sábado, marzo 30, 2024

Bertram Kastner (25) - Morder o ser mordido

Esta es la continuación directa del capítulo Ingrid Kastner - 1.

Este capítulo forma parte de la historia interactiva Bertram Kastner: El Origen Olvidado, protagonizado por Bertram. Al final de esta entrega, podrás elegir qué decisión tomará el protagonista a continuación.




   Con todo lo que Jünaj le había contado sobre los vampiros, Ingrid no debería haberse sorprendido al ver cómo su marido volvía a mostrar signos de vida. No dudó ni un segundo en abrazarlo con fuerza mientras que lo ayudaba a incorporarse.

   —Ya me lo han contado todo, Bertram. Saldremos adelante, cariño —le dijo ella cerca de su oído. Aún le quedaba por hacerse a la idea de lo que suponía que su marido fuera un vampiro, pero decidió dejar esos remilgos para más adelante.


   El anfitrión ayudó a que la pareja se pusiera en pie mientras que los hermanos y Erika permanecían expectantes a que continuara la conversación. Jünaj había vivido de cerca las numerosas traiciones cometidas por su otro hermano de sangre, por lo que era consciente de las ínfimas posibilidades de rescatar al niño con éxito.

   —No quiero desanimaros, pero es cierto que la cosa no pinta demasiado bien para vuestro hijo. Sin embargo, haré todo lo que esté en mis manos para ayudar en su rescate. —Jünaj se lamentaba de no haber conseguido matar a Niels cuando tuvo la ocasión, aunque aquello le hubiera condenado a ser ejecutado de forma inmediata e ineludible. Rainath había sesgado demasiadas vidas inocentes a lo largo de los siglos como para seguir impune por más tiempo, por lo que el sacrificio hubiese merecido la pena.

   —¡Contad conmigo también! —saltó Balam eufórico—. Avisaré a todo el pueblo y juntos aplastaremos a ese demonio de una vez por todas.

   —Cálmate, Balam —Jünaj hizo que el joven frenara en seco antes de que saliera a movilizar a sus vecinos—. Si hacéis tal cosa, sea cual sea el resultado, entraréis en una guerra muy complicada con el resto de los de mi especie. Tomar esa decisión tan arriesgada le corresponde a vuestro padre y al resto del consejo.

   —¡Seguro que si acabamos con él, muchos vampiros nos lo agradecerán! —insistió Balam, totalmente convencido de que estaba en lo cierto.


   En silencio, Jünaj abrió de nuevo el sobre y le entregó la misiva a la pareja. Se les notaba afectados por la incertidumbre que se cernía sobre su pequeño.

   —Uno de los requisitos de Niels es que Bertram acuda a solas —les desveló Jünaj mientras observaban la carta con letras de color ocre.

   —¡Pero eso es un suicidio! —protestó Erika desde su asiento, consciente de que el vampiro novato no tendría nada que hacer contra Rainath—. ¡No podemos entregárselo en bandeja!

   —Y no lo haremos. Niels se encontrará con alguien más preparado y curtido de lo que espera —les anunció Jünaj con una enigmática sonrisa, confiado en que el plan que estaba maquinando descolocaría al enemigo.

   —Debería darme prisa si he de presentarme antes de que amanezca. ¿Cuánto se tarda en llegar al punto de encuentro? —Bertram echó un vistazo al reloj de su muñeca. Quedaba prácticamente una hora para el alba.

   —Si es cerca de donde me encontré con Ingrid, serían menos de diez minutos en llegar en coche —intervino otra vez Balam, sin querer renunciar a formar parte del plan—. Tengo que irme pronto a trabajar y me pilla de camino. Puedo acercarle hasta allí a la misma vez para ganar tiempo.

   —Bertram, antes de marcharte, tendríamos que solucionar lo de tus lagunas de memoria. Sería problemático el que te desmayes delante de Niels —le advirtió Jünaj, dándose la vuelta y dejándolos atrás—. Acompáñame, no tardaremos mucho en recuperar tus recuerdos olvidados.


