozando una sonrisa maliciosa—. Ya puestos a disfrutar, a mí no me importaría teneros a los dos para mí.

—Calle Ossietzky, junto a la estación de tren —se apresuró a contestarle Alger, consciente de haber perdido en esa contienda.

—Buen chico —le premió Nadin con un cumplido—. Ahora, es momento de que calmes un poco tus instintos salvajes y tus dulces encantos.




   A partir de un pequeño frasco que había en la nevera de la ambulancia, Nadin había preparado una inyección. Una vez que sabía dónde estaba el coche exactamente, se la suministró a Alger clavándole la aguja cerca del cuello.

—Oye, ¿qué me has pinchado? —le gritó Alger sorprendido.

—Algo para que puedas sobrellevar mejor tu situación. En tu estado, conviene que tu sangre esté lo más repartida posible por tu cuerpo y no concentrada en un solo punto —le explicó Nadin señalando sutilmente a su entrepierna.

—No puedes jugar así conmigo... —añadió Alger totalmente frustrado.

—Ni tú tampoco seguir insistiéndome en algo que a día de hoy no vamos a hacer —le sentenció Nadin.


   Se incorporó y, tras dar un par de golpes a la pared de la cabina del conductor, le indicó la dirección a Moe, así como la intención de separar sus caminos. Tras unos minutos de silencio en la parte de atrás de la ambulancia, Alger reanudó la conversación.

—Al menos me explicarás el porqué de nuestra huida. O a dónde iremos. O dónde está Bertram —le reclamó Alger, notándose algo espeso.

—Has visto y sufrido cosas que cualquier otra persona negaría que pudieran ser reales —le explicó Nadin bajando su tono de voz—. No impliquemos a Moe en todo esto; es mejor que no oiga toda esa información.


   Alger notaba como su cabeza pesaba cada vez más. Pero Nadin se encargó de levantarla, sujetándole suavemente por la barbilla para que las miradas de ambos pudieran coincidir.

—Ahora necesitas descansar y ponernos a salvo —le susurró ella—. Te lo contaré todo más adelante. Por favor, confía en mí.

—Ya estamos llegando —interrumpió Moe desde la parte delantera de la ambulancia mientras se encendía un cigarro.

—Nadin, tengo un mal presentimiento —le confesó Alger mientras que ya no podía evitar que su cabeza no se tambalease con el movimiento del vehículo.

—No te preocupes, Alger —le intentó tranquilizar ella—. Son los efectos secundarios de lo que te he inyectado. Enseguida estarás mucho más calmado y tranquilo.


   A pesar de las palabras de Nadin, Alger hizo un gran esfuerzo para continuar con su discurso.

—Si quienes nos buscan tienen tanto poder, deberíamos permanecer los tres juntos y alejarnos de aquí lo antes posible —sugirió de forma pausada Alger—. A pesar de nuestras diferencias, Moe nos puede servir de mucha ayuda. Sobre todo, siendo yo un lastre en mi estado.

—Te voy a tener que pinchar de esto más a menudo para que seas capaz de pensar racionalmente —le respondió Nadin con cierta ironía.

—Hazme caso, no detengáis la ambulancia —prosiguió Alger mientras empezaba a dar cabezadas—. La ciudad no es segura...


—... con Nails Rainath. Ahora mismo está muy enfadado y vosotros sois uno de sus objetivos —continuó hablando Alger dentro de un sueño.


   Parecía como si alguien estuviera tratando de advertirle del peligro de permanecer en Stuttgart. Pero, por desgracia, no pudo hacérselo saber a Nadin al quedarse dormido finalmente.


   La ambulancia se detuvo al llegar a la calle que les había indicado Alger. Todo estaba oscuro, salvo por las luces del vehículo.

—Fin del trayecto —dijo Moe mientras se apeaba de la ambulancia—. ¿Cuál es vuestro coche?

—¡Oh, no! Le he preguntado dónde estaba el coche, pero no cuál era —exclamó Nadin comenzando a agitar a Alger—. ¡Despierta! ¿Cómo era tu coche?

—Hum... —murmuró Alger sin llegar a abrir los ojos.


   Moe abrió la puerta trasera de la ambulancia y observó cómo Nadin intentaba reanimar a Alger.

—¿Se ha dormido? —preguntó Moe mientras seguía disfrutando su cigarro.

