sábado, mayo 27, 2023

Bertram Kastner (18) - Encuentros

Erika toma el relevo conduciendo hacia Kreuzungblut. Tras comentarle algunas de sus visiones y sueños, son alcanzados por otros dos vehículos, dirigidos por Niels Rainath. Tras recibir varios disparos, el taxi ocupado por Bertram y Erika se sale de la carretera y avanza peligrosamente cuesta abajo.


Esta es la 18ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.




   Dado que era casi imposible controlar el taxi y viendo que en cualquier momento podrían chocar violentamente contra un árbol, Bertram decidió que debían abandonar el vehículo cuanto antes. Tras abrir la puerta de su lado, hizo ademán de incorporarse hacia el asiento del conductor, donde Erika seguía sin reaccionar. No fue tarea fácil, no sólo por el traqueteo del coche, sino también por el dolor que le provocaban los proyectiles alojados en su cuerpo. Finalmente, pudo agarrar el volante por última vez y girarlo, con la idea de esquivar los árboles más próximos. Rápidamente, agarró a Erika, envolviéndola con sus brazos y se impulsó hacia atrás.


   Ambos salieron despedidos al exterior del vehículo con éxito, aunque Bertram no aterrizó en blando, al impactar contra la raíz de un árbol que sobresalía del suelo. Debido a la inercia, comenzaron a rodar en la ladera cuesta abajo. A consecuencia del golpe que se acababa de dar en la cabeza y en la espalda, el cuerpo de Bertram dejó de responderle y no pudo hacer nada para seguir protegiendo a Erika, por lo que terminaron desplazándose por separado. Inconscientes los dos, no pudieron presenciar cómo el taxi se estrellaba contra un árbol, quedando empotrado en el tronco de éste.


   Tendido boca arriba sobre un manto de hojarasca, Bertram abrió por fin los ojos. Se sentía algo desorientado. Pero, por otro lado, parecía totalmente recuperado de las heridas que había sufrido, incluyendo los disparos que había recibido en la espalda. Poco a poco, se incorporó, quedándose sentado en el suelo e intentando vislumbrar lo que tenía a su alrededor.


   Unos instantes después, se percató de cómo algo se iluminaba tras él. Al girarse, vio lo que parecía una silueta femenina avanzando hacia una especie de estancia que despedía una intensa luz blanca.

—Gracias, Bertram —pronunció ella a la misma vez que hacía una pausa en su caminar.

—Eh... ¿Erika? —acertó a decir mientras observaba cómo la mujer reanudaba sus pasos hacia la zona iluminada.


   Ágilmente, se levantó del suelo y emprendió una ligera carrera hacia ella, dándose cuenta de que no se trataba de Erika, sino de otra persona que también había conocido la noche anterior.

—¿Nadia? No... ¿Nadin? —preguntó Bertram, recordando el nombre de la chica que acompañaba a Erika y a Trebet en el Elíseo—. ¿Gracias por qué?


   Pero no hubo respuesta por parte de ella, al adentrarse en el cúmulo de luz y perderse en el interior. Conforme se acercaba Bertram, la oscuridad invadía más y más aquel enclave, que quedó vacío y sumido en la negrura a unos cuantos pasos de él.

—¿Qué significa esto? —preguntó a viva voz hacia el cielo intentando que alguien pudiera darle una explicación.





   Aún más desorientado, miró a su alrededor, intentando divisar a dónde había ido a parar Erika tras saltar del taxi. Con la tenue luz que proporcionaba la luna, le era complicado ver más allá de unos pocos metros. Aunque algo reluciente llamó su atención, dejándolo totalmente petrificado. En el suelo, casi debajo de sus pies, había colocada una ventana, con su marco y cristales.

—Ingrid... Bertram... —consiguió gesticular con mucha dificultad.


   A través de ella, podía observar a su mujer y a su hijo acostados en un colchón. Ingrid tenía abrazado al chiquillo, como si estuviera dándole protección y consuelo. Por lo que vio alrededor del improvisado lecho, no estaban en ninguna estancia que él reconociera. A pesar de eso, parecía que ambos dormían plácidamente y que estaban en buen estado, al no presentar ninguna herida ni golpe a la vista.


   Temblando de emoción, Bertram dejó caer su cuerpo para poder contemplarlos más de cerca. Sus rodillas se clavaron en el suelo, provocando que una ola de hojas secas tapara los cristales del ventanal y ocultara a sus seres queridos. Inmediatamente, se dispuso a apartar toda la broza que le impedía esa emotiva visión. Pero por más hojas y tierra que retiraba, no conseguía descubrir de nuevo la ventana.

—¡No! ¡Volved conmigo! ¡Estoy aquí! —gritaba desesperado entre lágrimas de sangre.


   Tras varios minutos removiendo el suelo de los alrededores, finalmente se dio por vencido; quedando totalmente exhausto por el esfuerzo. Conforme recuperó el aliento, apretó sus puños contra la tierra para terminar exhalando un grito de lamento y dolor que estremeció y conmovió por igual a toda la fauna cercana.