   Mientras que Jünaj se dirigía hasta una puerta al fondo de la estancia, Bertram permaneció inmóvil, preguntándose qué era aquello de su pérdida de memoria a la que se refería su hermano. Ingrid le agarró del brazo, instándole a que confiara en él, por el bien del hijo que tenían en común. Caminaron juntos y con paso firme hacia el anfitrión. Tanto Balam como Itzel se acercaron también para no perderse ningún detalle de los planes del anfitrión.

   —Lo siento, los demás debéis permanecer aquí. Cualquier distracción provocaría que el ritual no salga como debería y que tardemos más tiempo del necesario en completarlo.


   Todos excepto Bertram volvieron junto a Erika. Los hermanos rechistaron para sus adentros y se quedaron con la intriga de ver cómo Jünaj desharía el bloqueo en la mente de su invitado. Aunque no formaban parte del consejo de sabios del pueblo, tenían el privilegio de asistir a muchas de las ceremonias y rituales gracias a la posición de su padre. Se esperaba de ellos que aprendieran los ritos transmitidos de generación en generación para poder perpetuarlos a sus descendientes. Pero no el de esa noche.

   —¡Conozco este lugar! —exclamó Bertram al ver el obelisco de piedra situado en el centro del patio. Se había visto encadenado a él durante la visión en la que Jünaj era juzgado. También reconoció el gran portón hacia el que se dirigían.


   Jünaj tiró de ambas hojas a la vez, abriéndolo sin apenas esfuerzo. Ante ellos, se presentaba una sala amplia, con dos hileras de columnas a los lados y una especie de altar al final. En los laterales había unas gradas con tres filas de asientos en tribuna. Sobre estas descansaban unos tapices que no terminaban de cubrir al completo los numerosos desperfectos de la madera. Bertram se sobresaltó cuando un hombre corpulento y entrado en años salió a recibirles.

   —Buenas noches, Jünaj. No te esperaba hoy por aquí. Mi hija me comentó que tenías invitados —El hombre miró de reojo a Bertram. No era frecuente ver a otros vampiros en Kreuzungblut. Y mucho menos, a uno que no formase parte del reducido círculo de confianza del anfitrión —. Ya casi he terminado con los preparativos del ritual para mañana.

   —Muchas gracias por todo, Ikal. Ahora vamos a utilizar el salón para realizar una comunión de sangre y espíritu, por lo que puedes retirarte —le anunció Jünaj, quedando expectante a su reacción.


   Antes de que Bertram pudiera preguntar en qué consistiría todo aquello, Ikal ya había puesto el grito en el cielo.

   —¡Dime que no estás hablando en serio, Jünaj!

   —Este hombre necesita rescatar a su hijo. El ritual que vamos a practicar es crucial para que pueda lograrlo...

   —¡Querrás decir este vampiro! —le interrumpió Ikal apuntando inquisitivamente con el dedo al invitado.

   —Bertram fue convertido por mi padre —prosiguió Jünaj sin alterarse ni un ápice—. Es un von Kleist como yo.

   —¡Y como también lo es Niels Rainath!

   —Confía en mí, viejo amigo. —Jünaj le plantó las manos sobre los hombros a Ikal para intentar calmarlo—. No lo haría si no estuviera seguro de cuáles son sus intenciones y de todo lo que podemos conseguir.

   —Aún así, no estás en las mejores condiciones de llevar a cabo ese ritual. ¿Eres consciente de lo que te podría ocurrir?

   —Por supuesto. Y asumo el riesgo.


   Bastante irritado ante la aparente despreocupación de Jünaj, Ikal rechazó con un golpe las manos que éste tenía apoyadas en él. Bertram dio un paso atrás al percibir el aura de peligro que envolvía al hombre enfurecido. No parecía un vampiro como ellos, pero no podía evitar la inquietud que le provocaba su mera presencia. Antes, había sentido algo parecido con los hermanos Itzel y Balam, aunque a menor escala.

