domingo, marzo 24, 2024

Ingrid Kastner (1) - Falsos recuerdos

Esta es la continuación directa del capítulo Betram Kastner - 24, protagonizado por Ingrid Kastner.

Forma parte de la historia principal de Bertram Kastner: el Origen olvidado, narrado desde la perspectiva de Ingrid Kastner. Al ser una historia interactiva, puedes participar en los comentarios decidiendo los siguientes pasos del protagonista.








   Ingrid no era consciente del debate interno en el que su marido se veía envuelto. Tras obtener el beneplácito del anfitrión, Bertram trataba de decidirse por cómo le revelaría tal cosa a su mujer. No todos los días se descubre que los vampiros existen en realidad. Y mucho menos, que tu pareja ha sido convertida en uno de ellos.

   —Ingrid. —Bertram extendió sus manos, buscando encontrarse con las de ella. Ambos se miraron directamente a los ojos mientras entrelazaban sus dedos. Ella permanecía expectante por su respuesta. Y él anhelaba que lo creyera—. Ahora soy un vampiro.


*****

   Tan solo habían transcurrido unas pocas semanas desde el inicio del primer año de carrera. Aquella mañana, Bertram e Ingrid compartían la misma mesa en la sala de estudio de la universidad. Los dos buscaban la luz que se filtraba durante las primeras horas del día a través de los ventanales contiguos para enfrascarse en el contenido de sus pilas de apuntes. Valoraban el esfuerzo que habían hecho sus familias para poder enviarles a estudiar a Stuttgart, por lo que se habían tomado en serio el curso desde el principio para no defraudarles. Quizá por eso, no habían hecho el ánimo de reparar el uno en la otra en ninguna de las ocasiones donde ya habían sido compañeros de estudio. Sin embargo, el destino llevaba un tiempo encaprichado en que por fin se conocieran.




   Una fuerte ráfaga de viento empujó los cristales de las ventanas, abriendo de golpe un par de ellas y creando un gran remolino de folios sobre la mesa de los dos aplicados estudiantes. En un primer momento, intentaron atrapar las cuartillas de apuntes que volaban caóticamente por encima de sus cabezas, descuidando las que aún no habían alzado el vuelo. Les faltaban brazos para hacerlo y rápidamente optaron por cortar el problema de raíz. Simultáneamente, consiguieron cerrar las enormes hojas de los traviesos ventanales y así dar fin al tremendo vendaval.

   —¿Cómo ha podido abrir esto el viento con lo que pesa? —preguntó Bertram a la vez que se aseguraba de que el pasador quedaba totalmente encajado.

   —Menudo desastre —suspiró Ingrid viendo cómo los papeles se posaban desordenados sobre la mesa y el suelo de alrededor.


   Cuando ambos recuperaron el aliento, comenzaron a recoger los apuntes que tenían junto a sus pies. Perfectamente podía haber más de un centenar de papeles desperdigados.

   —¿Medicina? —se interesó Bertram al echar un vistazo a lo que tenía en sus manos.

   —No, enfermería —le respondió ella mientras intercambiaban algunas de las hojas— ¿Estás estudiando historia?

   —Periodismo. —Bertram miró el reloj de su muñeca—. Me temo que nos llevará un buen rato organizar todo esto. Son casi las diez y media...

   —¿¡Las diez y media!? —se sobresaltó Ingrid—. ¡Te-tengo un examen ahora mismo! ¡Pero no puedo dejar todos mis apuntes aquí!

   —No-no te preocupes, yo me puedo encargar de recogerlo todo y dártelos mañana —le ofreció Bertram—. Estaré aquí a esta misma hora.

   —¿Seguro que vendrás? Esos apuntes son muy importantes para el resto del curso y no puedo perderlos.

   —Puedes confiar en mí. Yo nunca te mentiría. Estaré aquí sin falta. Palabra de Bertram Kastner.


   Ella le agradeció el gesto asintiendo. Ambos se sostuvieron la mirada durante un momento, mientras que sus corazones parecían escapárseles del pecho. Latían con más fuerza y era como si sus ritmos se hubieran sincronizado. Ruborizados, desviaron la cabeza hacia otro lado al ser conscientes de lo que estaban sintiendo. Ingrid se apresuró en recoger torpemente el resto de sus pertenencias, mientras que el chico se golpeaba la cabeza con el borde de la mesa al intentar recuperar algunas de las hojas esparcidas por el suelo. Antes de perderse tras las estanterías repletas de libros, ella se giró hacia él.

   —Yo soy Ingrid Schwarz. Gracias otra vez, Bertram. Nos vemos mañana.