—Shhhhhh —se pudo escuchar detrás de Bertram.


   Éste se giró súbitamente, siendo capaz de intuir la sombra de un niño que estaba escondido entre los matorrales y que emprendía su huida al ser descubierto.

—¿Bertram? Soy papá. No me tengas miedo —se apresuró a decir, deseando poder encontrarse con su hijo—. ¡Espérame!


   Sin pensárselo dos veces, se plantó en el lugar donde había perdido de vista al muchacho y continuó avanzando por donde pensaba que se había fugado. No le fue complicado detectar las pisadas del chaval a lo largo de todo el sendero, debido a que el bosque se veía en ese momento más iluminado que antes.


   Enseguida, fue consciente de que no era normal que la luna brillase mucho más de lo que lo hacía unos minutos atrás. Se dio la vuelta y miró al cielo para poder comprobar con sus propios ojos el cambio de intensidad de la luz que le proporcionaba el cuerpo celeste. Aunque para su sorpresa, se encontró con un gigantesco Niels Rainath que, haciendo uso de un candil, parecía estar buscando algo entre toda la vegetación del lugar. ¡A él!


   Sin duda, se trataba de una pesadilla de la que no era capaz de despertar. Aún así, una sensación intensa de terror le invadió, sintiendo la necesidad de escapar de aquel inmenso vampiro, como si la vida le fuera en ello. Comenzó a correr en otra dirección, procurando ocultarse debajo de las copas de los árboles para evitar ser descubierto. De vez en cuando, echaba la vista atrás para asegurarse de que Niels no le había encontrado todavía.

—Por más que corra, no consigo alejarme de él —se dijo a sí mismo, inmerso en el agobio que le suponía estar a punto de ser cazado por aquel monstruo—. He de encontrar una zona más frondosa para esconderme y esperar a que pase de largo.


   Justo cuando iba a adentrarse en un recoveco donde los árboles estaban más pegados entre sí, se le ocurrió mirar por última vez. Por desgracia, pudo comprobar cómo los ojos de Niels apuntaban hacia él. Tras unos segundos donde todo el bosque quedó en silencio, la cabeza del coloso se giró hacia él, produciendo un ruido siniestro y manteniendo las pupilas fijas en su objetivo.


   Totalmente paralizado por el miedo, Bertram notó cómo una mano le agarraba el brazo y tiraba de él con fuerza, apartándolo del camino. Afortunadamente, se trataba de alguien conocido para él.

—¡Roderick! —susurró a la vez que se sorprendía por este encuentro—. Tenemos que huir de aquí.

—Tranquilo, Bertram. Estando yo, Rainath no podrá vernos —le trasmitió Roderick.

—¿Estás seguro? —le cuestionó él, debido a la inquietud que suponía el haber sido descubierto por una versión gigantesca de Niels.


   Sin embargo, la actitud impasible de Roderick ante tal situación le parecía muy chocante. Éste, de brazos cruzados, le hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia donde estaba Niels Rainath. Aún temeroso, Bertram tuvo el valor suficiente para mirar de nuevo.

—¿Dónde está? —preguntó al no poder divisar al colosal vampiro, ni tampoco a la luz del candil que portaba.

—Esto es un sueño, Bertram —le confesó Roderick—. Has conseguido dejarlo atrás y expulsarlo.


   Esa declaración hizo que la tensión que sufría acabara diluyéndose.

—Siento mucho que te hayas visto envuelto en esta complicada situación, Bertram —se disculpó Roderick—. También lamento el tener que contactarte así, invadiendo tus sueños.

—Esto está siendo muy extraño y confuso para mí. Hay demasiadas cosas que me afectan a mí y a mis allegados. No pensé que esto pudiera llegar a ocurrir. No fue lo que pedí —se sinceró Bertram, refiriéndose a su existencia como vampiro—. Necesito volver a ser el que era. ¿Hay alguna forma de devolverme a la normalidad?


   Ante tal pregunta, Roderick se quedó pensativo durante unos segundos.

—Quizás haya un método, aunque solamente está al alcance de los vampiros más antiguos —le expuso, dándole algunas esperanzas en recuperar su humanidad—. Es posible que Lothar von Schwaben conozca a alguien capaz de llevar a cabo el ritual de reversión.

—¿Hablas en serio? —cuestionó Bertram, a la vez que recordaba a Lothar.


   A pesar de pertenecer a la aristocracia, la percepción que tenía de Lothar von Schwaben era la de una persona cercana y justa. Aunque su presencia imponía respecto, no era nada arrogante ni exigente con el resto de vampiros que formaban su corte. Al igual que Niels, vestía un uniforme propio de la nobleza, aunque de un aspecto más acorde a la actualidad.

—Sin embargo, el tiempo corre en tu contra, ya que, con el paso de los días, tu conversión en vampiro será irreversible —le advirtió Roderick—. Aunque haré todo lo que esté en mis manos para que puedas conseguir recuperar tu vida a tiempo.

