sábado, junio 17, 2023

Bertram Kastner (21) - Viejos enemigos

Tras saber que Erika se encuentra a salvo gracias a Jünaj, Bertram intenta convencerle para que le permita acceder al pueblo de Kreuzungblut. Pero todos sus esfuerzos parecen ser en vano, dando lugar a que uno de los hombres de Niels se acerque a donde están ellos.


Esta es la 21ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.




   Bertram volvió a dirigir su mirada hacia Jünaj, mostrándole un rostro desencajado por la desesperación y el miedo, a la vez que buscaba que éste se apiadara de él.

—¡Por favor, déjame pasar! —continuó reclamándole Bertram tras haber logrado avanzar un par de pasos hacia él con gran esfuerzo—. Un tal Niels Rainath me está buscando para que le revele una información muy importante que necesita saber. Hasta hace un momento no recordaba nada de aquello, pero mientras estaba inconsciente, él se ha metido en mis sueños y ha hecho que lo rememorara para poder contárselo.

—¿Niels Rainath? —le preguntó Jünaj con cierta indiferencia e inclinando levemente la cabeza hacia un lado.

—Antes de eso, irrumpió en el Elíseo, donde Trebet y Garet lo retuvieron mientras que Erika y yo escapábamos —añadió con cierto nerviosismo, mirando a su retaguardia frecuentemente—. ¡Nos alcanzó en el garaje, pero conseguimos huir! Uno de sus matones nos persiguió por las calles de Stuttgart, aunque lo despistamos y conseguimos salir de la ciudad.


   Viendo que algo le impedía caminar más cerca de Jünaj, detuvo su avance y aprovechó para adornar toda su explicación con multitud de aspavientos. Pero el semblante de Jünaj no se inmutó ante todos esos gestos.

—¿Por eso vinisteis aquí? —le preguntó Jünaj a la vez que volvía a enderezar su cabeza.

—¡Sí, eso es! Erika fue la que sugirió venir a pedirte ayuda, ya que Roderick le había hablado de ti en alguna ocasión —prosiguió Bertram con cierta euforia al percibir que podía ir por el buen camino de convencerlo—. Pero cuando estábamos llegando, nos dieron alcance con un par de vehículos. A parte de acribillarnos a balazos, nos empujaron fuera de la carretera y caímos por esta pendiente hasta acabar en este punto del bosque.

—Y ese era el coche en el que ibais —continuó Jünaj levantando lentamente la mano y señalando hacia el taxi accidentado, sin dejar de mirar a Bertram.

—¡Exacto! —exclamó éste—. ¿Me crees ahora?


   Sin embargo, Jünaj no tuvo opción de responder, debido a que uno de los secuaces de Niels interrumpió la conversación. Portaba una linterna, con la que alumbraba a Bertram.

—No se mueva, señor Kastner —le ordenó mientras que le apuntaba con la pistola que llevaba en la otra mano—. Y ni se le ocurra hacer ninguna tontería.

—Vete de aquí —le ordenó Bertram haciendo un amago de girarse hacia él.


   Pero el inesperado ruido de un disparo le pilló desprevenido. Del sobresalto, se desequilibró y terminó cayendo torpemente en el suelo. Su cuerpo herido y sin fuerzas ya no estaba en condiciones de reaccionar de una forma decente.

—¡Le he dicho que no intentara ninguna de sus artimañas! —añadió el matón, deslumbrándole con la linterna y sin dejar de apuntarle con el arma—. Quiero que se tumbe boca abajo en el suelo y que se quede quietecito mientras que llega el señor Rainath. De lo contrario, la próxima bala no será de advertencia.

—Va a resultar que decías la verdad, Bertram. Parece que Niels Rainath nos va a dignar con su presencia —le comentó Jünaj expectante, aún sentado en su montículo de piedra.

—¿Lo ves? —le inquirió Bertram, levantando la mirada del suelo hacia él, justo en el momento en que presenciaba cómo el hombre disparaba la pistola y las balas alcanzaban a Jünaj.


   El ruido atronador del tiroteo ensordeció sus palabras y se quedó retumbando durante unos segundos en sus tímpanos. Le costaba vislumbrar cuál había sido el efecto de los proyectiles sobre Jünaj, ya que el quinqué se había caído y su luz se había extinguido. Cuando sus oídos se despejaron, comenzó a escuchar la respiración del hombre que había disparado, además de su creciente ritmo cardiaco.

