Erika toma el relevo conduciendo hacia Kreuzungblut. Tras comentarle algunas de sus visiones y sueños, son alcanzados por otros dos vehículos, dirigidos por Niels Rainath. Tras recibir varios disparos, el taxi ocupado por Bertram y Erika se sale de la carretera y avanza peligrosamente cuesta abajo.
Esta es la 18ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.
Dado que era casi imposible controlar el taxi y viendo que en cualquier momento podrían chocar violentamente contra un árbol, Bertram decidió que debían abandonar el vehículo cuanto antes. Tras abrir la puerta de su lado, hizo ademán de incorporarse hacia el asiento del conductor, donde Erika seguía sin reaccionar. No fue tarea fácil, no sólo por el traqueteo del coche, sino también por el dolor que le provocaban los proyectiles alojados en su cuerpo. Finalmente, pudo agarrar el volante por última vez y girarlo, con la idea de esquivar los árboles más próximos. Rápidamente, agarró a Erika, envolviéndola con sus brazos y se impulsó hacia atrás.
Ambos salieron despedidos al exterior del vehículo con éxito, aunque Bertram no aterrizó en blando, al impactar contra la raíz de un árbol que sobresalía del suelo. Debido a la inercia, comenzaron a rodar en la ladera cuesta abajo. A consecuencia del golpe que se acababa de dar en la cabeza y en la espalda, el cuerpo de Bertram dejó de responderle y no pudo hacer nada para seguir protegiendo a Erika, por lo que terminaron desplazándose por separado. Inconscientes los dos, no pudieron presenciar cómo el taxi se estrellaba contra un árbol, quedando empotrado en el tronco de éste.
Tendido boca arriba sobre un manto de hojarasca, Bertram abrió por fin los ojos. Se sentía algo desorientado. Pero, por otro lado, parecía totalmente recuperado de las heridas que había sufrido, incluyendo los disparos que había recibido en la espalda. Poco a poco, se incorporó, quedándose sentado en el suelo e intentando vislumbrar lo que tenía a su alrededor.
Unos instantes después, se percató de cómo algo se iluminaba tras él. Al girarse, vio lo que parecía una silueta femenina avanzando hacia una especie de estancia que despedía una intensa luz blanca.
—Gracias, Bertram —pronunció ella a la misma vez que hacía una pausa en su caminar.
—Eh... ¿Erika? —acertó a decir mientras observaba cómo la mujer reanudaba sus pasos hacia la zona iluminada.
Ágilmente, se levantó del suelo y emprendió una ligera carrera hacia ella, dándose cuenta de que no se trataba de Erika, sino de otra persona que también había conocido la noche anterior.
—¿Nadia? No... ¿Nadin? —preguntó Bertram, recordando el nombre de la chica que acompañaba a Erika y a Trebet en el Elíseo—. ¿Gracias por qué?
Pero no hubo respuesta por parte de ella, al adentrarse en el cúmulo de luz y perderse en el interior. Conforme se acercaba Bertram, la oscuridad invadía más y más aquel enclave, que quedó vacío y sumido en la negrura a unos cuantos pasos de él.
—¿Qué significa esto? —preguntó a viva voz hacia el cielo intentando que alguien pudiera darle una explicación.
Aún más desorientado, miró a su alrededor, intentando divisar a dónde había ido a parar Erika tras saltar del taxi. Con la tenue luz que proporcionaba la luna, le era complicado ver más allá de unos pocos metros. Aunque algo reluciente llamó su atención, dejándolo totalmente petrificado. En el suelo, casi debajo de sus pies, había colocada una ventana, con su marco y cristales.
—Ingrid... Bertram... —consiguió gesticular con mucha dificultad.
A través de ella, podía observar a su mujer y a su hijo acostados en un colchón. Ingrid tenía abrazado al chiquillo, como si estuviera dándole protección y consuelo. Por lo que vio alrededor del improvisado lecho, no estaban en ninguna estancia que él reconociera. A pesar de eso, parecía que ambos dormían plácidamente y que estaban en buen estado, al no presentar ninguna herida ni golpe a la vista.