   Al día siguiente, él la esperaba sentado en el mismo sitio. Ingrid pudo recuperar sus apuntes perfectamente ordenados, incluyendo una bonita carta escondida en su interior. Desde entonces, lo de guardarse el sitio para estudiar juntos y deslizarse notas de amor mutuamente se volvió una tónica habitual, fraguándose irremediablemente una sólida relación entre ambos.


   De nada le sirvieron a Gretchen Ruybal sus intentos por pescar a Bertram, a pesar de tener su propio idilio con Alger Furst y otros tantos compañeros de carrera. La pareja pudo soportar los años en los que él estuvo destinado en Munich por el servicio militar y ella hacía las prácticas de enfermería en Vennysbourg, conformándose con mantener el contacto por correspondencia y aprovechar los escasos permisos de fin de semana para verse unas pocas horas. Lo más complicado fue el tiempo en el que Bertram fue enviado como corresponsal junto a Alger para cubrir varios conflictos bélicos en el continente africano. Justo cuando esto último iba a comenzar a hacer mella en su relación, él volvió por sorpresa para pedirle matrimonio y no permanecer separados largas temporadas jamás. La confianza que se tenían los mantuvo unidos hasta el presente.


*****


   Ingrid estaba convencida de que su marido le ocultaba algo importante. Aquella respuesta tan inverosímil le contrarió, pero aún así mantuvo la calma. Nunca se les había dado el caso de tener que discutir por haberse mentido, aunque para todo debía existir una primera vez. Después de no haber tenido noticias de él en los últimos días, necesitaba averiguar la verdad. Apretó las frías manos de Bertram y continuó con su interrogatorio.

   —¿Gretchen tiene algo que ver con todo esto? —Conforme terminó de preguntar, se arrepintió de haber mencionado a la que era su amiga. Sí, sabía de sus intenciones con Bertram, pero también que a él no le interesaba alguien como ella. Claro está, hasta entonces. Aún así, de ninguna manera podría estar ella involucrada el secuestro que sufrieron en casa la noche anterior. No, debía ser algo más gordo—. ¿Has molestado a alguien con tu investigación? —rectificó.


   Totalmente confundido, Bertram echó cuentas y determinó que la última vez que habló con Gretchen fue para felicitarle la Navidad. Para colmo, no veía ninguna conexión entre las pesquisas que estaba realizando sobre el no tan abultado desfalco en los presupuestos municipales de Vennysbourg y el haber sido convertido en un vampiro. Sin embargo, la sensación de que algo no encajaba entre todo aquello que recordaba volvió a sobrevolar su mente.

   —Bertram, dime, ¿qué te ha ocurrido en Berlín? ¿Has encontrado a ese doctor que estabas investigando? —insistió Ingrid, agitándole para hacerle reaccionar y devolverlo a la realidad.


   Durante unos instantes, una sucesión de imágenes inconexas y fugaces se desencadenó en la mente de su marido. Un intenso dolor brotó en su cabeza, llevándole a perder el conocimiento cuando ya no pudo soportarlo más.


   Todos los allí presentes quedaron impactados con el grito agónico de Bertram tras luchar contra algo que taladraba su mente y caer a plomo. Jünaj pudo llegar a tiempo para sostener a su nuevo hermano de sangre y salvarle de impactar contra el suelo. Ingrid no dudó en abalanzarse sobre su marido, comprobando que éste ya no respiraba y que no tenía pulso.

   —¡Bertram, despierta! —Afectada por los nervios del momento, la mujer intentaba reanimarlo con un brusco masaje cardiaco.

   —Detente, Ingrid —le indicó Jünaj con calma.


   Hasta ese momento, Ingrid no se había interesado en la persona que tenía justo delante. Pero quedó cautivada al escuchar su voz, deteniendo su empeño por revivir a Bertram. Su respiración quedó entrecortada cuando sus ojos se encontraron con el color añil de los de Jünaj. Había algo misterioso en él que le fascinaba, aunque no acertaba a averiguar el qué.

   —¿Qui-quién eres tú? —se atrevió a preguntar ella.


   Itzel dejó escapar una risa pícara al ver cómo el anfitrión había provocado que Ingrid cayera rendida a sus pies sin pretenderlo. No estaba acostumbrado a tratar con gente de fuera y no le tenía tomada la medida a su gran magnetismo, propio de un vampiro con varios siglos a sus espaldas. De inmediato, Balam chistó a su hermana para que se abstuviera de ese tipo de reacciones. No quería que Jünaj se molestara por segunda vez con ellos, después del comentario despectivo hacia los vampiros que se le había escapado antes a él. Temía que la máxima autoridad de Kreuzungblut pudiera pedirle explicaciones al alcalde del pueblo sobre la falta de modales de sus hijos.