—Sí. Y el problema es que no sé cuál es su coche —le contestó Nadin mientras le lanzaba la llave del vehículo—. Pruébala con los coches que hay en la calle, a ver si alguno se abre.


   La llave del vehículo voló y llegó sin ningún contratiempo hasta las manos de Moe, quien se apresuró en probarla con los coches más cercanos a la ambulancia. Por su parte, Nadin preparó otra inyección y se la suministró a Alger, intentando que despertara para poder ayudarles en la búsqueda del vehículo.

—Lo siento por todo este cóctel que te estoy metiendo en tus venas —intentó excusarse una apurada Nadin—. Te lo compensaré. Pero, por favor, despierta, Alger.

—¡Encontrado! —exclamó Moe victorioso tras conseguir abrir uno de los coches aparcados en la calle—. Era el único de la misma marca que la llave.

—Oh, curioso método para apropiarse de un automóvil —comentó alguien que estaba sentado en la acera de la calle, en medio de toda la oscuridad.

—¡Ah!, eh... no es lo que parece —respondió sobresaltado Moe intentando escudriñar a través de la negrura a quien le había hablado—. Se trata del coche de un amigo.

—No te he pedido que me des explicaciones, ser insignificante —bufó el individuo de forma desagradable—. Qué manera tenéis de aburrirme con vuestras banalidades.

—Anda, váyase a tomar el aire por ahí —le sentenció Moe mientras arrojaba furiosamente la colilla al suelo—. Borracho de mierda...


   El conductor volvió a su ambulancia, visiblemente mosqueado por el desagradable encuentro.

—¿Con quién hablabas? —le preguntó Nadin.

—Con nadie. Era sólo un borracho al que he debido despertar con mi celebración —le contestó Moe mientras observaba cómo Alger luchaba por abrir ojos.

—¿Puedes llevar esta maleta al coche? —le pidió Nadin entregándole el equipaje de Bertram a Moe.

—Con esto ya serán muchos los cafés a los que me deberás invitar, ¿no? —le inquirió Moe mientras agarraba la maleta—. Me he quedado con las ganas de acompañarte. Por favor, dime que has cambiado de opinión, Nadin.


   Justo cuando Moe se giró, se topó con la persona con la que había estado discutiendo momentos antes. No pudo evitar dar un salto hacia atrás y quedarse sentado en la parte trasera de la ambulancia, con la maleta sobre su regazo. El joven se quedó descolocado ante el peculiar aspecto que tenía el individuo, cuya tez era pálida y alargada.

—A ver, ¿qué tenemos aquí? —se cuestionó con un tono de curiosidad el extraño con el que había discutido antes, mientras miraba hacia el interior de la ambulancia girando la cabeza de una manera un tanto siniestra—. Uno, dos y tres... Tres conejillos. ¡Qué trofeos de caza he conseguido sin nada de esfuerzo!

—¿Qué está hablando este loco sobre conejitos? —preguntó Moe aún impactado, sin dejar de fijarse en los dedos de la mano con la que les estaba señalando.

—Sube a la ambulancia, Moe —le advirtió Nadin muy preocupada por haberse topado con un vampiro.

—Oh, parece que a uno de los conejillos ya lo había intentado cazar antes y en el último momento se me escapó —dijo el extraño moviendo su huesudo dedo índice para apuntar con él a Alger—. El señor Rainath se pondrá muy contento si le llevo esta escurridiza presa.

—¿Cómo? —reaccionó extrañada Nadin al escuchar la mención a Niels Rainath.

—Quiero quedarme a este —propuso el individuo a la vez que sonreía con su horrible mandíbula—. Seré benévolo y lo mantendré con vida. A cambio, los otros dos moriréis de forma rápida, pero aún así dolorosa. 


   En ese momento, Alger abrió sus ojos y clavó su mirada en el vampiro.

—Él. ¡¡Él es el monstruo de anoche!! ¡¡Es Volker Banach!! —gritó Alger aterrado.


   Nadin se quedó petrificada al confirmar sus sospechas sobre quién era el ser que tenían delante.


