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sábado, julio 01, 2023

Bertram Kastner (23) - Hermano mayor

Tras haber sido herido de muerte por un disparo certero de Niels Rainath, Jünaj consigue rescatar a Bertram y escapar bajo tierra. Ante la situación crítica del protagonista, Jünaj decide detenerse y servirle parte de su sangre para que pueda curarse y sobrevivir.

Esta es la 23ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.



   Las emociones de Bertram se descontrolaron súbitamente, sintiendo en su cabeza un baile discordante y agitado que transitaba entre la euforia, el miedo, la ira, la incomprensión, el placer, la confusión y la tristeza.

—¿Qué me está ocurriendo? —se preguntó Bertram intentando ponerle freno a lo que estaba experimentando—. ¿Qué mierda lleva esta sangre?

—Tranquilízate, se te pasará pronto —le indicó Jünaj tocando sutilmente su hombro con las yemas de sus dedos.


   En medio de aquél frenesí, Bertram sintió la necesidad de increparle por haberle abandonado a merced de Niels, provocando que hubiera estado al borde de la muerte. Pero justo cuando iba a soltar por su boca la serie de improperios que tenía preparada, se quedó paralizado al contemplar el rostro de Jünaj más de cerca.


   A pesar de estar envueltos en la oscuridad, la luz de la luna perfilaba sus rasgos y podía apreciarlos mucho mejor que cuando había conversado antes junto a la luz del quinqué. Pudo cerciorarse de que sus cabellos largos guardaban cierta armonía en su forma y que su vello facial lucía impecable, como recién salido de una barbería. Pero lo que más atrajo su atención fueron sus ojos color añil, con los que le transmitía una sensación de calma y serenidad.

—¡Ahora lo entiendo! Realmente no tenían intención de abandonarme definitivamente, sino que pretendía rescatarme de la forma más segura para ambos —divagó Bertram rememorando el momento en el que decidió retirarse—. Por eso me tuvo que decir lo de volver a vernos pronto y que me cuidara hasta entonces. Necesitaba llegar hasta mí sin levantar las sospechas de Niels ni de sus hombres con los rifles. ¿Y cómo habrá hecho para excavar un túnel tan rápido? No tiene las manos estropeadas por remover la tierra.

—¿Te encuentras mejor, Bertram? —se interesó Jünaj sin dejar de observarle.

—Y en la visión que he tenido mientras bebía su sangre, he podido ponerme en su piel y revivir una especie de juicio o condena. Si es cierto que está encerrado en este lugar y no puede abandonarlo, realmente está en desventaja frente a cualquier otro vampiro con malas intenciones. Y aún más siendo Niels su enemigo. Hace bien en guardarse de extraños... como yo... —admitió Bertram en su mente—. Pero aún así, ha decidido ayudarme dándome su sangre para poder recuperarme. Dios, ¡es lo mejor he bebido hasta ahora!


   Al ver que no reaccionaba a sus palabras, Jünaj se dispuso a levantarse. Para poder retirar sus rodillas, sujetó la cabeza recostada de Bertram y la acomodó con sumo cuidado sobre el lecho de hojas del suelo. Se puso en pie y comenzó a sondear los alrededores en busca de cualquier movimiento o ruido que pudiera suponerles una amenaza.

—Según lo que parece, Lothar von Schwaben es quien convirtió en vampiros a Niels y a Jünaj, por lo que podría decirse que son hermanos de sangre. Un momento, ¿y yo...? —continuó razonando Bertram, percatándose de las últimas palabras que le dedicó Niels Rainath después de dispararle.


   Ese pensamiento provocó que Bertram por fin volviera en sí. Desde su posición podía vislumbrar cómo su rescatador permanecía atento y vigilaba el entorno en el que se encontraban. Visto así, le parecía mucho más alto de lo que creía, además de que imponía mucho respeto. Pero al contrario de lo que le ocurría con Niels, éste no le intimidaba, sino que le atraía el halo de misterio y serenidad que transmitía.

—Gracias por salvarme la vida, Jünaj —le contestó por fin Bertram—. Aunque, por no contarle a Niels dónde está Lothar, los míos van a pagarlo con la muerte.

—Lo siento si tu familia está en peligro —le indicó Jünaj agachándose para hablar con él—. No te culpes por ello. Niels no es de los que cumplen su palabra, y menos habiendo gente inocente de por medio. Aunque hubieses colaborado con él, tu final y el de los tuyos sería el mismo.

—¡Pero no puedo permitir que les haga daño! Aunque no sé ni dónde están ni cómo puedo... —se lamentó Bertram.

