sábado, diciembre 30, 2017

Bertram Kastner (14) - El fuego de la liberación

Aturdido tras el accidente de coche al intentar huir de Niels Rainath, Bertram despierta en el suelo del parking subterráneo sin reconocer a Niels ni Erika. Tras ayudar a ésta a salir del coche, dos vampiros secuaces de Niels llegan al lugar. Durante la pelea, Bertram bebe sangre de uno de ellos y observa una visión relacionada con el incendio de su casa familiar, lo que le deja aún más trastornado.

Esta es la 14ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. Y también en Twitter.

   De entre la multitud de pensamientos que se amontonaban en su cabeza, fue el recuerdo sobre su mujer y su hijo el que prevaleció sobre el resto. Anhelaba saber más de ellos y, principalmente, qué les habría podido pasar, teniendo en cuenta que vio su hogar en llamas. Aún no entendía cómo, pero algo en su interior le decía que para seguir averiguando qué había sido de su familia, debía volver a morder al mismo hombre en el cuello. Éste estaba aún delirando en el suelo, pese a los intentos de su compañero por sacarlo de ese trance.


   Sin pensárselo dos veces, Bertram le propinó una violenta patada al otro, pillándolo totalmente desprevenido, con la intención de tener vía libre hacia su víctima. A pesar de que el golpe recibido fue muy contundente, el secuaz de Niels pudo reponerse enseguida y adoptar una posición de defensa ante los siguientes ataques que pudiera recibir. Sin embargo, no tardó en percatarse de que Bertram no tenía intención de pelear con él. Se quedó perplejo al observar cómo el vampiro estaba ocupado de nuevo con el cuello de su compañero.


   Bertram reanudó la ingesta de sangre de su víctima, a la vez que ignoraba las insistentes advertencias de Erika para que no quedara de nuevo indefenso ante el matón. La secuencia que tanto necesitaba contemplar había vuelto a su mente.

—¿Qué has hecho con la mujer y el niño? —preguntaba en la visión el hombre al que Bertram estaba mordiendo.

—Ya están empaquetados y a buen recaudo —le respondió con cierta mofa el sicario que había salido de la casa en llamas—. Y los señuelos ya están en el horno.


   Ambos dibujaron en sus rostros una sonrisa de complicidad, acabando por romper en una fuerte carcajada. Para culminar el símil, uno de ellos se dedicó a simular mediante mímica que la casa en llamas era un gran horno de comida.

—Muy bien, en cuanto hayamos capturado al cabeza de familia, te avisaremos para que te deshagas de ellos —sentenció el protagonista de la visión.


   De repente, Bertram sintió cómo las imágenes volvían a desvanecerse bruscamente. El otro matón lo había agarrado, consiguiendo liberar de nuevo a su compañero. De nada servían los intentos de Bertram por soltarse de la constricción que ejercía el matón sobre él, ya que le comprimía el tronco con todo el poder de sus brazos. Incapaz de hablar por la presión sobre sus pulmones y el dolor que recorría todas sus costillas, sólo alcanzaba a agitar nerviosamente las piernas. En su situación, pudo observar cómo Erika se acercaba a ellos lo más rápido que podía, lastrada por sus heridas.

—¡¡Bertram, vámonos!! —le gritó Erika mientras hacía gestos con su mano.


   Una gran lengua de fuego surgida de la nada envolvió el cuerpo de Bertram, provocando el pánico en él y en el forzudo que lo agarraba. Instintivamente, éste lo soltó y salió despavorido para evitar prenderse con las llamas que giraban alrededor del vampiro. Por su parte, Bertram hizo amago de tirarse al suelo para intentar apagar el fuego que iba a consumirle en cuestión de segundos. Pero el contacto con la fría mano de Erika consiguió frenar ese impulso en el último momento. Una sensación de calma le reveló que las llamas de su cuerpo no eran reales.




   A la misma vez, Bertram logró recordar quién era ella. Su mente revivió en un instante los recuerdos de la reunión junto a Garet y los del incidente con las copas de sangre. También, la persecución a través de los pasillos del Elíseo y del garaje donde se encontraban. Fue consciente de que el vampiro que había encontrado atrapado entre el coche y la pared, el temible Niels Rainath, había provocado el accidente mientras que Erika y él intentaban huir.

—¡¡Detenlos!! ¡¡El fuego lo ha creado ella!! ¡¡No es real!! —exclamó Niels al acobardado matón mientras a duras penas conseguía incorporarse.

—¡Hemos de salir de aquí ya! —exclamó Erika muy agobiada, tirando de Bertram con su mano—. Niels no tardará en alcanzarnos como no nos alejemos de sus garras.


   Bertram salió del trance en el que estaba sumido y se centró en lo que estaba ocurriendo a su alrededor. A pesar del lamentable estado en el que se encontraba Niels, prefirió no enfrentarse a él. Tras dar una profunda inspiración y notar que tenía los huesos del tórax de una pieza, sacó fuerzas de su interior y cargó con Erika a cuestas. Inmediatamente, comenzó a correr para alejarse de la zona del accidente, sin resentirse por llevar un cuerpo cargado. Casi sin darse cuenta, había conseguido llegar al exterior del aparcamiento en apenas unos segundos.


   Extrañado por su gesta, se detuvo en mitad de la calle, intentando situarse. Su cuerpo aún seguía acelerado, bombeando sangre hirviente hacia sus piernas. Recordó la sensación de velocidad que experimentó cuando Trebet cargó con él por el pasillo y las escaleras del Elíseo.


   De repente, una ambulancia frenó a escasos centímetros de ellos, dando rienda suelta al sonido del claxon y llevándose ambos vampiros un susto tremendo. Sin dejar a Erika en el suelo, Bertram se apartó a un lado y el vehículo reanudó su marcha, llevándose la correspondiente reprimenda por parte del conductor.


   Mientras que se descolgaba de los brazos de Bertram, Erika divisó un taxi que se acercaba a donde se encontraban.

—Subamos a ese taxi para alejarnos de aquí. No vas a poder correr a esa velocidad eternamente. —sugirió Erika señalando al vehículo.

—¿Y a dónde iremos? —le preguntó Bertram a la vez que hacía señales al taxista para que se detuviera ante ellos.

—A cualquier lugar, antes de que Niels nos vea aquí —comenzó a explicarle Erika—. Una vez que estemos a salvo, deberíamos ir fuera de Stuttgart. El líder de la ciudad me habló de un pueblo donde vive un aliado suyo que podría ayudar a ocultarnos. Allí estaremos más seguros y podremos analizar con más calma todo lo que está ocurriendo.


   El taxi se detuvo junto a ellos. Inmediatamente, Erika saludó al conductor mientras abría la puerta del vehículo para subirse.



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Y de nuevo, llega el momento de decidir qué hará Bertram.

A) Acepta la opción que le propone Erika y sube al taxi para escapar al lugar que le ha comentado ella.
B) Sube al taxi, pero decide que es mejor ir a casa de su amigo Alger, ya que no quiere abandonar la ciudad.
C) Cierra la puerta del taxi y decide esconderse por la zona para volver al cuartel general de los vampiros. (Explicar por qué)
D) Una vez que Erika está a salvo en el taxi, corre de nuevo hacia el garaje para enfrentarse directamente a Niels Rainath y obtener más información sobre su familia.



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