Siguiente



Era la primera vez que Nadin veía al temible Volker Banach. Su cuerpo se ha quedado paralizado del miedo, aunque su cabeza siga pensando en cómo salir vivos de allí. Para que el coraje invada a Nadin y pueda reaccionar, necesitaremos al menos 5 comentarios válidos de respuesta de personas distintas. ¿Qué hará Nadin si logra reaccionar?

A) Junto a Moe, cerrarán las puertas de la ambulancia y esperarán poder estar seguros.
B) Junto con Moe, comenzará a tirarle todo lo que pille en la ambulancia.
C) Accederá a la oferta de Volker Banach y le entregará a Alger.
D) Gritará para pedir ayuda a cualquier persona que esté o viva cerca.

Moe también está paralizado por el miedo, pero podría llegar a reaccionar contra Volker. Si alguien elige el insulto correcto, Moe se desbloqueará y actuará.

1) Pirado
2) Viejo estúpido
3) Sabandija
4) Rata inmunda
5) Cuerpoescombro
6) Sucio
7) Sanguijuela
8) Bocabuzón
9) Mequetrefe
10) Malnacido


Deja un comentario indicando la opción elegida para Nadin y el insulto de Moe. Adicionalmente, puedes dar más detalles sobre la decisión tomada.

- Con el quinto comentario con opción, Nadin realizará la acción elegida mayoritariamente.

- Y con solo un comentario con el insulto clave para Moe, este reaccionará contra Volker Banach.

domingo, abril 03, 2016

Nadin Novak (3) - Vehículo de emergencia

Esta es la 3ª página del segundo bloque del relato interactivo basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. Y también en Twitter.

Nadin Novak continúa con su misión de llevar a Alger Furst fuera del complejo hospitalario subterráneo antes de que Niels Rainath los descubra.



—¡¡Ambulancia!! Él puede alejarnos de todo esto —exclamó Nadin mientras frenaba repentinamente la silla de ruedas.

—Quitémosle las llaves de su ambulancia y salgamos de aquí —le sugirió Alger al mismo tiempo.


   Ella se quedó extrañada conforme procesaba lo que le había dicho su paciente.

—¿Dices que le cojamos sus llaves para robarle la ambulancia? No me parece una buena idea. Él debería ser el que la tendría que conducir.

—No, no. Tres son multitud —declaró Alger tajantemente—. Nosotros dos nos bastamos para llevar la ambulancia.

—Hay algo que parece que no sabes. Yo nunca he conducido una ambulancia —admitió Nadin cruzándose de brazos y plantándose delante de él.

—Pero yo sí —se pavoneó Alger muy ilusionado con la idea—. He llevado todo tipo de vehículos. Y algunos, en las condiciones más adversas.

—Ni lo sueñes. Tú no estás como para conducir —le interrumpió Nadin dándole unos golpecitos con el reverso de la mano en el hombro—. Además, ¿cuánto crees que tardará en buscarnos la policía si desaparece una ambulancia? No debemos meternos en más problemas de los que tenemos ahora.

—¿Y si le pides que te la deje prestada prometiéndole otro café a cambio?—insistió Alger, proponiéndole una alternativa.

—¿Por qué no se lo pides tú? Moe viene directo hacia nosotros —le indicó Nadin satisfecha, dando por seguro que tendrían una vía de escape con su amigo conductor.


   Recorriendo el mismo camino que habían hecho con la silla de ruedas, un hombre joven y sonriente les dio alcance. Iba ataviado con un mono de colores llamativos y reflectantes. Las manos las tenía ocupadas con un vaso humeante que removía lentamente con una cucharilla de plástico.

—Buenas noches, Nadin. Hace varios días que no te veo por aquí y ya estaba empezando a pensar que por alguna razón me estabas evitando.

—¿Qué hay, Moe? He estado muy ocupada, pero no me he olvidado de ese café que tengo pendiente contigo —le contestó Nadin señalando el vasito que llevaba éste en la mano—. Aunque veo que vas servido y que ahora no es buen momento para invitarte a uno.


   Moe bajó la mirada hacia la bebida que estaba tomando.

—Bah, un café, dos cafés; me encanta el café y lo necesito para estar alerta. En cuanto me termine éste, estaré a disposición de que me puedas invitar a otro —le respondió Moe, el cual, de inmediato, se empinó el vaso y bebió de un solo trago todo lo que quedaba en él—. Enhorabuena, ese momento ha lleg... ¡¡agh!! ¡¡Quema!!