—Te lo agradezco mucho —le contestó Bertram, notando como algo había chocado contra su frente.


   Lo que parecía un abejorro, estaba revoloteando torpemente alrededor de la cabeza de Bertram. Éste consiguió apartarlo fácilmente dando un palmetazo al aire para evitar que volviera a impactar contra él.

—Precisamente, yo también necesito hablar con Lothar por un asunto de extrema gravedad que está asolando al país —admitió Roderick—. Multitud de líderes, hasta ahora leales, han traicionado a las altas esferas de la sociedad vampírica y preparan un golpe de estado para hacerse con todo el poder.

—Como el malnacido de Niels Rainath —apostilló Bertram, volviendo a espantar al abejorro que había chocado de nuevo contra su cabellera.


   Roderick no pudo evitar mostrar una mueca de desprecio y desagrado al escuchar las palabras de Bertram.

—Es de suma importancia que me indiques dónde viste a Lothar von Schwaben por última vez —le reclamó Roderick, extendiendo sus brazos y posando sus manos sobre los hombros de Bertram.


   En la mente de Bertram, alrededor de la figura de Lothar, comenzó a dibujarse un escenario totalmente reconocible para él. A la vez, los rostros borrosos de las personas que se encontraban en ese enclave, comenzaron a detallarse en sus recuerdos. Una parte desconocida de lo que había vivido en los últimos días había emergido desde lo más profundo de su mente.


   Conforme iba a articular una respuesta para Roderick, el abejorro volvió a molestarle, rozando sus labios en esta ocasión.

—Debes recordarlo y decírmelo, Bertram —insistió Roderick agarrando con más ímpetu sus hombros—. Una vez que despiertes, has de partir hacia allá sin demora. Nos encontraremos en ese lugar para reunirnos con Lothar y arreglar nuestros asuntos.



Siguiente



Aunque parece que Bertram está sumido en un sueño y su subconsciente es el que rige sus acciones, podéis decidir qué le responderá a Roderick.

A) Le cuenta todo lo que recuerda
B) Le proporciona sólo una parte de la información
C) Le engaña, dándole una información falsa
D) Le responde que no recuerda tal cosa


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viernes, mayo 19, 2023

Bertram Kastner (17) - Cruce de caminos

En su camino hacia Kreuzungblut, Bertram se queda bloqueado por unos instantes mientras conduce, lo que está a punto de provocarles un accidente.


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   Tras reflexionar durante unos instantes con ambas manos apoyadas sobre el volante y la mirada perdida al frente, Bertram accedió ante la petición de Erika asintiendo.

—Tienes razón, Erika. De nada nos sirve toda esta huida si no llegamos enteros a ese pueblo —razonó él mientras abría la puerta del taxi y se bajaba, con la intención de intercambiar los asientos—. Teniendo en cuenta que puede haber algo sobrenatural afectándome, no tengo manera de asegurar que no se me vuelva a ir la cabeza y tengamos un accidente.

—Aunque veo convencido que te has convencido, no sé si hago bien en recordarte que yo he estrellado mi coche hace un rato en el parking del Elíseo —bromeó Erika a la vez que bordeaba el vehículo en el momento que pasaba junto a Bertram.

—Ah, pues no había caído en eso —admitió él, deteniéndose delante del coche y mostrando un gesto pensativo—. Lo veo tan lejano, que parece como si hubieran pasado varios años desde que ocurrió.

—Pero ya no te puedes echar atrás. Además, en mi defensa he de decir que bastante bien he conducido llevando a Niels Rainath clavado en el capó y habiendo recibido un disparo en la pierna —alegó Erika deteniéndose justo antes de girar hacia el lado del conductor y señalando a su pierna derecha.


   Al ver la herida de bala que ella le estaba mostrando, Bertram cayó en la cuenta de que una de las balas que disparó al utilizar su pistola alcanzó a su compañera.

—¿En serio? No... no era consciente de que te había disparado. Te ruego que me disculpes —se lamentó Bertram, percatándose de que Erika aún se resentía del impacto.

—No te preocupes, hasta cierto punto, los vampiros podemos soportar las balas. Además, la mayoría las acertaste en el cuerpo de Niels —le dijo a modo de consolación, a la vez que le hacía un gesto de victoria antes de montarse de nuevo en el taxi—. Lo dejaste hecho un colador.

—¿Y cómo es que no te has terminado de curar? —se interesó él, recordando que los vampiros se recuperaban de las heridas automáticamente.

—Necesitamos sangre para poder activar nuestros poderes, como la regeneración de los tejidos corporales. En mi caso, ya he gastado una gran reserva en curarme, además de en todos los intentos por escondernos o de confundir a nuestros enemigos. Si vuelvo a utilizar mis poderes, seguramente necesitaré beber sangre. Y ahora mismo, tú eres el recipiente más cercano.


   Erika arrancó el coche a la vez que mostraba una sonrisa un tanto maliciosa.

—Esperemos que no tengas que recurrir a eso —suspiró Bertram, escudándose con la guía de carreteras que había cogido antes de sentarse.

