Esta es la 11ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos.
Bertram hizo caso omiso al plan de Trebet para conducirle hacia la salida.
—Creo que deberíamos buscar a Erika —sugirió Bertram, contrariando al corpulento vampiro.
—¿Qué parte de tenemos que huir no has entendido? —exclamó Trebet con la cara desencajada mientras se disponía a abrir la puerta que llevaba al aparcamiento subterráneo—. Entonces, ¿para qué demonios he cargado contigo hasta aquí?
—Intuyo que Erika podría ayudarme a interpretar el sueño que he tenido y, con ello, encontrar alguna pista para dar con Roderick Sevald —se justificó Bertram.
—¡Roderick! ¡Roderick! ¿Acaso piensas que yo no sería capaz de analizar tu mierda de sueño? ¿Ni de captar las señales que pudo dejar Roderick en él? —le preguntó Trebet cada vez más molesto.
—Ehm... —Bertram fue consciente del enfado de Trebet y recordó su habilidad innata para propinar puñetazos, por lo que procedió a responder con cierta cautela—. Pensaba que ella podría conocerlo más que tú, con lo que sería más fácil y rápido averiguar algo más sobre su paradero.
Trebet suspiró, aunque no se le notaba del todo convencido por los gestos de negación que hacía con su cabeza.
—En el fondo tienes razón, mi fuerte no es interpretar sueños. ¡Seguro que Erika lo hace mejor que yo! ¿Qué sabré yo de Roderick? —admitió Trebet con cierta ironía—. Así que, ¡venga, vamos a hablar con ella! ¡Será divertido ir directos a la boca del lobo! A fin de cuentas, tú eres al que están buscando. Y no a mí.
—Trebet... —intentó excusarse Bertram.
—Cierra el pico, novato. Cuanto menos hables a partir de ahora, mejor —le advirtió Trebet—. Esta noche hay varios hombres de Rainath por aquí y no conviene que llames la atención. Déjame a mí llevar la voz cantante y evita revelar tu identidad, ¿entendido?
—De acuerdo —respondió escuetamente Bertram, intentando complacerle para que calmara su enfado, ya que todavía podía percibir cómo estaba envuelto en una especie de halo rojo, aunque más tenue que durante la pelea.
Subieron un par de pisos por las escaleras que anteriormente Trebet había bajado a toda velocidad. Entre dientes, iba farfullando algo que seguramente estaría relacionado con el hecho de desandar todo el camino que había recorrido con él a cuestas. Tras doblar una esquina, llegaron a un pasillo con multitud de puertas, similar a donde se encontraba el apartamento de Bertram. El gigantesco vampiro relajó su tensión conforme se acercaba a uno de los umbrales. Con sus bastos nudillos, dio unos golpes muy sutiles y armoniosos en la puerta de madera que tenía delante. Esperó unos segundos antes de volver a insistir con la misma delicadeza. Sin embargo, no obtuvo respuesta alguna.
—Parece que tendremos que buscar a Erika en otro lugar. Hoy ha sido más madrugadora que de costumbre —expuso Trebet resignado, mientras pensaba en cuáles podrían serían sus próximos pasos—. ¡Ya sé! Sígueme, novato.
Volvieron hacia las escaleras y, con mucho cuidado de no hacer ningún ruido, subieron otro piso. Trebet le hizo señas a Bertram para que permaneciera quieto, a la vez que se adelantaba hacia el siguiente pasillo. Tras unos segundos de espera, Trebet le indicó que podían continuar.
—Vía libre, aunque a partir de aquí debemos ir con mil ojos con quien nos podamos encontrar —le advirtió Trebet con cierta preocupación—. No sé qué intenciones tendrá Niels Rainath, pero si te están buscando en otra ciudad, conviene que no sepa que te encuentras en este Elíseo.
Cuando ya habían avanzado por más de la mitad del pasillo, Bertram se percató de que no era el mismo en el que se encontraba su apartamento. Observó que, junto a la que sería la entrada de su alojamiento, ya no estaba la pared destrozada por la confrontación que habían tenido.
