domingo, abril 07, 2024

Alger Furst (2) - Pulso entre un temible vampiro y un simple mortal

Esta es la continuación directa del capítulo Alger Furst - 1.

Forma parte de la historia principal de Bertram Kastner: el Origen olvidado, narrado desde la perspectiva de Alger Furst. Al ser una historia interactiva, puedes participar en los comentarios decidiendo los siguientes pasos del protagonista.


Ir a Alger Furst (1) - Códigos de honor y de horror


   Una vez que Alger consiguió reponerse de tan amarga despedida, decidió poner toda la carne en el asador a la hora de cumplir con la última voluntad de Nadin. La miró por última vez, lamentándose de no haber podido hacer nada más por ella. Con cuidado de no llamar la atención de Volker, salió de la ambulancia. Rápidamente, se escurrió debajo del coche más cercano. Desde esa posición podía contemplar a la criatura sentada a horcajadas encima del vehículo de emergencias. Si ya de por sí le intimidaba, ahora que tenía como mínimo la estatura de tres hombres le parecía incluso más horrible.


   Ajeno a la huida del superviviente, el vampiro sostenía en alto a los cuerpos unidos de Haines y Meret, a los cuales exprimía para que la sangre que les emanaba por la boca cayera de manera más abundante. El ruido exagerado que hacía su garganta al tragar pondría los pelos de punta a todo aquel que lo escuchara.

   —¿Acaso crees que no sé donde estás, conejillo? —le preguntó con cierta sorna Volker, sabiendo que llevaba un rato arrastrándose por el asfalto, con la intención de alejarse de él bajo los coches aparcados—. Desde aquí puedo oler la sangre de la herida que tienes en la cabeza.


   Un repentino escalofrío dejó a Alger paralizado. Con su mano temblorosa, se tocó la sien. Aún le dolía. No tardó en oír un golpe y ver cómo los cuerpos de la pareja yacían en el suelo. Los amortiguadores de la ambulancia chirriaron; el monstruo se había puesto en pie. Presa del pánico no pudo hacer más que contener la respiración y cerrar los ojos.


   Tan solo un par de pasos le bastaron a Volker para plantarse delante del coche bajo el que sentía la presencia de su víctima.

   —¿Te gusta este escondite? —El vampiro plantó su pie sobre el vehículo, adoptando una pose chulesca a la misma vez que hundía el chasis y hacía saltar los cristales en pedazos—. No te preocupes, conejillo. Yo te ayudaré a salir de tu madriguera en cuanto terminemos de jugar.


   Volker se ensañó con el vehículo, poniendo todo su peso sobre él y clavando sus afilados dedos en los neumáticos traseros. La chapa del coche se quejaba mientras que los trocitos de cristal crujían sin cesar. Una de las ruedas delanteras también terminó reventando.

   —Espero no haberme sobrepasado y que aún estés con vida cuando te entregue a Niels Rainath. —El vampiro saltó a suelo firme mientras reía orgulloso por haber atrapado al escurridizo mortal.


   En cuanto levantó el amasijo en el que se había convertido el vehículo y comprobó que no había ningún rastro de Alger en el asfalto, su alegría se desvaneció. Tampoco estaba adherido a los restos del coche. Confundido al haber sido engañado por su sentido del olfato, estrelló el maltrecho automóvil contra el pavimento. Sus huesos comenzaron a crujir a la vez que se acortaban lentamente. Tumbándose a ras del suelo, consiguió dar con Alger, quien estaba a tres vehículos de distancia.

   —¡No dejaré que te vuelvas a escapar! —bramó enfurecido.


   Rápidamente, gateó, levantando todos los vehículos a su paso hasta llegar a donde se encontraba Alger, quien dejó escapar un grito de pánico al ver llegar a Volker tan cerca de él. Pero algo impedía que sus brazos pudieran ni tan siquiera rozar a su víctima.


   Sin llegar a entender porqué el monstruo vacilaba tanto en atraparle, Alger reaccionó saliendo de debajo de lo que había sido su escondite. Era consciente de que llevaba las de perder huyendo y que, en cualquier momento, el vampiro le daría caza. Pero no iba a rendirse tan fácilmente. Emprendió una carrera hacia su coche, que todavía le esperaba con las luces encendidas y el motor en marcha. No se encontraba en las mejores condiciones para recorrer la distancia que les separaba sin tener ningún amago de marearse o de perder el equilibrio. Los rugidos de Volker que oía tras él tampoco ayudaban. Aun así, no miró hacia atrás en ningún momento. Lo que le daba el mayor impulso para seguir adelante era el recuerdo de las últimas palabras de Nadin.


