domingo, marzo 13, 2016

Bertram Kastner (12) - La persecución persistente

Bertram Kastner despertó días atrás siendo un vampiro y sin recordar nada de lo que ocurrió. Huye de su vida como mortal para proteger a su familia, pero se encuentra con multitud de complicaciones que pondrán en peligro su supervivencia. En su intento de huida junto a Trebet y Erika, se ha encontrado con Niels Rainath, interesado en su identidad.

Esta es la 12ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. Y también en Twitter.


—Soy Bertram Kastner —contestó de forma desafiante—. ¿Y tú eres...?


   Niels Rainath se echó a reír, soltando una sonora carcajada mientras comenzaba a aplaudir de forma pausada y estridente.

—Me estáis tomando el pelo, ¿verdad? —dijo Niels mirando incrédulo a Garet y al resto de vampiros de la sala—. El hombre más buscado del momento en esta Alemania y en parte de la otra, y lo teníais vosotros aquí mismo. Para colmo, me lo habéis traído en bandeja. ¿Dónde está el truco?

—¿Por qué buscan a ese tal Bertram Kastner? —le preguntó Garet intentando averiguar el motivo de tanto interés por su invitado.

—Digamos que conoce cierta información de gran relevancia —le respondió Niels acercándose a Bertram lentamente mientras que lo inspeccionaba con su mirada—. ¿No es así, señor Kastner?


   Trebet, que seguía cerca, se interpuso en su camino.

—No des ni un solo paso más —le amenazó el corpulento vampiro.

—Aparta —le ordenó Niels haciendo un gesto con la mano, cargado de cierto desdén.

—¡¡Aghhhh!! —gritó Trebet con rabia mientras se echaba hacia un lado en contra de su voluntad.

—¡Niels, no te permito que utilices tus poderes sobre mi gente! —exclamó Garet con un notable enfado.

—Te recuerdo que tus hombres me deben lealtad y obediencia. Ahora estoy al mando de esta ciudad, ¿o es que ya lo has olvidado? —contestó Niels clavándole la mirada a Garet mientras esbozaba una inquietante sonrisa.

—No voy a reconocer tu autoproclamación como regente de Stuttgart. Da por hecho que el Cónclave nunca ratificará la ausencia de Roderick como un abandono de su cargo —añadió Garet mientras se abalanzaba sobre Niels—. ¡Él me puso al mando de este Elíseo y así seguirá siendo!


   Los guardaespaldas reaccionaron rápidamente y agarraron a Garet por las piernas, consiguiendo detenerlo. Éste intentaba revolverse hacia ellos, sin parar de gritarles y maldecirles.

—¡¡Soltadme, escoria!!


   Ellos no cedieron ni un ápice en su voluntad de retenerlo y lo aprisionaron contra el suelo para inmovilizarlo, ante la intensa mirada de Niels. Parecía que, con sus ojos, éste les estuviera insuflando el ímpetu que les permitía someter al depuesto líder. Aprovechando que en ese momento no eran el foco de atención del amenazante vampiro, tanto Erika como Bertram comenzaron a retroceder lentamente. Aunque no a la suficiente velocidad.

—¡¡Huid ya!! —les ordenó Garet mientras que seguía forcejeando sin éxito.


   Ambos reaccionaron al grito dando un brinco, como si hubieran despertado de una ensoñación hipnótica. Sin dudarlo ni un momento, arrancaron a correr y escaparon de la sala. Aunque le pilló de imprevisto, Niels estuvo rápido a la hora de dar un salto, impulsándose hacia ellos para intentar agarrar a Bertram. Sin embargo, Trebet consiguió desviar su trayectoria, interceptándolo mediante un violento placaje. Los dos cayeron sobre una historiada butaca que, lamentablemente, quedó hecha trizas.


   Instantáneamente, Niels se quitó de encima al corpulento vampiro empujándolo con un simple y siniestro manotazo, mientras que con su diestra agarraba una de las patas del asiento que habían destrozado en la caída. Antes de que Trebet pudiera recomponerse y levantarse del suelo, Niels atravesó su pecho con el artístico trozo de madera, dejando su cuerpo clavado al suelo y totalmente inerte.


   Garet perdió los nervios ante la situación, profiriendo multitud de improperios hacia Niels, mientras que los guardaespaldas se tenían que esforzar aún más por mantenerlo sujeto.

—Tú serás el siguiente si no colaboras —le advirtió Niels fulminándolo con sus ojos enrojecidos de cólera mientras se incorporaba del suelo haciendo una grácil acrobacia—. Enseguida estoy de nuevo contigo. Vosotros, no lo soltéis.


   A tan sólo un par de pasillos de distancia estaban Erika y Bertram, corriendo como alma que les llevaba el diablo con la intención de escapar de las garras de Niels Rainath.

—¡¡Nadin, plan B!! —gritó Erika mientras no detenía su avance.

—¿Dónde está Nadin? —le preguntó Bertram buscando a la otra chica por los alrededores.