—No debe quedar mucho para llegar, por lo que enseguida podremos reponernos tranquilamente. Aunque, a partir de cierto punto, deberíamos ir a pie.

—¿Lo dices por esa barrera que nos impedirá el paso? —le preguntó él.

—Exactamente. No me gustaría cruzarla estando dentro del coche. Roderick nos ha llegado a contar cómo algún que otro vampiro ha muerto aplastado en el interior de un vehículo por desconocer la existencia de esa barrera.

—Hablando de Roderick, ¿por qué crees que se puso en contacto conmigo y no con ninguno de vosotros? —le inquirió Bertram, refiriéndose a Garet y Trebet también.

—Es posible que percibiera la presencia de Rainath en el Elíseo. Tanto Roderick como Niels, tienen el poder de introducirse en los sueños e interactuar con aquellos a los que conocen. De la misma forma, también pueden detectar si alguien está contactando con en el subconsciente de algún conocido que se encuentre cerca —le argumentó Erika—. Seguramente, tú eras el candidato idóneo al ser un total desconocido para Niels y así ponerle más complicado el que os pudiera descubrir. Aunque, ahora que lo pienso, no me encaja el hecho de que Roderick haya podido llegar a ti sin conocerte.


   Bertram comenzó a negar con la cabeza.

—La cuestión es que, en mi sueño, parecía como si ya supiéramos el uno del otro. Escuché su nombre por tres veces. Primero, mi hijo me comentó que Roderick le había dicho que quería hablar conmigo. Después, llamó a la puerta de casa y le dijo lo mismo a mi mujer. Y por último, llamó por teléfono.

—¿Y no llegaste a hablar con él directamente? —se interesó Erika.

—No. El sueño terminó cuando le dijo a mi pequeño que yo era un vampiro y acabé prendido en llamas con la luz del Sol —admitió cabizbajo Bertram.

—Siento que hayas tenido que recordar a tu familia —le transmitió ella con cierto pesar—. Sobre todo, después de lo que te contamos que les ocurrió.


   Pero al contrario de lo que sería normal ante un triste recuerdo, Bertram se mostró sonriente y esperanzado al pensar en ellos.

—¿Sabes una cosa? Confío en que aún están con vida. Es más, estoy totalmente seguro de ello —le expuso Bertram entusiasmado.

—¿Y eso? ¿Has tenido alguna revelación más?

—Mientras me alimentaba del matón de Niels en el aparcamiento, pude verlo delante de mi casa en llamas, hablando con otro sicario. Al parecer, antes de provocar el incendio, se habían llevado a mi familia y habían introducido otros cuerpos en la casa a modo de señuelos. Por lo que no murieron allí —le aclaró Bertram—. No me hace nada de gracia que estén secuestrados. Pero después de haberlos dado por muertos, ahora tengo esperanzas en poder recuperarlos. Le pediré ayuda al vampiro con el que vamos a encontrarnos.

—¡Es una buena noticia! Me alegro mucho por ellos y por ti —exclamó Erika aliviada—. Aunque por otro lado, esto quiere decir que están en poder de Niels. Seguramente quiera utilizarlos como moneda de cambio contigo.

—Sospecho lo mismo. Y por eso te pido que, si algo me pasara, hagáis todo lo posible para liberarlos y protegerlos —le solicitó Bertram como si se tratara de una última voluntad.

—No va a ser cosa fácil, estando Niels de por medio. Pero cuenta con todo lo que esté en nuestras manos, Bertram —le aseveró ella dedicándole una mirada reconfortante.


   Bertram le agradeció el que hubiera accedido a su petición haciéndole un gesto de asentimiento con la cabeza.

—Estando aún en el aparcamiento subterráneo del Elíseo, creí por un segundo que tendría posibilidades de acabar con Niels —expuso Bertram tras unos instantes de silencio—. Lo vi tan vulnerable y malherido, que pensaba que sería capaz de hacerle frente. Pero me di cuenta de que el hecho de acabar con Rainath no me aseguraría el recuperar a mi mujer y mi hijo.

—Por muy eufórico que te encontraras y tan mal estuviera Rainath, me temo que no tenías muchas posibilidades contra él —admitió Erika sopesando la situación—. Hiciste bien en evitar la confrontación. Se trata de un vampiro muy antiguo, con una capacidad de recuperación y supervivencia mucho mayor que la nuestra. Además, te habría doblegado con sus poderes antes de que pudieras acercarte a él.

—Niels Rainath... ¿qué te he hecho yo para que me persigas de esta manera? —pronunció Bertram en sus pensamientos, intentando comprender todo lo que estaba ocurriendo en torno a él durante los últimos días.

—¡Cruzarte en mi camino! —escuchó la voz de Niels Rainath en su mente.


   Esa intervención pilló por sorpresa a Bertram. Rápidamente, giró la cabeza esperando encontrar a Niels en los asientos traseros del vehículo. Aunque no estaba desencaminado.