   —¡No te queda prácticamente nada de sangre! ¡Si al beber te deja vacío, tu espíritu será lo siguiente que absorba!

   —Si se diera el caso, Bertram contaría de primera mano con la ayuda de mi espíritu para hacer frente a Niels. Sin duda, eso le pillaría desprevenido y sería una estupenda oportunidad para acabar con él —desveló Jünaj para asombro del invitado, no así para Ikal.

   —¡Tu muerte significará el final del Concilio de Kreuzungblut, sentenciando el futuro de mi gente! —protestó Ikal enérgicamente—. ¡Echarás por tierra todo lo que has hecho por mi familia a lo largo de los siglos!

   —Mi padre se encargaría de mantener este espacio seguro para vosotros...

   —¿Y qué ocurrirá con Leyna y Elizabeth si ya no estás? —Ikal intentaba por todos los medios hacer que Jünaj entrara en razón y desistiera de su peligrosa idea.

   —Existe la posibilidad de que mi muerte las libere de la maldición que sufren por mi culpa. —Jünaj volvió a aferrarse a los hombros del alcalde—. Pero eso no va a ocurrir. No voy a morir.


   Sin más argumentos con los que atacar, Ikal resopló a la vez que alternaba su mirada de un vampiro a otro. Bertram se sentía intimidado por el temperamento de ese hombre que casi le doblaría en edad; también en tamaño. No sería capaz de apostar por quién saldría victorioso ante un eventual enfrentamiento físico entre Jünaj y él. Y preferiría no tener que presenciarlo. Se preguntó si los desperfectos que había en las gradas y en las columnas estarían relacionados con alguna trifulca previa entre ambos.

   —Viendo que no puedo convencerte, te pido que tomes mi sangre para...

   —No puedo alimentarme de ti. No hay tiempo. Niels ejecutará a su hijo si él no aparece antes del amanecer. —Las palabras de Jünaj estremecieron a Bertram, quien volvió a mirar su reloj para recuperar la noción del tiempo.

   —¡Muérdeme directamente! —le inquirió Ikal dejando a la vista el cuello.

   —No haré tal cosa —negó Jünaj con una sonora rotundidad y frunciendo el ceño.

   —¡No tendrás más remedio que hacerlo, por tu bien y el de mi pueblo! —Ikal extrajo un cuchillo de su cinturón y lo llevó hasta su propia yugular empuñándolo con ambas manos.

   —Detente, Ikal. Suelta esa hoja ahora mismo.


   Con los brazos temblorosos, el hombre intentaba resistirse a las órdenes de Jünaj, quien mantenía la mirada clavada en él. Lentamente, sus dedos fueron liberando el arma, que tintineó al golpear el suelo de piedra. Afectado por la derrota, Ikal cayó de rodillas con los ojos empañados en lágrimas. El anfitrión se agachó ante él tras alejar el cuchillo con una patada.



   —Desde muy joven has demostrado con creces tu capacidad de afrontar con acierto cualquier adversidad. Tu muerte, y no la mía, sería una pérdida irremplazable para todo Kreuzungblut. —El tono de Jünaj volvía a ser conciliador—. No temas por mí. Haré todo lo posible por volver de una pieza y seguir ayudándote a ti y a los tuyos.

   —Está bien, pero ante el más mínimo peligro, intervendré —prometió Ikal de nuevo en pie, dándose un fuerte golpe en el pecho.

   —Cuento con ello, amigo —le respondió con un gesto de agradecimiento mientras que también se levantaba.


   Para Bertram supuso un alivio el que ambos hubieran logrado aplacar sus nervios sin que nadie resultara herido. Jünaj se acercó a él, instándole a que dejara su cuello al descubierto. Él hizo lo propio despojándose de su abrigo.