Temblando de emoción, Bertram dejó caer su cuerpo para poder contemplarlos más de cerca. Sus rodillas se clavaron en el suelo, provocando que una ola de hojas secas tapara los cristales del ventanal y ocultara a sus seres queridos. Inmediatamente, se dispuso a apartar toda la broza que le impedía esa emotiva visión. Pero por más hojas y tierra que retiraba, no conseguía descubrir de nuevo la ventana.
—¡No! ¡Volved conmigo! ¡Estoy aquí! —gritaba desesperado entre lágrimas de sangre.
Tras varios minutos removiendo el suelo de los alrededores, finalmente se dio por vencido; quedando totalmente exhausto por el esfuerzo. Conforme recuperó el aliento, apretó sus puños contra la tierra para terminar exhalando un grito de lamento y dolor que estremeció y conmovió por igual a toda la fauna cercana.
—Shhhhhh —se pudo escuchar detrás de Bertram.
Éste se giró súbitamente, siendo capaz de intuir la sombra de un niño que estaba escondido entre los matorrales y que emprendía su huida al ser descubierto.
—¿Bertram? Soy papá. No me tengas miedo —se apresuró a decir, deseando poder encontrarse con su hijo—. ¡Espérame!
Sin pensárselo dos veces, se plantó en el lugar donde había perdido de vista al muchacho y continuó avanzando por donde pensaba que se había fugado. No le fue complicado detectar las pisadas del chaval a lo largo de todo el sendero, debido a que el bosque se veía en ese momento más iluminado que antes.
Enseguida, fue consciente de que no era normal que la luna brillase mucho más de lo que lo hacía unos minutos atrás. Se dio la vuelta y miró al cielo para poder comprobar con sus propios ojos el cambio de intensidad de la luz que le proporcionaba el cuerpo celeste. Aunque para su sorpresa, se encontró con un gigantesco Niels Rainath que, haciendo uso de un candil, parecía estar buscando algo entre toda la vegetación del lugar. ¡A él!
Sin duda, se trataba de una pesadilla de la que no era capaz de despertar. Aún así, una sensación intensa de terror le invadió, sintiendo la necesidad de escapar de aquel inmenso vampiro, como si la vida le fuera en ello. Comenzó a correr en otra dirección, procurando ocultarse debajo de las copas de los árboles para evitar ser descubierto. De vez en cuando, echaba la vista atrás para asegurarse de que Niels no le había encontrado todavía.
—Por más que corra, no consigo alejarme de él —se dijo a sí mismo, inmerso en el agobio que le suponía estar a punto de ser cazado por aquel monstruo—. He de encontrar una zona más frondosa para esconderme y esperar a que pase de largo.
Justo cuando iba a adentrarse en un recoveco donde los árboles estaban más pegados entre sí, se le ocurrió mirar por última vez. Por desgracia, pudo comprobar cómo los ojos de Niels apuntaban hacia él. Tras unos segundos donde todo el bosque quedó en silencio, la cabeza del coloso se giró hacia él, produciendo un ruido siniestro y manteniendo las pupilas fijas en su objetivo.
Totalmente paralizado por el miedo, Bertram notó cómo una mano le agarraba el brazo y tiraba de él con fuerza, apartándolo del camino. Afortunadamente, se trataba de alguien conocido para él.
—¡Roderick! —susurró a la vez que se sorprendía por este encuentro—. Tenemos que huir de aquí.
—Tranquilo, Bertram. Estando yo, Rainath no podrá vernos —le trasmitió Roderick.
—¿Estás seguro? —le cuestionó él, debido a la inquietud que suponía el haber sido descubierto por una versión gigantesca de Niels.
Sin embargo, la actitud impasible de Roderick ante tal situación le parecía muy chocante. Éste, de brazos cruzados, le hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia donde estaba Niels Rainath. Aún temeroso, Bertram tuvo el valor suficiente para mirar de nuevo.