—Espero que en un lugar donde me pueda haber escuchado —le respondió Erika a la vez que le agarraba de la muñeca—. Ven por aquí, bajaremos más rápidos.


   Erika condujo a Bertram hacia un ascensor cuyas puertas estaban abiertas. Una vez dentro, aporreó uno de los botones que llevaban al sótano. Cuando el mecanismo reaccionó y comenzaron a cerrarse las puertas, se dejó caer de rodillas sobre el suelo del habitáculo. Como si quisiera que el ascensor actuara más rápido, posó las manos sobre su cabeza. Pero antes de que las compuertas se terminaran de cerrar, pudieron observar cómo Niels llegaba a la intersección entre pasillos que tenían delante.


   Sólo les separaban veinte metros de distancia. A pesar de ello, Niels no era capaz de verlos. Desde su perspectiva divisaba una pared adornada con un cuadro y una mesita en donde debería estar el elevador. De alguna manera intuía que se encontraban cerca, pero no estaba seguro de qué camino habían tomado. De repente, escuchó cómo unas puertas metálicas se cerraban tras la mesa que estaba colocada al final del pasillo. Dirigiéndose hacia allá con paso firme, profirió un gruñido y la escena se desvaneció, dejando a la vista el ascensor. Éste ya había abandonado la planta, con Erika y Bertram dentro.


   Al poco de comenzar a bajar, escucharon una sucesión de golpes metálicos que provenían del lugar donde habían dejado a Niels, provocando que el habitáculo se agitara. Unos segundos después, algo impactó sobre el techo de la cabina, volviendo a estremecerse violentamente, hasta detener su avance de forma abrupta. Los dos vampiros cayeron al suelo al desestabilizarse por la repentina frenada del elevador. Pensaron que seguramente Niels había derribado las barreras del ascensor y estas habían caído sobre ellos, afectando y bloqueando el sistema de poleas. Súbitamente, se lanzaron hacia el cierre que tenían delante, tirando de las compuertas hasta conseguir abrirlas. Estaban encajados entre dos plantas, teniendo el espacio justo para salir tanto por la superior como por la inferior.




—Lo de arriba es el vestíbulo. Podremos salir a la calle rápidamente, aunque tendremos que alejarnos a pie a toda velocidad —le explicó Erika mientras se disponía a subir—. Vamos, salta y ayúdame a empujar la puerta.

—Es una locura salir por ahí, ya que esto podría ponerse en marcha de nuevo en cualquier momento. Por abajo tendremos más margen de escapatoria —sugirió Bertram tirando de ella hacia abajo.


   Erika aceptó sin rechistar, al ser consciente de lo peligroso que era encaramarse a la parte de arriba. Tras golpear la puerta al unísono con la fuerza de sus piernas y conseguir abrirla, ambos comenzaron a deslizarse por la abertura inferior. Justo en ese momento, algo se precipitó sobre el techo de la cabina, dejándolo hundido y empujando bruscamente el ascensor hacia abajo. La pareja de vampiros tuvo el tiempo justo para salir del habitáculo sin que les seccionara la cabeza. Conforme se levantaban del suelo, pudieron comprobar cómo el ascensor descendía en caída libre con Niels y sus piernas ancladas en el techo de la cabina.


   La maquinaria se estrelló contra el fondo del foso un par de plantas más abajo, aunque Bertram y Erika no se detuvieron a contemplar el resultado, por temor a que Niels resurgiera de ahí. Tras pasar por una puerta, entraron a toda velocidad en el aparcamiento subterráneo del edificio.

—¡Vamos a mi coche! —le ordenó Erika señalando hacia uno de los vehículos aparcados.


   Rápidamente, Erika sacó un llavero de uno de los bolsillos de su abrigo e introdujo la llave en la cerradura del automóvil.

—¡¡Oye, que esta puerta no se abre!! —le gritó Bertram con una notable desesperación desde fuera del coche tras accionar repetidas veces el tirador de la puerta.

—Lo siento, se queda atascada siempre —se excusó Erika mientras se estiraba en el asiento y abría desde dentro.


   Bertram saltó al interior a la vez que Erika arrancaba el vehículo. Salió hacia atrás a toda velocidad, provocando un gran quejido del motor, para luego enfilar el pasillo principal del garaje hacia la salida, pisando el acelerador a fondo.

—En la guantera hay una pistola. Búscala, por si Niels nos alcanzara —le indicó a Bertram—. Dispárale sin piedad.


   El vampiro asintió y abrió la guantera, de la que cayeron varios objetos y papeles al suelo del coche. Por suerte, la pistola seguía en su sitio y pudo agarrarla justo antes de que algo impactara contra el vehículo. Niels había aterrizado de un salto sobre el capó, e inmediatamente atravesaba el cristal con sus brazos hasta agarrar a Bertram por los hombros. El coche se desestabilizó, tambaleándose de un lado a otro, mientras Erika se esforzaba por mantener el control del vehículo.