   —Como bien ha advertido Ikal, existe el riesgo de me dejes vacío de sangre y absorbas mi espíritu. Para evitarlo, tomaré yo la iniciativa y morderé tu cuello en primer lugar —le anunció Jünaj, a la vez que asentía hacia Ikal.

   —¿Qu-qué es eso de que me vas a morder? —Bertram se puso a la defensiva, protegiéndose la yugular.

   —Para que funcione esta comunión, debemos clavarnos los colmillos mutuamente en el cuello.

   —¿Cómo? ¿Es humanamente posible hacer eso?

   —Para nosotros, lo es —le respondió el anfitrión, balanceando la cabeza de un lado a otro—. Conviene que aprendas a no quedarte anulado por el mordisco de otro vampiro. Esta es una buena ocasión para conseguirlo. Cuando sientas mis colmillos, no te relajes, despierta tu bestia interior y respóndeme hundiendo los tuyos en mi cuello.

   —E-espera, no creo que esté preparado para hacer esto. —Bertram comenzó a retroceder temeroso, pero sin apenas darse cuenta, Jünaj ya lo tenía agarrado.

   —Tranquilo, si no eres capaz de reaccionar, no tardaré en liberarte para intentarlo de nuevo. Ahora, concéntrate.


   Dos pinchazos en su yugular le provocaron un dolor agudo que seguidamente se volvió placentero. Ya había experimentado una sensación similar cuando Niels les atacó al tratar de huir en el coche de Erika. Se dejó llevar por el disfrute que le provocaba el mordisco de Jünaj, siendo incapaz de seguir sus instrucciones. Se limitó a cerrar los ojos y dejarse llevar.


   No tardó en trasladarse a un tiempo y lugar diferentes, dentro de los recuerdos de su hermano de sangre. A malas penas llegaba el resplandor de unas antorchas al lugar donde permanecía sentado; suficiente como para ver que no estaba solo. Los eslabones de una cadena zurrieron cuando levantó sus brazos atrapados por unos grilletes.

   —Mira, ya se ha despertado el asesino del recaudador —advirtió uno de los prisioneros.

   —¿A-asesino? Yo no he matado a nadie. ¡No soy un asesino! —contestó Bertram, sintiendo en primera persona los temores de Jünaj al verse encadenado.

   —De nada te servirá hacerte pasar por inocente. Los que estamos encerrados en este subterráneo de los calabozos ya estamos más que sentenciados —añadió otro de los cautivos.

   —¿Se-sentenciados? ¿A-a morir? —preguntó Bertram asustado.

   —Eso es lo que desearás en cuanto László «el Szadista» comience a torturarte —le advirtió el segundo soltando una carcajada nerviosa.

   —De nada servirá confesarte culpable para librarte de él. —Su compañero de celda era consciente de los horrores que se perpetraban al otro lado de la puerta que se intuía al fondo.


   Los gritos de alguien cuya boca parecía estar amordazada interrumpieron la conversación. Bertram trató de retroceder todo lo que sus ruidosas ataduras le permitían, pero su espalda chocó contra un muro de piedra fría y húmeda.

   —¿Crees que el pobre Paskal sobrevivirá a este envite? —le preguntó uno de los prisioneros al otro.


   En ese momento, Bertram sintió cómo unas manos tocaban sus hombros, las cuales, de alguna manera, lo rescataron de esa lúgubre mazmorra y lo devolvieron frente a Jünaj. Sus ojos color añil denotaban cierta preocupación.

   —Te has quedado completamente absorto con mi mordisco. Sé que no es sencillo, pero es muy importante que aprendas a reaccionar bajo esa situación. Niels no dudará en morderte para sacarte toda la información que pueda. —El anfitrión giró la cabeza hacia el padre de Balam e Itzel, quien no les quitaba el ojo de encima—. Vamos a necesitar una silla. Ikal, por favor, ¿podrías acercarnos una?