—Pensaba que... ¿Cuántos pasillos hay como este en el edificio? —preguntó algo confuso y desorientado.
—Uno en cada planta —contestó Trebet mirando hacia donde debería estar la pared que rompió al golpear a Bertram—. Parece que Erika ha pasado por aquí. Así me gusta, chica lista.
—Espera... ¿uno por planta? No entiendo nada, éste... ¿no debería estar la pared destrozada en este lugar? ¿Y cómo sabes que Erika ha estado aquí? —continuó preguntando Bertram de forma indiscriminada.
—Novato, ¿qué te he dicho de estar callado? —le volvió a advertir Trebet mientras le hacía otra señal de alto.
Viniendo del pasillo contiguo, se escucharon unos pasos acelerados. Ambos vampiros se quedaron inmóviles ante la inminente llegada de alguien. Trebet tornó la cabeza para comprobar la situación de Bertram, quien estaba atento a lo que pudiera aparecer tras girar la esquina del pasillo. El corpulento vampiro volvió a centrar su mirada hacia adelante, justo cuando llegó una chica con una llave en la mano. Ésta no pudo evitar soltar un pequeño grito de sorpresa al encontrarse con él de esa forma tan inesperada. Pero se quedó aún más pasmada al percatarse de la presencia de Bertram.
—Él... —le dijo con asombro a Trebet mientras señalaba al invitado—. Estaba aquí.
Se trataba de la misma chica que había interrumpido el cóctel de sangre con Erika la noche anterior, avisándole de la llegada de Niels Rainath. Al contrario que con el resto de vampiros, Bertram había percibido en ella ciertos signos vitales durante los breves encuentros en los que habían coincidido. Entendió que se trataba de una de esos mortales que colaboraban con la sociedad vampírica.
—Sí, aquí lo tengo, ¿qué problema hay, Nadin? —le preguntó Trebet mientras inspeccionaba que no viniera nadie más.
Nadin se acercó a ellos, quedando los tres agrupados frente a la puerta del refugio de Bertram.
—Erika y yo vimos el agujero en la pared y pensamos que algo raro le había pasado, como que uno de los del séquito de Rainath podría haberlo secuestrado —susurró Nadin mientras se guardaba la llave en un bolsillo de la chaqueta—. Descartamos esa idea al echar un vistazo rápido al apartamento y ver que todo lo demás parecía en orden, por lo que podría haber sido una huida voluntaria por su parte.
—¿Y dónde está Erika ahora mismo? —se interesó Trebet girándose hacia ellos.
—Decidimos poner a Garet al corriente de la situación —declaró Nadin—. Como no podía atendernos en ese momento, Erika se ha quedado esperando al lado del despacho. Por mi parte, he vuelto para limpiar cualquier rastro que pudiera revelar la identidad de Bertram a los hombres de Rainath, por si se les ocurriera inspeccionar la estancia más adelante.
—¿Y la pared? ¿Cómo la habéis reparado tan pronto? —le cuestionó Bertram señalando el lugar por donde antes la había atravesado.
—Erika se encargó de ello —respondió Nadin esbozando una sonrisa de satisfacción mientras observaba el resultado—. Era mejor que nadie viera esto, al menos hasta que habláramos con Garet. O contigo, Trebet.
—No sé cómo lo habrá hecho, pero no se nota nada... —comentó Bertram acercándose a la pared para inspeccionarla con sus manos.
—¡¡No la toques!! —gritaron Trebet y Nadin al unísono.
Bertram pegó un bote hacia atrás, amedrentado por la súbita advertencia de ambos, a la vez que sentía que había algo ahí que no alcanzaba a comprender.
—Nadin, no perdamos más tiempo aquí y llévanos junto a Erika. Tenemos que hablar con ella lo antes posible —le apremió Trebet.
—Seguidme —les ordenó ella mientras comenzaba a caminar a pasos ligeros y temblorosos.