   Parecía que le estaba otorgando cierta ventaja con el objetivo de darle más emoción a la cacería, pero en realidad el vampiro se iba topando con obstáculos invisibles que le dificultaban llegar hasta su presa. Enervado a la vez que frustrado, se detuvo para echar un vistazo a los alrededores e intentar localizar a quien estuviera interfiriendo. No tenía dudas de que Alger estaba recibiendo una ayuda muy valiosa. Sin embargo, parecía que en esa calle no había nadie más a parte de ellos. Tenía que hacer algo, o de lo contrario, el mortal lograría escapar de él con vida por segunda noche consecutiva. Cuando vio cómo éste se encontraba a tan solo unos pasos del vehículo, su sangre hirvió con más rabia aún. No podía consentir tal humillación. Dobló sus piernas para tomar impulso y logró dar un gran salto.


   A Alger se le salía el corazón por la boca, pero contra todo pronóstico, había conseguido llegar hasta el coche. La visión del cuerpo decapitado de Moe le había impactado más de lo que hubiera imaginado. Y eso que no habían hecho buenas migas. A su mente vino el recuerdo de cuando éste se abrasó con el vaso de café con tal de flirtear con Nadin; no hacía ni tan siquiera una hora de aquello. Ahora, ambos estaban muertos. Nadin le recordó que debía seguir adelante, por lo que dejó de lamentarse de inmediato. Abrió la puerta del vehículo y saltó al interior, donde cientos de trocitos de cristal lo recibieron proporcionándole un dolor punzante.


   Sobrevolando todas las barreras que se hubiera encontrado por tierra, Volker aterrizó justo detrás del coche. Alger no había tenido lugar de cerrar la puerta, cuando el vampiro apareció a su lado.

   —Jaque...


   Pero antes de que pudiera terminar de anunciarle que la partida había llegado a su fin, una intensa luz golpeó sus ojos. Cegado por un inesperado resplandor, retrocedió a la vez que se cubría la cara con la palma de sus deformadas manos. Mientras trataba de reponerse, escuchó cómo el motor del coche rugía junto con el roce frenético de las ruedas con el asfalto. Sin poder abrir los párpados, palmoteó al aire, golpeando un par de veces la carrocería del vehículo hasta conseguir hundir sus garras en ella.


   Después de devolver su cámara de fotos a los pies del asiento del copiloto, Alger agarró el volante firmemente con ambas manos. Insistió en pisar a fondo el acelerado a pesar de que éste no avanzaba.

—¡¡Veeeeeeeeeeenga!! —le ordenó apretando los dientes con todas sus fuerzas.


   El motor revolucionaba al máximo y el olor a goma quemada inundaba el ambiente. Tras oírse un chirrido metálico, el vehículo salió disparado a toda velocidad. Volker, aún aturdido, intentaba correr en línea recta mientras que embestía violentamente a varios de los coches allí aparcados. La distancia a la que vislumbraba las luces borrosas del coche se hacía cada vez mayor. No iba a permitir que se perdieran en la oscuridad. Con un nuevo traqueteo de sus huesos, sus piernas se hicieron más largas, consiguiendo dar zancadas más amplias.



   Nada más girar a la siguiente calle, Alger tiró de la puerta hasta cerrarla. Tenía la sensación de que el monstruo no se había dado por vencido. No tardó en confirmar sus sospechas al ver al gigantesco y escuálido vampiro hacer acto de presencia a través del espejo retrovisor. Había vuelto a crecer de forma abominable. Presa del pánico, provocó que el coche diera unos cuantos bandazos antes de llegar al siguiente cruce. Intentando darle esquinazo, atinó a torcer de nuevo a la izquierda en el siguiente cruce que encontró.


   Aún con resquicios del relámpago de luz grabados en las retinas, Volker conseguía recortar distancia con el vehículo. Una lluvia de chispas cayó de las farolas a las que golpeó con sus brazos kilométricos cuando saltó por encima de la acera para atajar su persecución.