   El alcalde de Kreuzungblut dudó de las intenciones del anfitrión, preguntándose en qué ayudaría el contar con una silla. Finalmente, accedió a su petición. Por su parte, Bertram seguía asimilando la visión que había tenido sobre Jünaj. Se preguntaba cuánto tiempo habría pasado desde aquello y si realmente habría cometido aquel crimen del que le acusaban.

   —Bertram, vamos a volver a intentarlo. ¿De acuerdo?


   Éste asintió, recordando que la supervivencia de su hijo dependía del éxito de aquel ritual. A fin de cuentas, el mordisco de Jünaj no había sido tan doloroso como lo fue el de Niels Rainath. En verdad, deseaba sentir de nuevo ese placer casi orgásmico.

   —Ahora bien, ¿quieres que te muerda yo para que intentes resistir el trance de nuevo? —Jünaj hizo una pausa para mirar de reojo a Ikal, que se encontraba en un rincón de la sala cargando con una butaca—. ¿O nos ahorramos el entrenamiento y eres tú quien clave sus colmillos primero?


Siguiente


Bertram está dispuesto a seguir adelante con el ritual, pero la decisión de quién llevará la iniciativa en ese segundo intento está en sus manos. ¿Por cuál de las dos alternativas optará Bertram?

A) Pedirle a Jünaj que le vuelva a morder para intentar resistir el efecto del mordisco, de cara al momento en que se vuelva a encontrar con Niels Rainath.
B) Tomar la iniciativa llevar a cabo el ritual cuanto antes, a riesgo de que Jünaj no pueda reaccionar y se quede sin sangre.

Deja un comentario con la opción elegida. Puedes desarrollar tu respuesta si lo consideras oportuno.




domingo, marzo 24, 2024

Ingrid Kastner (1) - Falsos recuerdos

Esta es la continuación directa del capítulo Betram Kastner - 24, protagonizado por Ingrid Kastner.

Forma parte de la historia principal de Bertram Kastner: el Origen olvidado, narrado desde la perspectiva de Ingrid Kastner. Al ser una historia interactiva, puedes participar en los comentarios decidiendo los siguientes pasos del protagonista.








   Ingrid no era consciente del debate interno en el que su marido se veía envuelto. Tras obtener el beneplácito del anfitrión, Bertram trataba de decidirse por cómo le revelaría tal cosa a su mujer. No todos los días se descubre que los vampiros existen en realidad. Y mucho menos, que tu pareja ha sido convertida en uno de ellos.

   —Ingrid. —Bertram extendió sus manos, buscando encontrarse con las de ella. Ambos se miraron directamente a los ojos mientras entrelazaban sus dedos. Ella permanecía expectante por su respuesta. Y él anhelaba que lo creyera—. Ahora soy un vampiro.


*****

   Tan solo habían transcurrido unas pocas semanas desde el inicio del primer año de carrera. Aquella mañana, Bertram e Ingrid compartían la misma mesa en la sala de estudio de la universidad. Los dos buscaban la luz que se filtraba durante las primeras horas del día a través de los ventanales contiguos para enfrascarse en el contenido de sus pilas de apuntes. Valoraban el esfuerzo que habían hecho sus familias para poder enviarles a estudiar a Stuttgart, por lo que se habían tomado en serio el curso desde el principio para no defraudarles. Quizá por eso, no habían hecho el ánimo de reparar el uno en la otra en ninguna de las ocasiones donde ya habían sido compañeros de estudio. Sin embargo, el destino llevaba un tiempo encaprichado en que por fin se conocieran.




   Una fuerte ráfaga de viento empujó los cristales de las ventanas, abriendo de golpe un par de ellas y creando un gran remolino de folios sobre la mesa de los dos aplicados estudiantes. En un primer momento, intentaron atrapar las cuartillas de apuntes que volaban caóticamente por encima de sus cabezas, descuidando las que aún no habían alzado el vuelo. Les faltaban brazos para hacerlo y rápidamente optaron por cortar el problema de raíz. Simultáneamente, consiguieron cerrar las enormes hojas de los traviesos ventanales y así dar fin al tremendo vendaval.