   El conductor de ambulancias se giró dando aspavientos, intentando abanicarse el interior de la boca con la mano.

—¿Aún prefieres que este inconsciente nos lleve en la ambulancia? —le murmuró Alger a Nadin no muy convencido de su decisión.

—Calla —le chistó Nadin por no ser lo suficientemente discreto.

—¿Necesitas que traslade a este paciente en la ambulancia hasta su casa? —preguntó Moe mientras se recomponía de la quemadura tomando fuertes bocanadas de aire—. Por mí no habría problema, con vosotros terminaría mi turno. Y a la vuelta podría cobrarme ese café que tenemos pendiente.

—No te quejarás, Alger. Vas a salir de este hospital en una ambulancia conducida por ni más ni menos que mi conductor favorito —le anunció Nadin con sarcasmo, dándole de nuevo palmaditas en el hombro y guiñándole un ojo a Moe.

—Pues no hay más que hablar. Vamos a darnos un paseo en la ambulancia—. contestó el joven lanzando el vasito vacío a la papelera.


   Tras recoger el vaso del suelo y meterlo en la basura, Moe tomó las riendas de la silla de ruedas, provocando que el berrinche de Alger aumentara a nuevas cotas. Mientras iban hacia la zona donde estaban aparcadas las ambulancias, Nadin y Moe mantenían una charla animada que contrastaba con el aparente enfado de Alger. Totalmente callado y dejándose llevar en la silla de ruedas, mantenía la mirada fijada en el infinito, hasta que reconoció a alguien que entró en su campo visual. Su cuerpo se puso en tensión al recordar que había visto a esa persona la noche anterior, de camino a la habitación en la que había permanecido convaleciente. Se percató de que iba acompañado por al menos un par de hombres más y que parecían estar buscando a alguien.


   Por si acaso ellos eran el objetivo, decidió interrumpir la conversación de sus acompañantes. Obviando el riesgo que parecían correr, no pudo evitar esbozar una sonrisa al poder aprovechar para cortarles el rollo.

—Doctora Nadin —le llamó Alger, metiéndose en el papel de paciente—. Me ha parecido ver a otro de los doctores que me atendieron ayer.

—¿Cómo? ¿Quién? —respondió Nadin descolocada.


   Al momento, captó la clave que se escondía en la frase de Alger. Hizo un ligero barrido con la mirada, intentando localizar a la persona a la que se podía referir éste.

—No sé cómo se llamaba, pero era ese médico que me dio un diagnóstico contrario al suyo —añadió Alger siguiendo con el paripé—. Preferiría no volver a cruzármelo para no tener que despedirme de él. ¿Podríamos darnos más prisa en salir de aquí?


   Tanto Nadin como Moe asintieron y apretaron el paso, llegando enseguida a la ambulancia. Entre los dos, ayudaron a Alger a subir a la parte trasera del vehículo.

—Moe, ve arrancando mientras termino de cargar con la silla de ruedas —le ordenó Nadin a la vez que se doblaba para sacar la maleta de Bertram de debajo de ésta—. Me quedaré aquí con el paciente por si necesitara algo.

—Está bien, iniciaremos el despegue en unos instantes. No olviden abrocharse los cinturones —contestó Moe mientras iba chuleándose hacia su asiento de conductor.

—Dime que has cambiado de opinión y quieres que al final lleve yo la ambulancia —insistió Alger en voz baja.

—Desde luego que no —le espetó ella a la vez que aseguraba la silla de ruedas al fondo.


   Justo cuando Nadin cerró las puertas traseras de la ambulancia, uno de los vigilantes del complejo subterráneo irrumpía entre las ambulancias aparcadas, acompañado por los hombres de Niels Rainath. Habían hecho bien en darse prisa, ya que de lo contrario les habrían visto. El vehículo inició la marcha, saliendo del aparcamiento sin ningún contratiempo.

—Y bien, ¿a dónde nos tenemos que dirigir? —preguntó Moe a sus pasajeros.

—De momento, sal del hospital. Cuando estemos en la calle te daré más indicaciones —le contestó Nadin mirando por las ventanillas, preocupada por la posibilidad de que la gente de Niels aún pudiera detenerles la ambulancia.

—¡Dicho y hecho! —respondió Moe acelerando y consiguiendo salir al exterior del complejo hospitalario.