   Todas las luces de la calle se apagaron, excepto las del semáforo en verde que daba paso a la avenida Kriegsberg. Sin embargo, conforme se acercaba, éste cambió a una inoportuna luz roja. El sentido común de Alger le decía que pisara el acelerador en vez de frenar. De repente, algo golpeó el coche.


   En su afán por detenerlo, Volker arrancaba las papeleras y pivotes que encontraba en su camino para arrojarlos hacia el vehículo. Los impactos de éstos no evitaron que irrumpiera en la amplia avenida.


   Alger esquivó por los pelos al vehículo que apareció de repente ante sus ojos. Si hubiera llegado un segundo antes, sin duda habrían chocado. Dando un largo derrape que imprimió una vistosa firma en el asfalto, llegó hasta los carriles por los que pretendía huir. Afortunadamente, ya tenía el pie al fondo del pedal de aceleración cuando fue consciente de cómo Volker volaba hacia él.


   El vampiro cayó donde tan solo un segundo antes había estado el coche. Siguió corriendo tras él, aunque le costaba igualar la velocidad con la que ahora huía su presa.


   Llevaba un buen rato recorriendo las vías y circunvalaciones de Stuttgart que permitían ir mayor velocidad cuando Alger quiso creer que Volker ya no le seguía. Tal y como indicaba el piloto naranja del salpicadero, pronto se quedaría sin gasolina. Decidió emprender el camino a casa, no sin dejar de permanecer vigilante y alerta todo a su alrededor.


   No había pasado media hora cuando por fin dio descanso a su coche frente a su hogar. Momento en el que respiró hondo y arrancó a llorar desconsolado. Había visto morir a cuatro personas aquella noche. Poco le importaba que prácticamente fueran desconocidos. Un monstruo llamado Volker Banach las había asesinado. Y él también había estado cerca de morir. Estaba convencido de que seguía vivo, entre otras cosas, gracias al sacrificio que habían hecho los demás por él. Sobre todo el de ella: Nadin.


   Una vez que consiguió desahogarse, guardó la cámara de fotos en su funda y se la echó al cuello. Extrajo la radio y se guardó en el bolsillo un par de cintas de cassette que no quería dejar al alcance de cualquiera. También agarró la maleta de Bertram. Recordó la obsesión de Moe por aferrarse a ella. Seguramente, no la habría soltado hasta estar dentro del coche.

—Pobre diablo...


   Se quedó mirando la ventanilla sin cristal, las abolladuras en la parte trasera y los surcos de chapa arañados en el techo, pero no tardó en volver a recordar a Nadin mientras sus ojos volvían a empaparse. Los daños en el vehículo se podían arreglar en un taller; las muertes, por desgracia, eran irreversibles.


   Cabizbajo y arrastrando los pies, entró por el portal y subió por las escaleras al rellano de la primera planta. Dejó caer el equipaje de su amigo delante de la puerta de su apartamento. Se preguntó qué habría sido de él. Realmente, estaba cansado para pensar. Deseaba tumbarse todo lo largo que era en el sofá. Cuando abrió la puerta de su casa, fue recibido por el ruido de las bisagras. Sus tripas protestaron rugiendo de forma similar. Decidió cambiar de prioridad; primero comería algo y después descansaría. Hizo amago de darle al interruptor de la luz, pero ya estaba encendida. Empujó la maleta con el pie, sin darle demasiada importancia a que se volcara una vez dentro de casa. Hogar dulce hogar.


   Fue al girarse para cerrar la puerta cuando volvió a reparar en la luz encendida. Él siempre se aseguraba de apagarla antes de salir de casa. Recordaba perfectamente haberla dejado apagada antes de ir a recoger a Bertram a la estación. Eso no podía significar otra cosa más que había alguien allí. Antes de poder ver al intruso, recibió un golpe en la cabeza. Cayó al suelo inconsciente.


Continuará...


Alger ha quedado fuera de combate y puede hacer otra cosa más que dormir. Pero, ¿con quién soñará mientras duerme?

A) Con Gretchen Ruybal, antigua compañera de facultad con la que mantiene una relación de más que amigos, pero sin compromiso por parte de ambos.

B) Con Serezade, la mujer más hermosa que jamás ha conocido, con la que se encontró el día antes de abandonar Irak unos años atrás.

C) Con Nadin Novak, la doctora que le atendió tras sufrir el ataque de Bertram y quien le ayudó a escapar de la sociedad vampírica.

D) Con Volker Banach.


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