   —¿Cómo ha podido abrir esto el viento con lo que pesa? —preguntó Bertram a la vez que se aseguraba de que el pasador quedaba totalmente encajado.

   —Menudo desastre —suspiró Ingrid viendo cómo los papeles se posaban desordenados sobre la mesa y el suelo de alrededor.


   Cuando ambos recuperaron el aliento, comenzaron a recoger los apuntes que tenían junto a sus pies. Perfectamente podía haber más de un centenar de papeles desperdigados.

   —¿Medicina? —se interesó Bertram al echar un vistazo a lo que tenía en sus manos.

   —No, enfermería —le respondió ella mientras intercambiaban algunas de las hojas— ¿Estás estudiando historia?

   —Periodismo. —Bertram miró el reloj de su muñeca—. Me temo que nos llevará un buen rato organizar todo esto. Son casi las diez y media...

   —¿¡Las diez y media!? —se sobresaltó Ingrid—. ¡Te-tengo un examen ahora mismo! ¡Pero no puedo dejar todos mis apuntes aquí!

   —No-no te preocupes, yo me puedo encargar de recogerlo todo y dártelos mañana —le ofreció Bertram—. Estaré aquí a esta misma hora.

   —¿Seguro que vendrás? Esos apuntes son muy importantes para el resto del curso y no puedo perderlos.

   —Puedes confiar en mí. Yo nunca te mentiría. Estaré aquí sin falta. Palabra de Bertram Kastner.


   Ella le agradeció el gesto asintiendo. Ambos se sostuvieron la mirada durante un momento, mientras que sus corazones parecían escapárseles del pecho. Latían con más fuerza y era como si sus ritmos se hubieran sincronizado. Ruborizados, desviaron la cabeza hacia otro lado al ser conscientes de lo que estaban sintiendo. Ingrid se apresuró en recoger torpemente el resto de sus pertenencias, mientras que el chico se golpeaba la cabeza con el borde de la mesa al intentar recuperar algunas de las hojas esparcidas por el suelo. Antes de perderse tras las estanterías repletas de libros, ella se giró hacia él.

   —Yo soy Ingrid Schwarz. Gracias otra vez, Bertram. Nos vemos mañana.


   Al día siguiente, él la esperaba sentado en el mismo sitio. Ingrid pudo recuperar sus apuntes perfectamente ordenados, incluyendo una bonita carta escondida en su interior. Desde entonces, lo de guardarse el sitio para estudiar juntos y deslizarse notas de amor mutuamente se volvió una tónica habitual, fraguándose irremediablemente una sólida relación entre ambos.


   De nada le sirvieron a Gretchen Ruybal sus intentos por pescar a Bertram, a pesar de tener su propio idilio con Alger Furst y otros tantos compañeros de carrera. La pareja pudo soportar los años en los que él estuvo destinado en Munich por el servicio militar y ella hacía las prácticas de enfermería en Vennysbourg, conformándose con mantener el contacto por correspondencia y aprovechar los escasos permisos de fin de semana para verse unas pocas horas. Lo más complicado fue el tiempo en el que Bertram fue enviado como corresponsal junto a Alger para cubrir varios conflictos bélicos en el continente africano. Justo cuando esto último iba a comenzar a hacer mella en su relación, él volvió por sorpresa para pedirle matrimonio y no permanecer separados largas temporadas jamás. La confianza que se tenían los mantuvo unidos hasta el presente.


*****


   Ingrid estaba convencida de que su marido le ocultaba algo importante. Aquella respuesta tan inverosímil le contrarió, pero aún así mantuvo la calma. Nunca se les había dado el caso de tener que discutir por haberse mentido, aunque para todo debía existir una primera vez. Después de no haber tenido noticias de él en los últimos días, necesitaba averiguar la verdad. Apretó las frías manos de Bertram y continuó con su interrogatorio.