—¿Dónde está? —preguntó al no poder divisar al colosal vampiro, ni tampoco a la luz del candil que portaba.
—Esto es un sueño, Bertram —le confesó Roderick—. Has conseguido dejarlo atrás y expulsarlo.
Esa declaración hizo que la tensión que sufría acabara diluyéndose.
—Siento mucho que te hayas visto envuelto en esta complicada situación, Bertram —se disculpó Roderick—. También lamento el tener que contactarte así, invadiendo tus sueños.
—Esto está siendo muy extraño y confuso para mí. Hay demasiadas cosas que me afectan a mí y a mis allegados. No pensé que esto pudiera llegar a ocurrir. No fue lo que pedí —se sinceró Bertram, refiriéndose a su existencia como vampiro—. Necesito volver a ser el que era. ¿Hay alguna forma de devolverme a la normalidad?
Ante tal pregunta, Roderick se quedó pensativo durante unos segundos.
—Quizás haya un método, aunque solamente está al alcance de los vampiros más antiguos —le expuso, dándole algunas esperanzas en recuperar su humanidad—. Es posible que Lothar von Schwaben conozca a alguien capaz de llevar a cabo el ritual de reversión.
—¿Hablas en serio? —cuestionó Bertram, a la vez que recordaba a Lothar.
A pesar de pertenecer a la aristocracia, la percepción que tenía de Lothar von Schwaben era la de una persona cercana y justa. Aunque su presencia imponía respecto, no era nada arrogante ni exigente con el resto de vampiros que formaban su corte. Al igual que Niels, vestía un uniforme propio de la nobleza, aunque de un aspecto más acorde a la actualidad.
—Sin embargo, el tiempo corre en tu contra, ya que, con el paso de los días, tu conversión en vampiro será irreversible —le advirtió Roderick—. Aunque haré todo lo que esté en mis manos para que puedas conseguir recuperar tu vida a tiempo.
—Te lo agradezco mucho —le contestó Bertram, notando como algo había chocado contra su frente.
Lo que parecía un abejorro, estaba revoloteando torpemente alrededor de la cabeza de Bertram. Éste consiguió apartarlo fácilmente dando un palmetazo al aire para evitar que volviera a impactar contra él.
—Precisamente, yo también necesito hablar con Lothar por un asunto de extrema gravedad que está asolando al país —admitió Roderick—. Multitud de líderes, hasta ahora leales, han traicionado a las altas esferas de la sociedad vampírica y preparan un golpe de estado para hacerse con todo el poder.
—Como el malnacido de Niels Rainath —apostilló Bertram, volviendo a espantar al abejorro que había chocado de nuevo contra su cabellera.
Roderick no pudo evitar mostrar una mueca de desprecio y desagrado al escuchar las palabras de Bertram.
—Es de suma importancia que me indiques dónde viste a Lothar von Schwaben por última vez —le reclamó Roderick, extendiendo sus brazos y posando sus manos sobre los hombros de Bertram.
En la mente de Bertram, alrededor de la figura de Lothar, comenzó a dibujarse un escenario totalmente reconocible para él. A la vez, los rostros borrosos de las personas que se encontraban en ese enclave, comenzaron a detallarse en sus recuerdos. Una parte desconocida de lo que había vivido en los últimos días había emergido desde lo más profundo de su mente.
Conforme iba a articular una respuesta para Roderick, el abejorro volvió a molestarle, rozando sus labios en esta ocasión.
—Debes recordarlo y decírmelo, Bertram —insistió Roderick agarrando con más ímpetu sus hombros—. Una vez que despiertes, has de partir hacia allá sin demora. Nos encontraremos en ese lugar para reunirnos con Lothar y arreglar nuestros asuntos.
Aunque parece que Bertram está sumido en un sueño y su subconsciente es el que rige sus acciones, podéis decidir qué le responderá a Roderick.
A) Le cuenta todo lo que recuerda
B) Le proporciona sólo una parte de la información
C) Le engaña, dándole una información falsa
D) Le responde que no recuerda tal cosa
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