—Sangre —comenzó a repetir mentalmente Bertram, al notar cómo el corazón del hombre bombeaba el plasma sanguíneo por todo su cuerpo, a pesar de estar a varios metros de distancia—. Necesito alimentarme.

—No puede ser... ¿Lo he hecho? —se cuestionó el sicario con cierta incredulidad—. ¿Me lo he cargado?


   Daba la impresión de que no quería iluminar la posición de Jünaj para no llevarse la decepción de haber fallado. Sin embargo, pensó que si por un casual había conseguido liquidar al prisionero de Kreuzungblut, recibiría un gran reconocimiento por parte de Niels Rainath. Decidió desviar la luz hacia el montículo de piedra, tras el cual vio la silueta erguida del vampiro. Inmediatamente, soltó la linterna para poder asir la pistola a dos manos, comenzando con una nueva sucesión de disparos. Debido a la adrenalina, el pistolero comenzó a gritar, como si de esa manera las balas tuvieran más potencia.




   Bertram no podía permitir que Jünaj muriera acribillado, por lo que decidió pasar a la acción. Quizás ésta sería la prueba definitiva para ganarse su confianza. Con cierta dificultad, logró levantarse de un salto, a la vez que se abalanzaba hacia el flanco derecho del tirador. Pero justo cuando estaba dándole alcance, un zumbido acompañado por un pequeño proyectil pasó rozándole e impactó en las manos del hombre. La pistola de éste salió despedida hacia arriba, para caer a sus pies junto a la linterna, acompañada de un goteo incesante de sangre.

   Como si de un enjambre de grandes insectos se tratase, el mismo número de guijarros que de disparos llegaron volando hacia donde estaban. Éstos tenían un movimiento ligeramente curvado, como si se les hubiera imprimido un efecto durante el lanzamiento, esquivando perfectamente a Bertram e impactando con precisión en distintos puntos del cuerpo del matón. Éste se mantuvo en pie por unos instantes, aunque comenzó a arquearse hacia atrás debido al dolor, para finalmente caer a plomo en el suelo. Aún así, seguía con vida, ya que las piedras sólo le habían producido hematomas y algunos cortes superficiales.

—Este es mi momento para beber sangre —pensó Bertram al observar cómo el preciado líquido rojo brotaba por las numerosas heridas y teñía de oscuro la ropa del hombre, ahora indefenso.


   Pero al inclinarse, notó cómo algo le desgarraba parte del muslo de su pierna derecha, perdiendo el equilibrio y cayendo hacia ese lado. Pudo reconocer la silueta de Niels Rainath, quien le había disparado para evitar que se alimentara de su sicario.

—Si quieres su sangre, tendrás que ganártela —le declaró en un tono soberbio, mientras avanzaba hacia él sin bajar el arma.


   Niels se detuvo a escasos metros de donde estaban Bertram y su esbirro, a los que contempló alumbrándoles con su linterna y soltando un resoplido.

—¿Piedras? Siempre serás un salvaje, ¿lo sabes? —le espetó Niels a Jünaj, girándose hacia él y apuntándole a la cara con la linterna.

—Es uno de tus hombres, ¿no? —le interpeló éste, algo molesto por la intensidad de la luz que cegaba sus ojos—. No debería tener ninguna complicación con lo que le he hecho, pero aún así, va a necesitar asistencia médica. Recógelo y marchaos por donde habéis venido.

—¿Y a ti qué se te ha perdido aquí? —le preguntó Niels sin intención de acceder a su sugerencia—. Estás un poco lejos del pueblucho en el que deberías permanecer, ¿no?.

—Debería ser yo quien hiciera esa pregunta —le respondió Jünaj de forma desafiante—. Teniendo libertad para estar en cualquier parte de este maldito mundo, ¿por qué has venido al único sitio donde puedo estar yo? ¿Acaso quieres que te vuelva a dejar el borde de la muerte definitiva?


   Tras expulsar un nuevo bufido, Niels adquirió una posición más tensa. Se sentía incómodo ante la presencia de Jünaj.

—Eso no es de tu incumbencia, escoria —le bufó Niels de malas maneras, levantando el brazo con el revolver dorado y apuntándole a modo de amenaza—. No creo que puedas detener las balas de este calibre, así que desiste de tu idea de atacarme y lárgate.