—¡Cuidado, Erika! —le advirtió al divisar un coche con las luces apagadas en el momento justo de embestirles a gran velocidad desde atrás.


   El inesperado impacto ocasionó que ambos vampiros se sacudieran en sus asientos y que el taxi avanzara varios metros enganchado al coche que se había empotrado contra ellos. Erika reaccionó pisando a fondo el acelerador y, enseguida, el otro vehículo perdió velocidad con respecto a ellos. Bertram volvió a mirar hacia atrás a la vez que advertía a Erika sobre la presencia de Niels. Sin embargo, no fue capaz de verlo en el interior del vehículo, ya que éste encendió las luces, provocando que ambos quedaran deslumbrados.




—¡Esto es una pesadilla! ¡Nos ha seguido! —exclamó alarmada Erika mientras intentaba proteger sus ojos de la intensa luz que despedía el coche de sus persecutores—. ¡Ayúdame con el volante, Bertram!

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó éste a la misma vez que obedecía, tomando también el control del coche con su mano derecha y permaneciendo atento al camino.

—No sé si funcionará...


   La frase de Erika quedó ensordecida debido al ruido de motor de un segundo vehículo que les dio alcance y se puso a la misma altura que ellos. Se trataba de un coche oscuro, a la vez que reluciente y lujoso. Los cristales estaban tintados, por lo que no alcanzaban a ver a sus ocupantes. Aunque, enseguida, una de las ventanillas traseras se deslizó rápidamente hacia abajo, dejando ver el rostro triunfante de Niels Rainath.


   Un escalofrío recorrió el cuerpo de Bertram y Erika, que veían frustrados sus planes de escapar; más aún, estando tan cerca del lugar que iba a ser su salvación. Todavía agarrado al volante, la cara de Bertram palideció aún más al observar cómo Niels extendía su brazo fuera del vehículo y les apuntaba con una pistola dorada y encastada con piedras brillantes.

—¡A cubierto, Erika! —gritó mientras se abalanzaba sobre ella para protegerla de los disparos.


   Todo empezó a suceder a cámara lenta ante sus ojos. Era capaz de ver cómo las balas rompían los cristales del taxi y los trozos de estos caían sobre sus cabezas; como si de una lluvia helada y punzante se tratara. Algunos de los proyectiles también impactaban contra el lateral del taxi, llegando a atravesar la carrocería y terminando en el habitáculo del vehículo.

—¡Aaaaaaagh! —exclamó de dolor Erika soltando momentáneamente el pedal de aceleración—. Me ha alcanzado una bala.

—Esto no es bueno... Hemos de salir de esta como sea —intentó animarle Bertram sin poder hacer nada más que mantener el coche recto—. Aunque lo tenemos crudo...


   El taxi pegó una sacudida al volver a impactarles el coche que tenían a su zaga. El volante del vehículo se agitaba, aunque entre los dos consiguieron mantenerlo en posición. A pesar del peligro y el descontrol de la situación, Bertram decidió asomar su cabeza para posicionar a su enemigo y ver si se acercaban a alguna curva. De milagro, pudo esquivar un proyectil que le pasó rozando la mejilla. Como acto reflejo, arrojó la guía de carreteras hacia el coche de Niels; la cual, salió volando entre ambos vehículos y quedó extraviada en el camino.


   La desesperación de Bertram produjo que Niels Rainath soltara una gran carcajada de satisfacción, mientras aún seguía apuntándole con el arma. Parecía querer demostrar quién mandaba ahí, por lo que se recreó disparando de nuevo cerca de la cabeza de Bertram, pero con una clara intención de no acertar.

—¿Qué habéis venido a hacer por estos lares? ¿Acaso creéis que os van a querer prestar ayuda aquí? —les interrogó Niels desde su coche—. ¡Qué mejor que volver a Stuttgart y aclarar nuestros asuntos pendientes allí!

—¡Garet! —exclamó Erika en voz baja al percatarse de algo.

—¡Intentaste matarnos! ¿No te parece una buena razón para huir de la ciudad? —le replicó airadamente Bertram mientras continuaba haciendo de conductor improvisado.


   De nuevo, Niels disparó otra bala que silbó al pasar cerca de la oreja de Bertram. Éste, sólo cerró los ojos, aunque manteniéndose desafiante frente a Niels.

—¡Insolente! Otro desplante más y la próxima bala irá directa a tu frente —le amenazó Niels, molesto por que éstos no mostraban intención de rendirse—. Aunque te mate, podré sacarle algo de utilidad a lo que quede de tu cadáver.


   Esto enfureció más si cabe a Bertram, quien aprovechaba esos segundos de aparente clemencia para corregir la trayectoria del taxi girando el volante que aún tenía agarrado.

—¡Malnacido! ¡Suelta esa pistola y resolvamos esto en igualdad de condiciones! —exclamó Bertram totalmente encolerizado.


   La sonrisa de Niels se tornó en una mueca de incomprensión, al observar cómo sus dedos dejaban escurrir su preciado revolver. Rápidamente, como si su mano izquierda tuviera vida propia, se lanzó a por la pistola, consiguiendo atraparla contra la puerta de su vehículo antes de que terminara de precipitarse al asfalto.