—No quiero darte falsas esperanzas, pero en el pueblo hay quienes podrían ayudarte. Acompáñame y veremos qué podemos hacer —le declaró Jünaj ofreciéndole su mano para que pudiera incorporarse—. Además, aquí estamos en peligro. Aunque Niels ya no puede llegar hasta este lugar, sus hombres armados sí que podrían darnos algún susto.


   Sin pensarlo ni un instante, Bertram alargó su brazo para agarrar la mano tendida de Jünaj. Pero cuando sus dedos rozaron la palma de éste, Jünaj se deslizó hacia él y asió con fuerza su antebrazo, levantándolo al pegar un tirón hacia él. Inmediatamente, emprendió una marcha a gran velocidad a lo largo de un buen trecho del bosque, esquivando árboles y sorteando desniveles con ágiles y medidos saltos. Y todo ello, teniendo agarrado a Bertram, cuyas piernas no llegaban a tocar el suelo ni tampoco chocaban contra ningún obstáculo. A pesar de la brusquedad del medio de transporte, confiaba en llegar de una pieza.


   Enseguida, aparecieron en un núcleo de población con una veintena de casas, entre las que se erigía una fortaleza de piedra. Jünaj aminoró la velocidad hasta detenerse frente a la puerta de la edificación más imponente del lugar. Como acto reflejo, se giró hacia Bertram y lo sujetó con ambas manos para evitar que cayera al suelo por efecto de la inercia, mientras que éste se reponía del viaje.

—Ya hemos llegado. Eres bienvenido a mi hogar —le anunció Jünaj confirmando que su acompañante se encontraba en buenas condiciones—. Siéntete como en casa.


   Cuando Bertram terminó de tambalearse, Jünaj dejó de sostenerle. A continuación, se dirigió hacia la puerta y la abrió con un sutil empujón de sus manos. Tras hacerle un gesto amable a modo de invitación, Bertram accedió al interior. Se detuvo a contemplar la estancia que hacía las veces de recibidor, donde los ventanales parecían estar tapados por gruesos tapices que hacían juego con la alargada alfombra que cubría el suelo de piedra. La decoración era austera, aunque destacaba una majestuosa escalinata que permitía ir a las plantas inmediatamente superior e inferior. A un lado y a otro había varias puertas que llevarían a otras habitaciones y salas. De una de ellas, salió una chica que les había escuchado llegar.

—Buenas noches, Jünaj. Veo que finalmente has accedido a traer al forastero —comentó ella alegremente, refiriéndose a Bertram—. Bienvenido, mi nombre es Itzel.

—Gracias. Encantado. Yo soy Bertram —le respondió, devolviéndole el saludo, a la vez que intentaba discernir si se trataba de otra vampiro.

—¿Cómo se encuentra Erika? —le preguntó Jünaj, interesándose por el estado de su otra invitada.

—Aún no ha despertado, pero su cuerpo sigue regenerando las heridas gracias a la sangre de mi hermano —le informó Itzel—. Por cierto, me ha dicho que iba de nuevo al lugar del accidente por si necesitabas su ayuda.

—No me he encontrado con Balam, pero no debería tardar mucho en volver. En unas horas empieza su turno de trabajo en la ciudad —le comentó Jünaj—. Por cierto, voy a necesitar alimentarme. ¿Podrías avisar a tu padre para que se encargue mañana del ritual?

—Por supuesto. Se alegrará mucho cuando se lo cuente —asintió Itzel sonriendo al escuchar la petición de Jünaj—. Y seguro que será un espectáculo digno de ver.

—Gracias, Itzel. Nos retiramos un rato a mis aposentos —le indicó Jünaj señalando hacia las escaleras.


   Se despidieron de ella y el anfitrión le pidió a Bertram que lo acompañara hacia la planta de abajo. Todo estaba iluminado mediante la combinación de viejas lámparas de electricidad y las llamas de algunas antorchas encastadas en los soportes de las paredes. Al llegar a la primera puerta, Jünaj sacó de un bolsillo la llave que la abriría. Éste volvió a invitarle a pasar, apartándose del umbral e indicándoselo con un gesto de su brazo. Al fondo se escuchaba una voz femenina que empezaron a entender conforme se adentraron en la estancia.

—(...) donde los servicios de emergencias y la policía han certificado la muerte de dos hombres y una mujer, en el ya denominado como «el crimen de la ambulancia». Por el momento, solo se ha podido identificar al conductor de la ambulancia, del que únicamente ha trascendido que fue decapitado. Todavía quedan muchos interrogantes por esclarecer en las inmediaciones de la estación...

—Esta radio es mi único enlace directo con el mundo exterior —le confesó Jünaj conforme la apagaba—. De momento, la dejaremos descansar un rato.