   De repente, la ambulancia frenó bruscamente. Nadin y Alger cayeron al suelo al no esperarse ese frenazo tan pronunciado.

—¿Y este era tu conductor favorito? —le reprochó Alger devolviéndole el sarcasmo a Nadin, mientras se lamentaba del golpe que se acaba de dar en el costado.

—¡Eh, tú! ¡Lleva más cuidado! —escucharon gritar a Moe mientras tocaba el claxon—. ¡A ver si miramos por donde vamos!

—¿Qué ha ocurrido, Moe? —le preguntó Nadin abriendo la ventanilla hacia el espacio del conductor.

—Un tío que ha aparecido de la nada y se me ha cruzado. He estado a nada de atropellarlo —le contestó Moe—. Perdonad por el susto.

—Está bien, no te preocupes, por aquí estamos enteros —le intentó tranquilizar Nadin, con la intención de que continuara alejándose de allí cuanto antes.

—Hablarás por ti —refunfuñó entre dientes Alger intentando incorporarse.


   La ambulancia reanudó la marcha, enfilando la gran avenida que había junto al recinto sanitario.

—Ya estamos fuera del hospital. ¿Hacia dónde tenemos que ir? —preguntó Moe mientras seguía conduciendo sin rumbo.

—Tenéis que llevarme a mi casa —espetó Alger sin dejar reaccionar a Nadin—. Espera, no. Hemos de ir cerca de la estación de tren. Mi coche está allí.

—No, necesitas que te lleve a un lugar donde puedan atenderte —le interrumpió Nadin—. Tal y como estás, no aguantarás mucho sin más medicación.

—Nadin, si el paciente está mal, ¿no deberíamos volver al hospital? —sugirió Moe extrañado.

—¡¡No!! —contestaron Nadin y Alger al unísono.

—Vale, vale, ya veo que es mejor que me calle —respondió de forma cohibida Moe—. Pero aclaraos lo antes posible y decidme a dónde os tengo que llevar.


   Nadin sólo tenía instrucciones de sacar a Alger del Elíseo y de sus inmediaciones. Sin embargo, Erika no había tenido tiempo de concretar un lugar seguro a donde poder llevarlo en la ciudad. Su amiga le había hablado alguna vez de un vampiro que vivía en un pueblo cercano a Stuttgart y que podría ayudarla en caso de emergencia, pero ella no le conocía personalmente. Quizás, en la situación en la que se encontraban, pudiera darles refugio y ayudar con su sangre a Alger.

—¿Cómo se tomará que vayamos sin avisar tres humanos desconocidos? —se planteó Nadin para sí misma—. Aunque sea un aliado, no sé si querrá involucrarse en nuestros asuntos.


   También pensó en que si iban sólo Alger y ella, posiblemente sería más fácil que accediera a darles audiencia y cobijo. De ellos, Moe era el único que no tenía consciencia de la existencia de la sociedad vampírica; y así debía seguir siendo.

—¿Y si toda la ciudad y sus alrededores estuviesen ya controlados por Niels Rainath? —continuó divagando Nadin—. Entonces, deberíamos ir aún más lejos para estar seguros y poder pedir ayuda.


Siguiente



Han conseguido escapar, pero Nadin no sabe a dónde dirigirse. ¿A qué lugar decidirá ir?

A) A la casa de Alger. Allí podría terminar de descansar y coger fuerzas para huir definitivamente durante el día, cuando estarán más seguros de no encontrarse con vampiros.
B) Ir cerca de la estación a por el coche de Alger. Así podrían ir a cualquier otro sitio sin Moe. Indicar una segunda opción para decidir a qué lugar se van en el coche de Alger.
C) Se arriesgará a ir a visitar al vampiro amigo de Garet y Erika. 
D) Saldrá de la ciudad en dirección a Vennysbourg, donde conoce a varios vampiros y que está a unas dos horas por carretera.


Deja un comentario indicando la opción elegida. Adicionalmente, puedes dar más detalles sobre la decisión tomada. Recuerda que si eliges la opción B, tendrás que incluir una segunda opción.

Bertram Kastner (26) - Vulnerable

Esta es la continuación directa del capítulo Bertram Kastner - 25. Bertram había caído inconsciente al oír hablar de su investigación y su v...