—Qué... ¿Qué has hecho? —aulló Niels con gran irritación, intentando recuperar la movilidad de su otra mano para terminar de rescatar el arma.


   Erika aprovechó para incorporarse y observar cómo Niels estaba ocupado en su propia lucha.

—No sé cómo has conseguido hacer eso, pero ahora me toca a mí —le avisó a Bertram de sus intenciones—. Encárgate del volante y no te asustes ante nada extraño que veas.


   Éste asintió sin quitarle la mirada a Niels, quien había conseguido agarrar la pistola con ambas manos y se disponía a apuntarles de nuevo con ella. El brazo derecho le temblaba, como si quisiera evitar que volviera a apretar el gatillo. Con el izquierdo, intentaba mantenerlo en posición. De repente, su coche se aproximó peligrosamente al lateral del taxi con intención de chocarles.

—¿Qué estás haciendo? ¡No quiero que mi coche reciba ni un rasguño! —le recriminó Niels a su conductor.

—Ah, ¿sí? Pues se va a llevar al menos un golpe de mi parte —contestó Bertram entre dientes, a la vez que giraba el volante hacia la izquierda para impactar con ellos.


   Al mismo tiempo, el chófer de Niels dio un volantazo hacia el lado opuesto, acompañado de un frenazo. Pero no pudo evitar a tiempo la colisión con el taxi, provocando que una buena parte del vehículo se saliera de la calzada y comenzara a arrancar las vallas de madera que protegían el camino.

—¡Muere! —gritó Niels metiendo sus brazos con la pistola en el vehículo y disparando hacia Bertram a bocajarro.


   Otra vez, volvió a percibir todo su alrededor con suma lentitud, lo que le permitió reaccionar y esquivar los dos primeros proyectiles a tiempo. Sin embargo, el ruido ensordecedor y ralentizado de la pistola impactó de lleno contra sus tímpanos, provocándole una repentina sensación de mareo y desorientación. Por el rabillo del ojo se percató de que iban a chocar contra la maquinaria de una obra que había señalizada unos metros más adelante en la carretera.


   A pesar de recordar lo que le había dicho Erika, quien se había vuelto a poner a cubierto, su primera reacción fue la de girar el volante para esquivar los armatostes a los que se dirigían. Pero su objetivo final era el de separar ambos coches, ya que parecía que Niels había dejado de hacer disparos de advertencia e iba en serio. Ese movimiento le salvó de recibir un proyectil que iba directo a su cabeza y que difícilmente hubiera podido esquivar. Aunque notó cómo otras dos balas atravesaban el asiento y se alojaban dolorosamente en su tórax. Su espalda se arqueó y sus brazos se estremecieron, abriendo sus dedos como si de ramas de árbol se tratasen.


   Por suerte o por desgracia, el coche que llevaban detrás, volvió a impactar con ellos provocando que se salieran de la carretera por el lado derecho. Retorcido de dolor y prácticamente inmóvil, observó cómo el vehículo de Niels también corría la misma suerte y se precipitaba por el otro lado del camino. Comenzó a notar cómo el taxi iba adquiriendo algo de velocidad, teniendo en cuenta que Erika ya no estaba pisando el acelerador.

—Erika... Erika... Nos hemos salido de la carretera —le avisó Bertram casi sin voz, antes de percatarse de que ella estaba inconsciente.


   Al igual que él, Erika también había recibido algún impacto de bala a través del asiento. Alcanzando de nuevo el volante, vio que estaban descendiendo por ladera boscosa. Intentó atravesar todos los arbustos posibles para intentar frenar el vehículo, pero debido a la pronunciada pendiente, no consiguió aminorar lo suficiente el avance descendente.


Siguiente



Ante una inminente colisión por ir cuesta abajo y sin poder pisar el freno, ¿qué decidirá hacer Bertram?
A) Empujar a Erika fuera del vehículo para que no reciba daño con un impacto.
B) Agarrar a Erika y salir ambos del coche en marcha.
C) Saltar fuera del taxi para evitar estar dentro al chocar.
D) Continuar girando el volante para esquivar los árboles.
E) Utilizar el freno de mano.

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viernes, mayo 12, 2023

Bertram Kastner (16) - Interferencias

Bertram y Erika escapan de Stuttgart en un taxi robado, después de haber despistado a Niels y sus hombres. Ahora se dirigen al pueblo de Kreuzungblut, donde podrían recibir la ayuda de un aliado. Bertram aprovechará el rato de conducción para contarle a Erika sobre los sueños y visiones que ha tenido durante los últimos días.



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   Bertram redujo la velocidad del taxi mientras que Erika terminaba de acomodarse a su lado. Aprovechó para pensar por dónde podía empezar a explicarle de entre todo que su mente le había mostrado en sueños y visiones.