El grupo recorrió varios pasillos, sin poder evitar cruzarse con más gente. Trebet pensó que debieron haber dejado a Bertram en su apartamento para evitar exponerlo, ya que notaba las miradas de curiosidad de estos hacia el invitado. Pero, por otro lado, tenía que estar junto a él en todo momento para custodiarlo y protegerlo, tal y como Garet le había solicitado. No tardaron en llegar a la sala donde habían esperado juntos la noche anterior. Allí se encontraba sentada Erika, quien se levantó de inmediato al ver llegar al trío.
—¿Qué le ha pasado? —le preguntó Erika al corpulento vampiro señalando los rasguños y la ropa empolvorizada de Bertram.
—Es una larga historia, pero ya habrá tiempo de contártela. Tenemos que salir de aquí pitando leches —le apremió Trebet, agarrando su muñeca y tirando de ella para que les acompañara.
Aunque no le dio ninguna opción de pensárselo, Erika accedió a acompañarles sin dudarlo. Pero, justo cuando estaban abandonando la sala, una voz profunda les detuvo.
—¿Ya te vas, Erika?
Nadin continuó andando, tal como si fuera una ovejita espantada, acelerando todavía más sus pasos. Pero los tres vampiros se detuvieron bajo el arco de la puerta, girándose al unísono hacia el interior de la sala. Junto a Garet, se encontraba otro hombre un poco más alto que él, ataviado con ropa de gala de algún siglo anterior. Era como si un personaje histórico hubiera viajado en el tiempo hasta esa época. Tras ellos, había otras dos personas a modo de escoltas. Vestían unos uniformes algo más modernos, pero que no desentonaban con las pintas del que parecía su jefe.
—¿No habías venido a contarnos algo? —continuó preguntándole a Erika mientras exhibía una gran sonrisa forzada—. Hemos interrumpido nuestra reunión por ti. Por favor, no nos prives de conocer tus inquietudes y preocupaciones.
El ambiente se volvió gélido, dando la sensación de que el tiempo fluía más despacio en aquella estancia. Erika no supo qué contestar en ese momento de silencio incómodo. Aquella presencia le imponía demasiado como para poder improvisar un nuevo discurso que resultara convincente y no pusiera en peligro a Bertram.
—Hombre, señor Levesque —añadió el pintoresco personaje, acercándose un paso hacia el voluminoso vampiro—. ¡Cuánto tiempo!
—Niels —contestó Trebet no muy entusiasmado, mientras que Erika le volvía a agarrar la mano con la intención de transmitirle calma—. Han pasado varios años, sí.
—¿Qué es de tu vida? Me imagino que no estarás atravesando un buen momento ahora, ¿cierto? —continuó Niels, que comenzó a fijarse en quién se escondía detrás de Trebet.
Para Garet, no era posible disimular la gran preocupación que sentía ante aquella situación. Por su parte, Trebet seguía arrepintiéndose de haber accedido a llevar a Bertram hasta allí y no haber abandonado el Elíseo cuando tuvieron la ocasión. Sentía haberle fallado a Garet y, en consecuencia, a Roderick. Pero a la vez, tenía unas ganas tremendas de partirle la cara a la eminencia que tenía delante, al sentirse ofendido por sus palabras. Las cosas no tardaron mucho en ir a peor.
—¿Y tú? No tengo el placer de conocerte aún —dijo Niels interesándose por Bertram—. Dime, ¿quién eres tú?
Bertram se encuentra delante del nuevo líder de Stuttgart, Niels Rainath. ¿Qué le contestará ante tal pregunta?
A) Dirá que es Bertram Kastner. La verdad por delante.
B) Le contará que su nombre es Alger Furst. No es muy dado a inventarse nombres.
C) Esquivará la pregunta, intentando desviar la atención diciendo que se acaba de topar con Volker Banach.
D) Le pedirá a Niels que antes sea él quien se presente, por cortesía.
E) No responde nada. Trebet le dijo que cerrara el pico y eso hará porque no quiere ser golpeado de nuevo.
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