   Habían atravesado el hogar, hasta llegar a una especie de despacho, donde además del aparato de radio, se encontraba un gran piano y varias estanterías cargadas de libros. La mayoría tenían las tapas desgastadas y parecía que había pasado más de un siglo desde que salieron de su imprenta. En contraste con el Elíseo de Stuttgart, el lugar carecía de lujos y exquisiteces, pero aún así parecía un lugar bastante acogedor y cómodo, siendo realmente parte de una prisión.

—Aguarda aquí. Te traeré algo de ropa oscura para disimular la sangre de tus heridas abiertas, antes de ir a hablar con los lugareños —le anunció Jünaj señalando a la carnicería que tenía en el pecho y que los jirones de su camisa ensangrentada apenas conseguían tapar.

—No consigo curar el último disparo de Niels, aunque siento que todavía tengo suficiente sangre en mi cuerpo —le contestó Bertram, observando el boquete que aún tenía en el tórax a la vez que desabrochaba los botones que aún quedaban sanos en la prenda.

—Has llegado al límite de tu curación por hoy. Necesitas dormir para que tu cuerpo pueda seguir regenerándose. Estarás como nuevo en un par de días —le aclaró Jünaj, volviendo con una caja metálica llena de vendajes y una pieza de ropa negra—. Ahora, siéntate en ese taburete.


   De forma automática, tomó asiento, además de acceder al resto de peticiones que Jünaj le formuló a continuación. Una vez que Bertram se había despojado de la camisa, levantó los brazos tal y como le había indicado su anfitrión. Éste comenzó a extender los vendajes alrededor de su tronco, cubriendo sus heridas, que no tardaron de empaparse con algo de sangre.


   Esa estampa le recordaba a las veces en que su hijo llegaba a casa con alguna herida que se había hecho jugando o al pasear en su bicicleta con ruedines. Él, como cualquier otro padre, se encargaba de consolar al niño y hacerle las curas botiquín en mano, cuando no estaba su mujer. Por supuesto no lo hacía tan bien como ella, al ser enfermera, pero su hijo quedaba igual de satisfecho y contento al final. Se preguntó dónde estarían ahora y qué podría hacer para rescatarles, si es que aún seguían con vida.

—Hay algo que me gustaría preguntarte, Bertram Kastner —le sorprendió Jünaj, interrumpiendo sus pensamientos—. ¿Qué has visto cuando has bebido mi sangre?




En ese momento, ¿qué decide hacer Bertram?

A) Le cuenta todo sobre la visión, ya que es algo que pertenece al pasado de Jünaj.
B) Prefiere contarle otra visión de las que ha tenido previamente y ocultarle lo que vio. Indicar cuál.
C) Le miente, contestando que no ha tenido ninguna visión mientras bebía su sangre.
D) Le pregunta que cómo sabe que tuvo una visión en ese momento.
E) Le reclama que en ningún momento le indicó su apellido y le cuestiona que cómo puede saberlo.

Elige hasta dos opciones y deja una respuesta con ellas. La combinación de las dos más votadas dará forma a la continuación de la historia. En cualquier caso, puedes incluir más detalles en todas ellas.

Como ayuda, los posibles recuerdos de la opción B son:
B1) Secuaz de Niels - Casa ardiendo
B2) Niels Rainath - Encuentro con Volker Banach
B3) Alger Furst - Conversación telefónica con Gretchen
B4) Víctima desconocida en Vennysbourg



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sábado, junio 24, 2023

Bertram Kastner (22) - Última voluntad

Sin haber logrado convencer a Jünaj para permitir su acceso a Kreuzungblut, Niels Rainath irrumpe en el lugar donde se encuentra Bertram. Tras amenazarles con disparar su armas, Jünaj abandona a Bertram a su suerte.

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   Haciéndose de rogar ante Niels Rainath, Bertram se tomó unos segundos para ponerse en una postura más favorable a la hora de intentar alcanzar la pistola olvidada. Una vez que creyó que el momento adecuado había llegado, se impulsó hacia adelante y pegó un salto muy medido, aterrizando con los brazos estirados y pudiendo agarrar el arma sin ningún contratiempo. Los dedos de sus manos se amoldaron rápidamente a ella, apuntando hacia su enemigo y presionando el gatillo sin más dilación.


   Pero algo faltaba en toda esta sucesión de acciones: la detonación del disparo. Volvió a apretar el gatillo, obteniendo el mismo chasquido tímido. Y conforme más veces lo intentaba, la desesperación y angustia se apoderaban de él. Fue la gran carcajada en la que estalló Niels al ver sus inútiles intentos por accionar el arma la que detuvo el empeño de Bertram por cumplir su plan.