—Estos últimos días he experimentado una serie vivencias que en mayor o menor medida tenían algo de real —comenzó a contarle Bertram—. Cada vez que mordía a alguien y bebía su sangre, parecía como si consiguiera revivir alguno de los recuerdos de esa persona.

—¿Por eso te has ensañado con el ayudante de Niels? Estabas visualizando algo importante y querías continuar contemplándolo, ¿no es así? —le preguntó Erika, intentando comprender su actitud en el aparcamiento.

—Exacto. Ayer también me ocurrió con Alger —admitió al mismo tiempo que recordaba el momento en el que dejó incapacitado a su amigo—. ¡Un momento! ¡Alger! Hemos de volver. ¡No puedo dejarlo abandonado allí!


   El conductor se dirigió a Erika con una mirada suplicante, buscando el beneplácito de ésta ante su petición.

—Me temo que no es buena idea que regresemos a la ciudad. Tuve en cuenta a tu amigo ante un eventual plan de fuga; Nadin era la encargada de ayudarle a escapar —le informó Erika para intentar calmar sus ansias de volver a la boca del lobo—. Había muchas probabilidades de que, en cuanto los hombres de Niels Rainath ataran cabos y supieran de la existencia de Alger, fueran a por él. Confío en que hayan podido salir de la zona médica del Elíseo, aprovechando todo el revuelo que hemos montado. Ahora, sólo queda esperar a que también hayan decidido abandonar Stuttgart en busca de ayuda tal y como le sugerí.


   Aún se sentía culpable de haber involucrado a Alger en esta situación. No podía evitar pensar en el momento en que fue consciente de estar mordiendo el cuello de su amigo y de haber bebido gran parte de su sangre.

—Alger, huid lo más lejos que podáis, por favor. Ojalá encontréis a alguien que os pueda ayudar mucho más de lo que no os he podido ayudar yo —pronunció mentalmente Bertram, como si su amigo fuera capaz de escucharle—. La ciudad no es segura con Nails Rainath. Ahora mismo está muy enfadado y vosotros sois uno de sus objetivos. Salid de ahí y cuidaos mucho.


   Mientras tanto, Erika se puso a rebuscar en la guantera del vehículo. Encontró una guía de carreteras que comenzó a hojear, hasta dar con la página de la región donde se encontraban.

—Toma el desvío que aparece en ese cartel para ir a Kreuzungblut —le señaló ella tras apoyarse en la información que aparecía en el mapa—. Seguramente, el vampiro que habita en ese pueblo pueda ayudarnos a localizar a Nadin y a tu amigo.

—¿Será alguien de fiar? —cuestionó Bertram al recordar que los vampiros de Stuttgart debían jugar lealtad a Niels, tras su golpe de autoridad—. Es posible que también haya decidido cambiarse de bando y seguir las órdenes de Rainath.

—Lo dudo mucho —se mofó Erika, como si Bertram hubiera dicho una barbaridad—. Hace un tiempo, intentó asesinar a Niels y por ello está cumpliendo condena encerrado en ese lugar. No creo que le tenga demasiado afecto.

—¿Está en una prisión? ¿Y de qué nos va a servir si está entre rejas? —volvió a preguntar él, poniendo en duda el que hacer esa visita fuera una buena opción.


   Erika se quedó pensativa, intentando recordar lo que le habían comentado sobre ese lugar.

—No es una cárcel como tal. Se podría decir que está bajo arresto domiciliario —comenzó a explicar Erika—. Desconozco todos los detalles, pero existe una especie de barrera alrededor de Kreuzungblut que le impide salir, a la vez que tampoco permite el libre acceso a otros vampiros como nosotros.

—Vaya, ¿y tendremos que pedir permiso a las autoridades vampíricas del lugar para poder pasar? —contestó con cierta sorna Bertram—. Creo que no llevo encima el carnet de vampiro ni el pasaporte.

—Por suerte para nosotros, es él quien toma la decisión sobre qué forasteros pueden acceder o no —le aclaró Erika—. Así que es muy importante que le causemos una buena impresión y seamos lo más convincentes posible para que nos permita refugiarnos allí.

—Los vampiros sois muy curiosos. Tenéis de todo: habilidades sobrehumanas, luchas de poder, barreras mágicas, revelaciones oníricas... —enumeró Bertram en un tono fantasioso—. Esto me daría para hacer varios artículos muy interesantes.

—Por si no lo recuerdas, ahora tú también eres uno de los nuestros. Sería tirar piedras contra tu propio tejado —le respondió Erika con una sonrisa de complicidad, a la vez que le seguía el juego—. ¿Acaso eres un periodista de investigación?

—Sí. Por eso ha sido una lástima el no haberos descubierto antes de que me convirtieran también en uno de vosotros —se lamentó Bertram, quedando algo absorto en sus pensamientos.

—Quién sabe... Quizás estabas cerca de encontrarte con alguna evidencia de nuestra sociedad vampírica y te convirtieron para que no te fueras de la lengua —le espetó Erika sin medir la dimensión de realidad que sus palabras podían tener.