   —Disculpa, no me he presentado. Mi nombre es Jünaj. —Consciente del estado en el que se encontraba Ingrid, éste le ofreció la mano de forma cortés. Aunque su educado saludo ocultaba otras intenciones.


   Sin hacerle esperar, Ingrid tomó ciegamente la mano del vampiro. En el preciso momento en que sus dedos rozaron la palma de la mano de Jünaj, toda aquella obnubilación se desvaneció. Un tanto confundida por la situación, pudo fijarse en cómo los colmillos le asomaban por encima de su labio inferior.

   —Lo que te ha contado Bertram es cierto. Ahora, es un vampiro, al igual que yo. —A través de su mano, Jünaj le transmitía una sensación de calma y paz que predisponía a Ingrid en asimilar todo lo que siguió contándole.


   Ella atendió pacientemente sin pronunciar palabra alguna. Se sentía aliviada al saber que su marido no le había mentido, pero no podía evitar pensar en todo lo que supondría aquello. Hasta entonces, había considerado a los vampiros de las obras de ficción como unos monstruos despiadados y sedientos de sangre. Sin embargo, el que tenía delante parecía una persona normal, obviando sus afilados colmillos retráctiles. Mientras que atendía a lo que le decía Jünaj, acariciaba delicadamente el pelo de su marido, deseando que llegara el momento en que se despertara.


   Al anfitrión no le parecía correcto utilizar sus poderes para leer y manipular la mente de los mortales a su antojo. Pero al percibir el sufrimiento de la mujer ante los últimos acontecimientos que había vivido, optó por hacer una excepción, tratando de mitigar su dolor y poner algo de orden en su maltrecha salud mental.

   —¿Es cierto que viajó a Berlín recientemente? —Jünaj necesitaba indagar en la vida de su hermano de sangre para terminar de confirmar sus sospechas.

   —Sí, viajó allí hace una semana. Pero tengo la impresión de que cuando le he preguntado por Berlín y su investigación, no sabía de qué le estaba hablando. Después, ha tenido esta crisis en su cabeza —le respondió ella, también intentando atar cabos.

   —Lo que le ha sucedido es uno de los posibles efectos que deja tras de sí un reemplazo de memoria. Cuando alguien así recibe estímulos que contradicen a los falsos recuerdos, su mente estalla hasta limpiar esos pensamientos que destaparían la mentira. —El vampiro estaba convencido de que tras esa manipulación de la memoria se encontraba su padre vampírico, aunque prefirió no desvelarlo a los allí presentes.

   —Eso explicaría porqué se quedó en blanco mientras conducía. —Apoyada en el marco de una puerta se encontraba Erika. El jaleo que había formado Bertram le había sacado de su letargo.

   —Me alegro de que te hayas recuperado. —Jünaj se incorporó para saludar a su invitada con una reverencia—. En tu estado, no contaba con que te despertaras esta noche. Gracias por darle de beber un poco de tu sangre, Balam.

   —Ah, no es nada. Erika movió los hilos necesarios para que pudiera entrar en el cuerpo de policía, por lo que de alguna manera estaba en deuda con ella —respondió el joven tratando de mostrarse humilde mientras le acercaba una silla.


   Erika le agradeció por partida doble a Balam mientras que tomaba asiento. Aún tenía una larga recuperación por delante de su cuerpo maltrecho, donde sus piernas se habían llevado la peor parte. Sintió curiosidad por saber qué hacía allí la mujer de Bertram, aunque se abstuvo de preguntar al no ver al niño junto a ellos y temerse lo peor.

   —¿No es ese el sello de Niels Rainath? —se interesó Erika, señalando el sobre que aún sostenía Jünaj.

   —Así es. Me ha hecho llegar esta carta en la que me solicita entregarle a Bertram a cambio de su hijo.

   —Sabrás que... —quiso advertirle ella, aunque Jünaj la detuvo haciéndole un gesto.

   —Conozco cómo se las gasta Niels en este tipo de intercambios. Pero no puedo impedir que esta familia trate de recuperar a su hijo al precio que sea.

   —¿Qui-quieres decir... que no va a liberar a... —susurró Bertram conforme se despertaba.



Siguiente


¿Cómo reaccionará Ingrid ante el despertar de Bertram?

A) Le abrazará, sin importarle que sea un vampiro.
B) Le preguntará de nuevo por su investigación en Berlín.
C) Se mantendrá a una distancia prudencial por miedo a lo que pudiera hacerle.

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1 comentario:

  1. Con los votos de Wattpad y Twitter, la opción que resulta ganadora es la A. Ya está disponible la continuación.

    Muchas gracias por participar.

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