—Eres muy ingenuo si creías que te iba a permitir que me disparases tan fácilmente —se burló Niels, apuntándole con su revólver y señalando con la linterna al hombre que estaba tendido en el suelo—. Mientras venía hacia aquí, escuché cómo Ernest efectuaba trece disparos en total. Estaba totalmente convencido de que la pistola estaba vacía, ya que su cargador sólo tiene espacio para doce balas. He de reconocer que no he intervenido antes para poder deleitarme con la cara de derrota que pondrías.

—Joder. ¿Cómo iba a imaginarme esto? —se dijo a sí mismo Bertram, mirando con incredulidad el arma que había arruinado su único plan de supervivencia—. ¿Y ahora qué hago?

—Así pues, ¿unas últimas palabras antes de abandonar este mundo, Bertram? —le inquirió Niels, manteniéndole en el punto de mira de su revólver.

—Sí, ¡vete al infierno! —le gritó Bertram, a la vez que le arrojaba la pistola inservible con todas sus fuerzas y rabia.


   Con un movimiento instantáneo de su brazo, Niels rechazó el objeto con la linterna que portaba, acabando ésta destrozada. Y antes de que el arma cayera al suelo y quedada perdida entre la maleza del bosque, apretó el gatillo de su lujosa pistola.


   De nuevo, Bertram pudo percibir todo su entorno a cámara lenta, viendo cómo la bala se acercaba de lleno a su pecho. Pero, a diferencia de lo que había ocurrido en el taxi, su cuerpo ya no respondía a sus órdenes de esquivarla. Paralizado, notó cómo el proyectil tocaba su piel, quemándola por el calor adquirido. Enseguida, comenzó a escarbar en su carne para introducirse de lleno en su tórax, expulsando sangre a presión a través del orificio de entrada. Finalmente, sin encontrar ninguna resistencia ósea, la bala perforó su espalda y escapó de su cuerpo, dejando tras de sí una herida de gran consideración y una lluvia de salpicaduras rojas.


   Cualquier humano estaría sentenciado a muerte tras recibir un impacto de tal calibre y precisión. Y, aunque su naturaleza vampírica le permitía sobrellevar las heridas de bala, en esta ocasión, su cuerpo parecía haber llegado al límite. Sin ofrecer ninguna resistencia, se dobló hacia atrás debido al empuje del proyectil, quedando apoyado sobre sus rodillas y con la espalda a escasos centímetros de tocar el suelo. Sus brazos quedaron colgando inertes, como si de una marioneta se tratara, con los dedos de las manos mezclándose entre las briznas de las plantas y la tierra. Y su cuello arqueado dejaba a su cabeza mirando hacia el cielo, vomitando un cúmulo de sangre por la boca.

—Aquí se acaba tu ridícula epopeya, Bertram Kastner —declaró Niels Rainath guardando el arma del crimen en un bolsillo de su chaqueta—. Ya no nos darás ningún quebradero de cabeza más. Pero antes de convertirte en polvo, me revelarás con tu sangre todo lo que quiero saber.


   Intentando recomponerse, Bertram sólo fue capaz de tambalear su cabeza, pudiendo ver con su mirada borrosa cómo Niels se aproximaba a él.

—No... no te acerques a mí —pronunció Bertram consumiendo sus últimas fuerzas para hablar.


   La sonrisa maquiavélica de Niels se desdibujó de inmediato de su rostro, a la vez que detenía su avance.

—¿Cómo demonios eres capaz de hacerme esto? —le preguntó Niels sorprendido e indignado, haciendo un gran esfuerzo por dar el siguiente paso—. Por mucho que también seas descendiente directo de Lothar, mi antigüedad es superior, además de que tu estado es lamentable. ¡No deberías poder doblegarme así!


   Inmediatamente, Niels Rainath cayó impulsado hacia atrás, como si hubiera recibido un gran golpe de un oponente invisible.

—No, ¡Jünaj! —exclamó conforme se incorporaba y miraba agitado a un lado y a otro—. ¡Muéstrate, salvaje cobarde!


   Bertram ya no era capaz ni de esbozar una sonrisa al escuchar que Jünaj había vuelto para enfrentarse a Niels. De repente, notó cómo unos brazos le envolvían desde su espalda y unían sus manos sobre el boquete de la herida que tenía en el pecho. A continuación, tiraron de su cuerpo hacia el suelo, comenzando a hundirlo lentamente en la tierra. Poco a poco, percibía cómo su carne se convertía en un conglomerado que se fundía con el suelo del bosque.


   Ya no podía ver nada, pero sí escuchar el sonido de numerosos disparos cuyos impactos hacían vibrar la tierra que tenía encima. Su cuerpo, o una esencia de él, seguía siendo arrastrado hacia las profundidades del suelo, guiado por Jünaj. Como si se tratase de un rescate marítimo, éste comenzó a desplazarse en horizontal, alejándose del lugar en el que se encontraba Niels Rainath.