   Conforme terminó de pronunciar su última frase, Erika cayó en la cuenta de que no era nada descabellado lo que le acababa de decir.

—¿A quién le estabas siguiendo la pista, Bertram Kastner? —se preguntó ella a sí misma mientras observaba al vampiro que tenía a su lado—. Simplemente, podrían haberte matado para quitarte de en medio...



   Durante unos momentos en los que ninguno de los dos vampiros medió palabra alguna, un extraño silencio se apoderó del interior del vehículo. Erika comenzó a inquietarse al plantearse la posibilidad de que Bertram fuera capaz de estar leyendo sus pensamientos, provocando en él esa actitud de mutismo y cautela hacia ella. Seguidamente, le surgieron nuevos temores; como el que no fuera el vampiro novato que decía ser, sino alguien más peligroso para ella y sus camaradas. ¿Sería realmente un infiltrado de Niels Rainath? ¿Estaría haciendo bien en llevarlo a Kreuzungblut? ¿Y si todo fuera una estratagema para poder entrar allí y asesinar al vampiro que vivía en ese lugar?


   Sin embargo, antes de intentar confirmar sus sospechas, su preocupación se desvió hacia lo que veía a través del cristal del vehículo.

—Bertram... —le reclamó con una voz un tanto dubitativa y asustada.


   Aunque éste permanecía impasible, ignorando la llamada de Erika.

—¡Bertram! ¿¡Qué haces!? ¡Nos vamos a salir de la carretera! —gritó al ver que estaban invadiendo el carril contrario.


   A pesar de los llamamientos para que reaccionara, éste seguía sin escucharla. Erika se percató de que su cuerpo no se había movido ni un ápice en todo el tiempo que había permanecido callado. Ante eso, se abalanzó sobre el volante y lo giró hacia ella para evitar chocar con las vallas de madera que delimitaban el camino. Ese movimiento provocó que Bertram despertara de su trance, haciendo que el coche diera varios bandazos antes de conseguir frenarlo.

—¿¡Qué pasa contigo!? —le inquirió Erika bastante sobresaltada, después de haber estado a punto de tener un accidente.

—Lo... lo siento. Mi mente se ha quedado en blanco —se excusó Bertram totalmente apurado al ser consciente del peligro que habían corrido, notando como su mente había sufrido una laguna temporal—. No sé qué me ha pasado.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —le cuestionó Erika, aún irritada y sin dejar de observarle.


   Utilizando sus habilidades sobrenaturales, pudo ver alrededor de él un aura blanca con varias trazas anaranjadas que se agitaban a un ritmo muy acelerado, pero con cierto compás. En parte, el ver esa tonalidad de luz que envolvía al vampiro le transmitió algo de tranquilidad, al significar para ella que Bertram no era una amenaza tal y como se había estado planteando unos instantes atrás. Aunque, por otro lado, comenzó a preocuparle el hecho de que hubiera algo afectando a la mente de su acompañante.

—Creo que ayer le ocurrió algo parecido antes de ir a pedir las copas de sangre. ¿Habrá alguien provocándole estos problemas? ¿O será por algo que hemos dicho? —se planteó Erika, intentando recordar la conversación del día anterior.


   Por su parte, Bertram respiró hondo, como si aún necesitara de aire para vivir, y se dispuso a arrancar de nuevo el coche.

—Creo que estaba pensando en alguna de esas visiones que te comenté —le reveló a Erika, intentando buscarle una explicación a su comportamiento—. Pero mejor te las cuento cuando lleguemos a nuestro destino para no distraerme más.

—Espera un minuto. ¿Estás seguro de que no te volverá a ocurrir? —le preguntó ella con plena desconfianza—. Puede que haya alguien que esté interfiriéndote, por lo que no es seguro para los dos que sigas conduciendo.

—No te preocupes, me centraré en la carretera y procuraré ir más despacio para poder reaccionar a tiempo ante el más mínimo síntoma que vuelva a experimentar —le trató de convencer Bertram.

—Insisto, estamos en una zona boscosa con grandes pendientes a ambos lados de la carretera —le recordó Erika con tal de hacerle ver el gran riesgo que corrían—. Déjame conducir a mí. Además, tienes que contarme lo antes posible esas visiones que has tenido, por lo que pudiera pasar.


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De nuevo, Bertram tiene que tomar una decisión ante lo que le plantea Erika. ¿Le cederá el volante del taxi a ella?

A) No, aunque aprovechará que aún están detenidos para contarle la visión que tuvo sobre su casa y su familia.
B) No, comenzará a acelerar, aunque le contará la visión de su familia mientras él conduce.
C) Sí, se bajará del coche para poder intercambiar los puestos y, una vez en marcha, contarle la visión a Erika.
D) Sí, aunque aprovechará para contarle la visión a Erika mientras están fuera del taxi.
E) Propone hacer el resto del camino andando y poder hablar tranquilamente.

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Bertram Kastner (26) - Vulnerable

Esta es la continuación directa del capítulo Bertram Kastner - 25. Bertram había caído inconsciente al oír hablar de su investigación y su v...