   —¿Gretchen tiene algo que ver con todo esto? —Conforme terminó de preguntar, se arrepintió de haber mencionado a la que era su amiga. Sí, sabía de sus intenciones con Bertram, pero también que a él no le interesaba alguien como ella. Claro está, hasta entonces. Aún así, de ninguna manera podría estar ella involucrada el secuestro que sufrieron en casa la noche anterior. No, debía ser algo más gordo—. ¿Has molestado a alguien con tu investigación? —rectificó.


   Totalmente confundido, Bertram echó cuentas y determinó que la última vez que habló con Gretchen fue para felicitarle la Navidad. Para colmo, no veía ninguna conexión entre las pesquisas que estaba realizando sobre el no tan abultado desfalco en los presupuestos municipales de Vennysbourg y el haber sido convertido en un vampiro. Sin embargo, la sensación de que algo no encajaba entre todo aquello que recordaba volvió a sobrevolar su mente.

   —Bertram, dime, ¿qué te ha ocurrido en Berlín? ¿Has encontrado a ese doctor que estabas investigando? —insistió Ingrid, agitándole para hacerle reaccionar y devolverlo a la realidad.


   Durante unos instantes, una sucesión de imágenes inconexas y fugaces se desencadenó en la mente de su marido. Un intenso dolor brotó en su cabeza, llevándole a perder el conocimiento cuando ya no pudo soportarlo más.


   Todos los allí presentes quedaron impactados con el grito agónico de Bertram tras luchar contra algo que taladraba su mente y caer a plomo. Jünaj pudo llegar a tiempo para sostener a su nuevo hermano de sangre y salvarle de impactar contra el suelo. Ingrid no dudó en abalanzarse sobre su marido, comprobando que éste ya no respiraba y que no tenía pulso.

   —¡Bertram, despierta! —Afectada por los nervios del momento, la mujer intentaba reanimarlo con un brusco masaje cardiaco.

   —Detente, Ingrid —le indicó Jünaj con calma.


   Hasta ese momento, Ingrid no se había interesado en la persona que tenía justo delante. Pero quedó cautivada al escuchar su voz, deteniendo su empeño por revivir a Bertram. Su respiración quedó entrecortada cuando sus ojos se encontraron con el color añil de los de Jünaj. Había algo misterioso en él que le fascinaba, aunque no acertaba a averiguar el qué.

   —¿Qui-quién eres tú? —se atrevió a preguntar ella.


   Itzel dejó escapar una risa pícara al ver cómo el anfitrión había provocado que Ingrid cayera rendida a sus pies sin pretenderlo. No estaba acostumbrado a tratar con gente de fuera y no le tenía tomada la medida a su gran magnetismo, propio de un vampiro con varios siglos a sus espaldas. De inmediato, Balam chistó a su hermana para que se abstuviera de ese tipo de reacciones. No quería que Jünaj se molestara por segunda vez con ellos, después del comentario despectivo hacia los vampiros que se le había escapado antes a él. Temía que la máxima autoridad de Kreuzungblut pudiera pedirle explicaciones al alcalde del pueblo sobre la falta de modales de sus hijos.

   —Disculpa, no me he presentado. Mi nombre es Jünaj. —Consciente del estado en el que se encontraba Ingrid, éste le ofreció la mano de forma cortés. Aunque su educado saludo ocultaba otras intenciones.


   Sin hacerle esperar, Ingrid tomó ciegamente la mano del vampiro. En el preciso momento en que sus dedos rozaron la palma de la mano de Jünaj, toda aquella obnubilación se desvaneció. Un tanto confundida por la situación, pudo fijarse en cómo los colmillos le asomaban por encima de su labio inferior.

   —Lo que te ha contado Bertram es cierto. Ahora, es un vampiro, al igual que yo. —A través de su mano, Jünaj le transmitía una sensación de calma y paz que predisponía a Ingrid en asimilar todo lo que siguió contándole.