   Posiblemente habían transcurrido más de dos horas desde que se habían adentrado en subsuelo forestal, pero la distorsionada percepción del espacio y tiempo de Bertram no era capaz de confirmarlo. Su nivel de consciencia era intermitente, pero llegó a un punto en el que sentía cómo su propia existencia se iba desmoronando y desvaneciendo lentamente. De inmediato, ambos vampiros emergieron violentamente a la superficie, expulsando varios puñados de tierra alrededor de ellos. Jünaj comprobó con cierta preocupación el estado del maltrecho cuerpo de Bertram y acomodó la cabeza de éste sobre su regazo.

—Me alegro de volver a verte, Bertram —le reconoció en voz muy baja y manteniendo el contacto visual—. Ahora, bebe algo de mi sangre, o de lo contrario no tardarás en morir definitivamente.


   El cuerpo de Bertram comenzó a convulsionar a la vez que sus extremidades se volvían raquíticas y rígidas. Rápidamente, Jünaj clavó sus colmillos en su propia muñeca, abriendo dos hilos de sangre densa que dispuso para que cayeran dentro de las fauces de Bertram. Éste, tardó unos segundos en reaccionar, tragando de golpe todo lo que se había acumulado en su boca y moviendo su mandíbula de forma similar a un pez, como si de esa manera fuera a conseguir más sangre.

—Cálmate, te vas a recuperar. He logrado pillarte a tiempo —murmuró Jünaj moviendo su brazo para seguir dirigiendo los chorros de sangre y que ésta no se derramara fuera debido a la agitación de éste.


   Bertram sentía cómo el líquido vital recorría su cuerpo, reviviendo las venas y arterias que habían colapsado hacía unos instantes. La carne abierta alrededor de sus heridas parecía cobrar vida propia y tímidamente empezaba a regenerarse al ritmo de pequeños espasmos y temblores.


   Pero su cuerpo no fue lo único que sufrió una explosión de vitalidad, ya que su mente se llenó de ese color azul cielo que tanto anhelaba y que brillaba de forma vibrante ante él. Enseguida, dio paso a una visión que discurría en una especie de patio de lo que parecía una fortaleza medieval. Sujeto con grilletes en sus tobillos, muñecas y cuello, Bertram se encontraba de rodillas anclado a un obelisco de piedra en el centro del enclave. Iba ataviado con unos harapos blancos y empolvorizados, como si se tratara de un prisionero o un esclavo.



   Desde allí, alzó la vista y pudo contemplar un cielo nocturno prácticamente despejado, en el que se apreciaban algunas constelaciones de estrellas. Sin embargo, pronto se percató de no ser él quien estuviera moviendo su cuerpo. Tal y como le había ocurrido en otras ocasiones que bebía sangre, parecía estar rememorando las vivencias de alguien en primera persona.


   De repente, uno de los portones que daban acceso al patio abrió sus hojas violentamente, estremeciendo los muros y las losas del suelo de piedra. Alguien irrumpió desde allí, alzando la voz y notablemente irritado.

—No creas que tu intento de asesinarme te va a salir gratis, maldito salvaje —le sentenció de forma airada Niels Rainath, acercándose a él con paso decidido y firme.


   Antes de lo que esperaba, Niels ya estaba ante él, deteniéndose y propinándole un violento puñetazo en la cara. Sin ninguna resistencia ni oposición, encajó el golpe, saliendo despedido hacia un lado y siendo frenado por las cadenas chirriantes de los grilletes que agarraban su cuerpo.

—¡Niels, la decisión ya está tomada! —retumbó una voz desde el arco de la puerta—. No castigues a tu hermano por tu cuenta.

—¡No le llames así, padre! —le replicó Niels, poniendo un pie sobre el costado del preso y oprimiéndole con insistentes pisotones—. ¡No era nadie cuando decidiste convertirlo! ¡Por ello, no es digno de nuestro linaje!

—Detente, Niels —añadió el mismo hombre de forma tajante—. ¿Acaso estás cuestionando mi criterio de decidir quién es digno y quién no?


   Niels resopló varias veces, al no estar conforme con la orden. Pero tampoco quería discutir con su progenitor vampírico, por lo que, finalmente, optó por retirarse, dando un paso hacia atrás. Desde esa posición, Bertram abrió de nuevo los ojos y pudo reconocer a Lothar von Schwaben bajo el arco del gran portón. A la misma vez que él, una procesión de distintas figuras con atuendos nobiliarios abandonaban la sala contigua y accedían al patio en el que se encontraba encadenado.

—¡La culpa la tiene ese maldito crío! —continuó Niels, señalando a un niño que caminaba junto a Lothar—. Cientos de años siendo un pelele inútil, sin ser capaz de articular palabra alguna ni de reaccionar ante nada... ¡y precisamente hoy se manifiesta a favor de perdonarle la vida a Jünaj!

