Tras enfrentarse al monstruoso Volker Banach, un grupo de vampiros acude al encuentro. ¿Tendrán buenas intenciones?
Ya eran casi las 4 de la madrugada. Bertram miraba el reloj de su muñeca cada vez con más frecuencia. Poco a poco, su paciencia se había ido mermando. Ya no era capaz de aguantar más tiempo sentado en uno de los sillones de la sala donde le habían instado a permanecer. Tampoco ayudaba el hecho de encontrarse constantemente observado por el líder del grupo con el que se habían topado en el parque. Aunque por un lado se libraron del monstruoso Volker Banach gracias a ellos, no le sentó muy bien que les hubieran obligado a vendarse los ojos y a cubrirse la cabeza con una capucha de malla metálica durante el trayecto hasta ese lugar.
Su único vigilante en esa habitación era un hombre aparentemente joven y muy corpulento. Se podría decir que, como mínimo, duplicaba en tamaño a Bertram. Sin embargo, eso no impidió que este último se levantara de su asiento y se dirigiera a él de malas maneras.
—¿Cuánto tiempo me vais a tener aquí? —preguntó Bertram empezando a ponerse nervioso.
—¿Cuánto tiempo me vais a tener aquí? —preguntó Bertram empezando a ponerse nervioso.
—Tranquilo, Bertram. Ahora que eres un vampiro, tienes todo el tiempo del mundo para esperar —le contestó el gigantesco vampiro—. Garet te atenderá en cuanto le sea posible.
—¿Y Alger cómo está? ¿A dónde le habéis llevado? —insistió Bertram.
—No tengo ni idea de cómo puede estar. Al igual que tú, no me he movido de aquí desde que hemos llegado —respondió molesto el otro vampiro—. Ya te he dicho que lo han llevado a un recinto médico cercano. Sé paciente.
—Al menos, podríais dejarme mi maleta para poder cambiarme mientras estoy aquí esperando —comentó Bertram mostrando los cortes ensangrentados que tenía en la parte del pecho de su camisa.
—Nadie se molestará con tu apariencia. Han sido daños colaterales de haber sobrevivido a Volker —respondió su compañero de sala intentando quitarle hierro al asunto—. Muchos de los que se encontraron con él quisieran seguir vivos. O cuerdos.
En ese justo momento se abrieron las puertas de la sala y una mujer se acercó a ellos, invitando a Bertram a que la acompañara. El vigilante también les siguió, a modo de escolta. Tras pasar por dos amplias estancias, llegaron a una especie de despacho donde esperaba otro hombre. Se presentó como Garet Lindner y ofreció su mano a Bertram. Éste le correspondió estrechando la suya. El anfitrión apretó con fuerza. Durante el tiempo que estuvieron en contacto, Bertram sintió cómo una ráfaga de aire frío le rozaba su pelo.
Garet hizo una mueca y soltó su mano algo contrariado.
—Bertram, antes de nada, quería comentarte que tu amigo está fuera de peligro. No va morir por esto —comenzó a informarle Garet—. Sin embargo, aunque le han hecho varias transfusiones de sangre nada más llegar aquí, parece que la repentina anemia le ha afectado a los riñones. Aún es pronto para conocer todas las consecuencias que tendrá tu arrebato alimenticio.
—¿No fue Volker quien mordió a su amigo? —se interesó el líder del grupo de rescate, recordando las palabras de Alger en el parque.
—No, Trebet, no fue Volker —le respondió Garet echándole una mirada inquisidora al verdadero culpable.
—Fui yo —admitió Bertram con resignación.
—Eres un novato, ¿cierto? Las primeras veces cuesta controlarse —añadió Garet con la intención de tranquilizarle—. Y más si despiertan tu bestia interior. No cargues con toda la culpa sobre tus hombros.
—Vale, de alguna manera me ha leído la mente —reflexionó Bertram para sí mismo—. Creo que no servirá mentir ni contar verdades a medias. Tendré que andarme con cuidado.
—Ahora bien, necesito que me digas quién eres, Bertram Kastner —empezó a interrogarle Garet—. ¿Cuál es el motivo de haber venido a Stuttgart? ¿Qué hay en Vennysbourg que te ha hecho huir?
Bertram miró de reojo a Trebet, al cual le había contado en el parque que venía de Vennysbourg cuando éste le preguntó el porqué de llevar una maleta de viaje.
—Anoche, desperté siendo un vampiro —respondió, volviéndose a dirigir a Garet—. No recuerdo cómo fue. La sed de sangre que tengo desde entonces me hizo ver que era peligroso para mi familia. Por eso, decidí alejarme de mi hogar temporalmente, hasta que supiera exactamente lo que me había pasado. Quiero proteger a mi mujer y a mi hijo de mí mismo.
—Tomemos asiento —indicó Garet señalando una butaca mientras que él iba hacia el sillón tras la gran mesa que presidía la estancia—. ¿Estás seguro de que no recuerdas nada más?
—No, eso es todo —le aseguró Bertram—. Ayer fue un día normal. Por la noche salí de mi casa a dar un paseo y lo siguiente que recuerdo es despertar unas horas después dentro de un edificio abandonado que no conocía, también en Vennysbourg. En la situación de alteración en la que me encontraba, no fui capaz de permanecer en ese lugar para intentar averiguar qué me había ocurrido. A simple vista, estaba yo solo, pero no lo puedo afirmar con total seguridad.