—Ahora me dirás todo lo que quiero saber —anunció de forma triunfante Niels mientras extraía a un aterrado Bertram a través del salpicadero y le clavaba con ansia sus colmillos en la yugular.


   Como un acto reflejo, comenzó a vaciar el cargador de la pistola, disparando sucesivas veces. Pero una mezcla de dolor y placer en el cuello le hizo perder el conocimiento, fundiéndose en negro todo lo que había a su alrededor.


   Poco a poco, fue capaz de reconocer las formas de los árboles cercanos. Además del ruido de las ramas movidas por el viento, comenzó a escuchar las pisadas y los gruñidos de algo que se dirigía hacia él. No se amedrentó ni un ápice cuando a unos pocos metros de distancia apareció la silueta monstruosa de Volker Banach, que enseguida retomó su forma original. Con aspecto humano, pero igualmente horrible, le dedicó un saludo.

—Buenas noches, señor Rainath. ¿Ha sido usted quién me ha llamado? —le inquirió Volker—. ¿Qué le trae por esta ciudad?

—Encantado de volverte a ver, Volker —le respondió Bertram como si no pudiera controlar sus palabras—. No sé si estarás al corriente del vacío de poder en esta ciudad. Está llegando la hora de que reclames lo que te pertenece desde hace siglos, ya que Roderick ha desaparecido, dejando Stuttgart a manos de unos simples chiquillos.


   No alcanzaba a comprender qué estaba viviendo. Parecía que se encontraba en el cuerpo de Niels Rainath. Pero no tenía capacidad alguna de hablar o actuar por sí mismo. Simplemente, era un mero espectador de la escena, vista desde los ojos del vampiro que hacía unos instantes le había mordido en el cuello.

—Oh, no tenía conocimiento de tal noticia. Parece que sus secuaces han conseguido que tal información no llegara a mis oídos —reaccionó Volker mientras comenzaba a aplaudir efusivamente—. Entonces, ¿puedo tomar posesión de mi trono inmediatamente?


   Bertram vio cómo el cuerpo en el que estaba movía los brazos intentando calmar el entusiasmo del otro vampiro.

—No, aún deberás esperar a que se resuelva un pequeño asunto. Primero, he de encontrar y eliminar a la única persona que puede revelar dónde se encuentra escondido mi padre —le indicó a Volker—. Cuando lo haga, tendrás libertad para tomar posesión de esta ciudad y recuperar lo que te arrebataron tras la guerra.

—Ardo en deseos de que llegue ese momento. Permítame que le ayude en su búsqueda para que eso acontezca cuanto antes —contestó Volker relamiéndose, a la vez que agitaba sus alargados y huesudos dedos a modo de satisfacción—. ¿Sería tan amable de indicarme quién es ese al que busca con tal premura, señor Rainath?

—Su nombre es Bertram Kastner —le respondió—. Se trata del...


   Un estruendo interrumpió esa ensoñación, cuyo recuerdo se diluyó lentamente hacia el fondo de la memoria de Bertram, arrastrando consigo a otras tantas reminiscencias recientes.


   Cuando abrió los ojos, se encontraba tendido en el suelo de un garaje. Junto a él, podía ver un coche accidentado. La disposición del vehículo no era para nada normal, ya que tenía el lateral del conductor apoyado en el suelo, mientras que el techo estaba aplastado contra uno de los muros del aparcamiento. Le costó horrores levantarse al sentir que tenía todo su cuerpo magullado. Fue entonces cuando vislumbró que entre el capó del coche y la pared había un hombre atrapado e inconsciente. Pensó que se trataba de un actor o de alguien disfrazado, ya que llevaba un atuendo similar al que portaba la nobleza cientos de años atrás.


   Arrastrando la pierna que tenía más afectada, pudo acercarse lentamente con la intención de socorrerlo. Sin embargo, se estremeció al palpar su frío cuello y no encontrarle el pulso. Estaba prácticamente empotrado en la parte delantera del coche, por lo que pensó que era normal que hubiera muerto en el acto. Desde esa posición, se percató de que había una mujer dentro del coche, también ensangrentada e inconsciente.

—Pero, ¿qué ha pasado aquí? —se dijo Bertram a sí mismo, mientras observaba sus heridas y la sangre que le había brotado de una herida en el cuello, sin parecer recordar lo que había ocurrido—. ¿Me han atropellado?


   Enseguida comenzó a escuchar algo de revuelo en el otro extremo del parking. Varias personas se dirigían hacia el lugar del accidente.



Siguiente





Desorientado, Bertram se encuentra ante un accidente en el que parece que se ha visto implicado. ¿Qué hará a continuación?

A) Desaparecerá de la escena, escondiéndose entre los coches y saliendo del garaje para ponerse a salvo.
B) < No hay opción B >
C) Esperará a que llegue alguien para que le puedan ayudar a socorrer a los accidentados.
D) Intentará reanimar al hombre, por si aún estuviera a tiempo de sobrevivir.
E) Tratará de entrar al coche para comprobar el estado de la mujer y sacarla de ahí.


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