—¡Niels! No consiento que te dirijas así a Heiko. Por su antigüedad y posición, tiene el mismo derecho que tú a participar y votar en el Cónclave —le reprochó Lothar visiblemente molesto, ante la atenta mirada del resto de camaradas.


   Mientras se incorporaba y se quedaba sentado en el suelo, Bertram dirigió su vista al muchacho, acompañándola de una sonrisa cargada con cierta complicidad. Aún sabiendo que Heiko no iba a salir de su trance y que mantendría su mirada perdida en el infinito, Bertram tenía la esperanza de que, de alguna manera, su gesto no quedaría en vano.

—Agradécele al pequeño von Kleist el no poder poner fin a tu mísera existencia bajo los rayos del Sol —le espetó Niels conforme se disponía a abandonar el patio, junto a un puñado de nobles que siguieron sus pasos—. Que disfrutes del resto de tu vida encerrado entre estas piedras y escombros, salvaje.


   Lothar esperó a que Niels cruzara uno de los arcos de salida para continuar su avance hacia el centro del patio. Mientras tanto, Bertram se puso lentamente en pie, agachando la cabeza a modo de respeto cuando éste llegó junto a él. Lothar se mantuvo en silencio durante unos segundos, aprovechando para reflexionar mientras contemplaba al prisionero. Dejó escapar un pequeño suspiro para descargar algo de tensión e hizo uso de la palabra.

—Jünaj, como ya habrás averiguado, el Cónclave ha tomado una decisión sobre tu devenir a colación de tu intento fallido de fratricidio —le expuso Lothar de una forma pausada y solemne—. Finalmente, no serás ejecutado bajo los rayos del Sol en esta mazmorra sin techo. Sin embargo, serás despojado de tu corazón, que permanecerá recluido en este enclave de Kreuzungblut. Eso te convertirá en el prisionero de este lugar, del cual no podrás alejarte de ahora en adelante.


   Los murmullos de los espectadores que les acompañaban en el patio empezaron a hacerse notables. Ante eso, Lothar alzó su brazo y volvió a reinar el silencio.

—Viendo la posición de vulnerabilidad en la que te encontrarás, solicitaré a los magos de sangre el limitar el libre trasiego de vástagos y cualquier poder vampírico a este lugar —prosiguió Lothar, volviendo a solicitar el cese de las conversaciones entre los asistentes—. Serás tú, Jünaj, el que tenga la potestad de permitir o denegar la entrada a cualquier vampiro que solicite acceso.

—Ya es suficiente —pronunció Jünaj, provocando que todos en el patio, excepto Heiko von Kleist, alzaran la vista hacia la bóveda celeste, de donde provenía su voz.


   Bertram contempló cómo el rostro de Jünaj le tapaba una buena parte de la panorámica del cielo, mientras que salía de su ensimismamiento. Terminó de degustar las últimas gotas de sangre que éste había vertido en su boca, a la vez de que cerraba la herida de su ensangrentada muñeca. Sin llegar a revisar en qué situación se encontraban sus heridas, sentía cómo un torrente sanguíneo encabritado recorría todo su cuerpo.




Una vez que Bertram se encuentra más recuperado, ¿qué será lo primero que haga?
A) Intentar beber más sangre, mordiendo a Jünaj
B) Increpar a Jünaj por haber dado lugar a que Niels casi le matara
C) Contarle que como no ha accedido a la petición de Niels, su familia está en peligro
D) Contarle la visión que acaba de vivir

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viernes, junio 09, 2023

Bertram Kastner (20) - Falta de confianza

Dentro de su sueño, Bertram mantiene una conversación con Roderick, quien le ayuda a recordar qué ocurrió en su estancia en Berlín. Sin embargo, descubre que ese no es Roderick, sino Niels Rainath, que pretende averiguar la ubicación de un importante vampiro. Tras un enfrentamiento mental y a punto de revelar esa información, Bertram consigue despertar. Pero no está solo. Ante él se encuentra un nuevo vampiro que ha estado observándole mientras estaba inconsciente.

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   Todavía bajo el dominio de la desconfianza, Bertram intentó incorporarse con el objetivo de adquirir una posición más ventajosa en el caso de necesitar huir. Tal y como se estaban desarrollando las cosas aquella noche, no sería de extrañar que pronto tuviera que poner pies en polvorosa de nuevo. En ese momento, fue consciente de que sus heridas no se habían curado del todo, al igual que le había ocurrido a Erika antes. Seguramente, había consumido demasiada sangre para sanar las más críticas y su cuerpo ya no podía terminar de recuperarse con la reserva restante.