   Ella atendió pacientemente sin pronunciar palabra alguna. Se sentía aliviada al saber que su marido no le había mentido, pero no podía evitar pensar en todo lo que supondría aquello. Hasta entonces, había considerado a los vampiros de las obras de ficción como unos monstruos despiadados y sedientos de sangre. Sin embargo, el que tenía delante parecía una persona normal, obviando sus afilados colmillos retráctiles. Mientras que atendía a lo que le decía Jünaj, acariciaba delicadamente el pelo de su marido, deseando que llegara el momento en que se despertara.


   Al anfitrión no le parecía correcto utilizar sus poderes para leer y manipular la mente de los mortales a su antojo. Pero al percibir el sufrimiento de la mujer ante los últimos acontecimientos que había vivido, optó por hacer una excepción, tratando de mitigar su dolor y poner algo de orden en su maltrecha salud mental.

   —¿Es cierto que viajó a Berlín recientemente? —Jünaj necesitaba indagar en la vida de su hermano de sangre para terminar de confirmar sus sospechas.

   —Sí, viajó allí hace una semana. Pero tengo la impresión de que cuando le he preguntado por Berlín y su investigación, no sabía de qué le estaba hablando. Después, ha tenido esta crisis en su cabeza —le respondió ella, también intentando atar cabos.

   —Lo que le ha sucedido es uno de los posibles efectos que deja tras de sí un reemplazo de memoria. Cuando alguien así recibe estímulos que contradicen a los falsos recuerdos, su mente estalla hasta limpiar esos pensamientos que destaparían la mentira. —El vampiro estaba convencido de que tras esa manipulación de la memoria se encontraba su padre vampírico, aunque prefirió no desvelarlo a los allí presentes.

   —Eso explicaría porqué se quedó en blanco mientras conducía. —Apoyada en el marco de una puerta se encontraba Erika. El jaleo que había formado Bertram le había sacado de su letargo.

   —Me alegro de que te hayas recuperado. —Jünaj se incorporó para saludar a su invitada con una reverencia—. En tu estado, no contaba con que te despertaras esta noche. Gracias por darle de beber un poco de tu sangre, Balam.

   —Ah, no es nada. Erika movió los hilos necesarios para que pudiera entrar en el cuerpo de policía, por lo que de alguna manera estaba en deuda con ella —respondió el joven tratando de mostrarse humilde mientras le acercaba una silla.


   Erika le agradeció por partida doble a Balam mientras que tomaba asiento. Aún tenía una larga recuperación por delante de su cuerpo maltrecho, donde sus piernas se habían llevado la peor parte. Sintió curiosidad por saber qué hacía allí la mujer de Bertram, aunque se abstuvo de preguntar al no ver al niño junto a ellos y temerse lo peor.

   —¿No es ese el sello de Niels Rainath? —se interesó Erika, señalando el sobre que aún sostenía Jünaj.

   —Así es. Me ha hecho llegar esta carta en la que me solicita entregarle a Bertram a cambio de su hijo.

   —Sabrás que... —quiso advertirle ella, aunque Jünaj la detuvo haciéndole un gesto.

   —Conozco cómo se las gasta Niels en este tipo de intercambios. Pero no puedo impedir que esta familia trate de recuperar a su hijo al precio que sea.

   —¿Qui-quieres decir... que no va a liberar a... —susurró Bertram conforme se despertaba.



Siguiente


¿Cómo reaccionará Ingrid ante el despertar de Bertram?

A) Le abrazará, sin importarle que sea un vampiro.
B) Le preguntará de nuevo por su investigación en Berlín.
C) Se mantendrá a una distancia prudencial por miedo a lo que pudiera hacerle.

Elige una de las opciones y añade un comentario. Puedes incluir más detalles en tu respuesta si así lo consideras.




Bertram Kastner (26) - Vulnerable

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