—¿No hay alguien a quien que hayas podido molestar? —preguntó Garet echándose hacia delante con cara de preocupación—. En nuestra sociedad no está permitido crear nuevos vampiros así a la ligera. ¿Conociste al que te convirtió?
—No, no he tenido ese placer —respondió Bertram empezando a alterarse con tanta pregunta—. Yo no pedí esto. No sé quién decidió condenarme de esta manera ni porqué. ¡Es un castigo para mí! ¡Quiero recuperar mi vida!
Bertram pudo observar cómo Garet le hacía una señal a Trebet, lo que le hizo empezar a desconfiar de sus anfitriones. Su cuerpo acumulaba tanta tensión que, involuntariamente, se levantó de su asiento.
—Por favor, vuelve a tomar asiento, Bertram —le sugirió Garet amablemente.
Pero éste le ignoró, permaneciendo de pie y vigilando los movimientos de los otros dos vampiros que les acompañaban en esa habitación.
—Bertram, es mejor que te sientes y que te calmes —insistió Garet con un tono aún más serio.
—¿Por qué? ¡Ya he hablado demasiado! —respondió enfadado Bertram—. Ahora deberíais contarme quiénes sois vosotros en vez de hacerme este interrogatorio.
—Siéntate, Bertram —le ordenó Garet de forma tajante, a la vez que molesto por la rebeldía de su invitado.
—Hasta que no reciba respuestas a mis preguntas, no me sentaré —respondió de manera desafiante Bertram—. ¿Qué es este sitio? ¿Quiénes sois vosotros?
Garet se quedó en silencio unos segundos mientras le clavaba con su mirada. Finalmente, se puso en pie para que sus ojos estuvieran a la misma altura que los de su interlocutor.
—Bertram, hay alguien que te está buscando —le expuso Garet, buscando ser conciliador—. Desconozco las razones y esperaba que tú pudieras arrojar algo de luz sobre el tema. Es algo que necesito saber para decidir si debo ayudarte, dejar que te vayas sin más o...
—¿Cómo que alguien me está buscando? —replicó Bertram—. ¿Te refieres al tal Volker Banach?
—No, si no conocías a Volker de antes, probablemente no tenga nada que ver con esto —respondió Garet, negando con su cabeza—. No creo que los hilos movidos por sus afiladas garras lleguen hasta Vennysbourg.
—¿A qué te refieres con eso?
—Hoy, sobre la medianoche, se ha producido un incendio en Vennysbourg. —le informó Garet, fijándose en cualquier reacción que pudiera tener Bertram ante sus palabras—. Tu hogar ha sido pasto de las llamas.
Enmudecido, Bertram intentaba encajar de alguna manera la noticia que acababa de recibir.
—Tu mujer y tu hijo estaban allí —le reconoció Garet con semblante triste—. Desgraciadamente, no han sobrevivido.
Bertram no daba crédito a lo que le estaba contado Garet. No quería creerle. ¿Por qué debía hacerlo? De nuevo, el sentimiento de ira que había experimentado en varias ocasiones a lo largo de esa noche volvió a hacer acto de presencia, pero con una intensidad aún mayor. Puso un pie sobre el escritorio intentando abalanzarse sobre Garet, pero unos brazos le rodearon al instante, deteniéndole en su empeño. Trebet estaba prevenido y pudo reaccionar a tiempo, protegiendo así a su jefe frente al encolerizado vampiro.
—¿Por qué me dices esto? —estalló Bertram agitándose mientras estaba sujeto—. ¿Cómo puedes saberlo?
Ha llegado el momento de tomar una decisión. ¿Confiará Bertram en esta gente?
A) No, tiene la certeza de que Garet está mintiendo. Saldrá de ahí lo antes posible intentando hacer cuanto más daño mejor.
B) No, piensa que Garet no está diciendo la verdad. Pero hará como si le creyera para intentar salir de ahí pacíficamente.
C) Sí, parece que Garet ha sido convincente. Se calma y permite que este le siga contando.
D) Sí, está seguro de que Garet dice la verdad, pero necesita ir a su casa para verlo con sus propios ojos. Esa misma noche, volverá a Vennysbourg.
Por el shock del momento yo díría la D. Otra cosa es que consiga ir al final o no, pero eso ya no depende de mi.
ResponderEliminarRegistrada la opción D. Gracias por participar.
EliminarVale. Escuchemoslo. La C
ResponderEliminarOpción C registrada correctamente. Como concursante del sorteo, ganas una participación extra.
EliminarYo también quiero saber qué más tiene que contar Garet. La C.
ResponderEliminarOpción C registrada correctamente. Gracias por participar.
EliminarOpcion B, yo también disimularia
ResponderEliminarOpción B registrada correctamente. Como concursante del sorteo, ganaste una participación extra por participar aquí.
EliminarEstá la cosa tensa... voto 2/3 B y 1/3 C.
ResponderEliminarNo le creo, pero no ganamos nada enfrentándononos directamente a él y a los suyos... y no dejamos de estar muy desorientados... vamos a ver que sigue diciendo.
Opción B redondeada y registrada. Te llevas una participación extra para el sorteo :D
EliminarSe cierra el plazo para votar. Gana la opción C, que desempata con la B al haberse seleccionado antes.
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