   Finalmente, consiguió ponerse de pie, quedando apoyado en el tronco del árbol que había a sus espaldas y reponiéndose del dolor que le había provocado hacer tal esfuerzo. Gracias a la luz que Jünaj había encendido a su lado, tuvo la oportunidad de analizarlo mientras recuperaba el resuello.


   Éste, tenía un aspecto algo desenfadado y salvaje. Su pelo desordenado casi le rozaba los hombros y en su rostro mostraba una barba que llevaba varios días creciendo sin control. La combinación de ropa era algo peculiar, mezclando una camisa, una especie de jersey y una chaqueta larga con un colgante con largos colmillos de un animal. A pesar de eso, lucía su vestimenta de forma impoluta y limpia, dando a entender que no vivía en medio de la naturaleza.


   Había permanecido callado e inmutable desde que le lanzó aquellas preguntas a Bertram, pero sin quitarle la vista de encima. Daba la sensación de que no le impacientaba el no haber recibido aún una respuesta, como si tuviera todo el tiempo del mundo para esperar.

Yo soy Bertram... —acertó a decir, deteniendo sus palabras por precaución justo antes de mencionar su apellido.


   Jünaj simplemente asintió, dándole pie a que continuara respondiendo a su segunda pregunta.

Erika y yo hemos venido a solicitar asilo y protección —añadió, volviendo a mirar por los alrededores en busca de su amiga—. ¿Qué le ha ocurrido a ella? ¿Dónde dices que está?

Ahora mismo, debe estar recuperándose en mi residencia —le respondió Jünaj serenamente—. Había sufrido demasiadas heridas y estaba al límite de la muerte definitiva.


   A pesar de que por sus palabras podía deducir que Erika estaba fuera de peligro, no pudo evitar agitarse ante la idea de haber puesto en riesgo extremo otra vida más; Alger, su familia y ahora, Erika. Eso no pasó desapercibido para Jünaj, quien le hizo un gesto con sus manos para que mantuviera la calma.

—Por suerte, el joven que ha venido conmigo hasta aquí la conocía. Había coincidido con ella y con Roderick en Stuttgart —prosiguió Jünaj—. No ha tenido inconveniente en prestarle algo de su sangre y la respuesta de su cuerpo ha sido positiva, iniciándose su regeneración. Le costará recuperarse del todo unos días, pero lo importante es que ya está a salvo.

—Muchas gracias por ayudarla —le respondió Bertram, totalmente aliviado al saber de la situación de su compañera de aventuras.


   Las reconfortantes palabras de Jünaj le invitaban a confiar en él, relajando la gran tensión acumulada por los encuentros previos con Niels. Cayó en la cuenta de que si éste hubiera tenido la intención de atacarle, podría haber aprovechado mientras estaba inconsciente. Vale que, mientras dormía, éste le había estado lanzando piedras; aunque al parecer su objetivo era simplemente despertarle, cosa que consiguió. Por lo que pensó que era alguien de fiar y emprendió la marcha hacia el montículo de piedra en el que se encontraba sentado.


   Inmediatamente, el semblante de Jünaj se tornó más serio, a la vez que le indicó una señal de alto con la mano. Desconcertado, Bertram se detuvo nada más haber empezado a andar.

Lo siento, Bertram. No puedo permitirte el paso —declaró Jünaj con firmeza—. Como comprenderás, no puedo fiarme de alguien a quien acabo de conocer y con el que sólo he intercambiado un puñado de frases. ¿Estarás de acuerdo conmigo?

Pero... conocéis a Erika. Yo iba con ella —le argumentó Bertram intentando conseguir su beneplácito.

Así es, pero por desgracia, Erika no ha llegado a despertarse y no nos ha podido contar su historia —se excusó Jünaj—. Es cierto que ibais juntos o al menos eso hemos deducido al encontraros inconscientes cerca del coche ardiendo.

¿Entonces por qué no...? —le intentó preguntar Bertram.

¿Quién me dice que no has sido tú quien ha herido a Erika y el que ha provocado este accidente para que pareciera que ambos necesitabais ayuda? —le interrumpió Jünaj, mostrando sus reticencias—. No serías el primero que, a lo largo de estos años, ha venido solicitando ayuda y ha intentado acabar conmigo después.


   Una sensación de frustración recorrió la mente de Bertram, al no tener ningún medio con el que demostrar su buena fe. Si bien, era cierto que él tampoco había confiado en Jünaj desde el principio, llegados al punto de la conversación donde le aclaró sobre el paradero de Erika, creyó que se había establecido un vínculo de confianza mutua entre ellos.

¡Debes creerme! —exclamó desesperado—. ¿No puedes leerme la mente o hacer algo para saber que digo la verdad?

Sí, puedo hacerlo —sonrió satisfecho Jünaj poniéndose en pie—. Aunque por desgracia, la barrera que nos separa lo impide. Nuestras habilidades sobrenaturales no pueden atravesarla.


   Jünaj comenzó a avanzar lentamente hacia él. A su vez, Bertram empezó a sentir cómo algo le repelía hacia atrás, obligándole a apoyarse de nuevo en el tronco del árbol en el que había despertado. Por su parte, Jünaj se detuvo, con la intención de no arrinconar más a Bertram.

—Aquí dentro me encuentro aislado. No puedo comunicarme con nadie del exterior telepáticamente. Ni siquiera, leer tu aura para detectar una simple mentira que la haga fluctuar —le expuso Jünaj, dándole la espalda para volver al pedestal en el que reposaba el quinqué.

¿Y dónde está esa barrera? —se interesó Bertram, intentando encontrarla en el espacio que les separaba, mientras que se sentía liberado de la presión que le había supuesto la aproximación de Jünaj.

En este punto se podría decir que me envuelve, al haber estirado sus límites para llegar hasta aquí —le explicó Jünaj tomando asiento de nuevo—. Pero como ves, a mí me cuesta mucho alejarme del pueblo y a ti mantenerte cerca de mí.




¿Y cómo ha podido entrar Erika? —le cuestionó Bertram.

La persona que me ha acompañado hasta aquí no es un vampiro y, por tanto, no está sometido a las mismas restricciones que tenemos tú y yo —le aclaró Jünaj—. Él ha sido el que te ha acomodado junto a ese árbol y quien ha reconocido a Erika. Si no llega a ser por él, tampoco la habría invitado a entrar a esta parte de la barrera.


   Algo se iluminó en la cabeza de Bertram, como si hubiese encontrado una vía por donde convencer a Jünaj.

Erika puede crear ilusiones que engañan nuestros sentidos —comenzó a explicarle Bertram de forma esperanzada—. ¿Qué hubiera pasado si se tratara de una impostora?

—Un espejismo creado fuera no puede ser visto desde dentro, por lo que teníamos la certeza de que se trataba de ella y no de alguien intentando suplantar su identidad —se justificó Jünaj.

—¡Exacto! De la misma manera, a mí me estás viendo ahora mismo tal cual soy —exclamó Bertram abriendo sus brazos y dándole a entender que no escondía nada.

—Soy consciente de ello, Bertram. Pero a diferencia de Erika, parece que aquí no hay nadie que te conozca —le comentó Jünaj comprendiendo por dónde quería ir su interlocutor con su argumento—. Además, ella estaba en letargo y debido a su lamentable estado físico, el riesgo que suponía invitarla a pasar era totalmente asumible para mí.


   Bertram cerró los ojos y resopló, al darle la sensación de estar hablando con una pared. Enseguida, se cargó con un nuevo argumento con el que pasar al ataque.

—¿Quieres decir que si me lesiono y pierdo el conocimiento de nuevo, accederás a que pueda entrar? —le espetó Bertram de manera desafiante—. En ese estado, no seré una amenaza para ti.

—No hagas tal cosa, Bertram —le desanimó Jünaj negando con la cabeza—. Me has caído bien, pero eso no hará que me arriesgue a darte acceso. Además, tu cuerpo se quedaría abandonado a su suerte a la intemperie. Y si no consiguieras despertar por tu cuenta antes del amanecer, el Sol te convertirá en cenizas.

   Sabía que podía llegar a convencerlo y por ello, siguió buscando algún resquicio al que aferrarse para gestar un discurso que lograra hacer entrar en razón a Jünaj. A penas hacía unos minutos que lo había conocido, por lo que era complicado tener un historial sobre qué podría agradarle o disgustarle a aquel personaje. Inmediatamente, recordó lo que Erika le contó sobre él durante el viaje, encontrando que tenían algo en común.

¡Jefe, están aquí! —se escuchó a alguien en medio de la oscuridad de la ladera tras Bertram.

   Ambos vampiros dirigieron sus miradas hacia el origen de la voz, atisbando la luz de una linterna y la silueta de un hombre que la sostenía.

No me habías dicho que esperabas compañía, Bertram —le señaló Jünaj.


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Parece que los intentos de Bertram por convencer a Jünaj no han tenido el éxito deseado hasta ahora. Ante la inminente irrupción de uno de los hombres de Niels, ¿qué decidirá hacer Bertram?
A) Intentar trepar el árbol para esconderse en la copa
B) Huir de donde está el taxi ardiendo para evitar a Niels
C) Suplicarle a Jünaj que le permita el paso, dándole una buena razón para ello (detallar respuesta)
D) Exigirle a Jünaj que le permita el paso, perdiendo los nervios y reprochándole/insultándole (detallar respuesta)

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