—Me preocupan más los rifles con los que me están apuntando tus otros dos hombres desde aquella linde —le respondió Jünaj, que se aún encontraba de pie junto a la gran roca en la que había permanecido sentado un rato antes.


   Nadie hacía amago de moverse, excepto el hombre que había recibido las pedradas, que despertó y comenzó a quejarse, a la vez que se retorcía de dolor. Bertram aún tenía el anhelo de saciar su sed de sangre, pero su raciocinio se lo impedía, al estar a merced de las balas de Niels Rainath.

—Como gesto de buena voluntad, te dejaré marchar sin recibir ningún solo proyectil —le ofreció Niels, bajando el arma y haciendo una señal para que sus sicarios hicieran lo mismo—. Tu sola presencia me repugna, porque me recuerda que ambos portamos la misma sangre en nuestras venas. Aunque tú nunca has sido digno de llevarla. Ni lo serás jamás.

—Antes de irme, me gustaría que me respondieras a una pregunta —le indicó Jünaj, adquiriendo una postura más relajada al no sentirse en el punto de mira de los rifles—. ¿Qué información necesitas obtener de Bertram Kastner?

—¡No, no me dejes solo con este monstruo! —le suplicó Bertram, al ver la intención de Jünaj de abandonarle a su suerte—. ¡Quiere que le revele dónde está Lothar von Schwaben!

—¡Cállate! No digas ni una palabra más hasta que no te lo ordene yo —le sentenció Niels clavándole la mirada y apuntándole con el revólver.


   Al contrario de lo que le había ocurrido en el sueño, su boca quedó sellada y su lengua inmóvil no le permitía pronunciar ni una sola sílaba más.

—Por lo que oigo, nuestro padre ha cambiado de nuevo su apellido —comentó Jünaj cruzándose de brazos—. ¿Por qué quieres averiguar su paradero? ¿Acaso ya no te da audiencia porque finalmente se ha dado cuenta de qué clase de insecto eres?

—Date por respondido con lo que ha dicho éste y lárgate si no quieres que descargue el cargador de mi pistola contigo —le advirtió Niels apuntándole de nuevo con su arma dorada.

—Está bien, pero no quiero que ninguno de tus jaleos afecte a estas tierras —le replicó Jünaj haciendo un ademán de marcharse—. Bertram, ha sido un placer conocerte. Ojalá podamos volver a vernos pronto. Hasta entonces, cuídate.


   Las palabras de Jünaj dejaron estupefacto a Bertram, que observaba cómo éste se perdía entre tanta oscuridad.

—¿Acaso se está riendo de mí? Si conoce a Niels, seguro que sabrá que difícilmente me va a dejar con vida. ¿Cómo que ojalá nos veamos pronto y que me cuide? —dijo para sí mismo Bertram, sin poder expresarle a Jünaj su descontento.


   Por su parte, Niels, que había seguido a Jünaj con la mirada para cerciorarse de que abandonaba la zona, rompió el silencio prudencial y volvió a centrarse en Bertram.

—Ahora que estamos tú y yo en confianza, ¿recuerdas que tenías una mujer y un hijo? —le declaró Niels, intentando coaccionarle—. No, no murieron en el incendio de vuestra casa. Pero de ti depende el que sigan con vida o no a partir de hoy.

—¡Malnacido! ¡Ellos no tienen nada que ver con esto! —gritó en su mente Bertram, que cada vez estaba más irritado por no poder darle réplica a viva voz.

—Es muy sencillo: si no me dices dónde está Lothar, ellos mueren. Si me mientes, también mueren. Si no me dice nada, adivínalo... ¡mueren! Pero si me das la respuesta que busco, seguirán con vida —le enumeró Niels, acompañando cada opción con un movimiento que alardeaba de la pistola que portaba—. Ah, lo olvidaba. También puedo matarte a ti y que tu cadáver me revele esa información sin oposición alguna.


   Cada vez más lleno de rabia, Bertram estrelló sus puños contra el suelo en señal de protesta, mientras le devolvía la mirada a Niels de un modo desafiante. De entre toda la hojarasca que tenía delante, se percató de la pistola ensangrentada del hombre que aún seguía dolorido a su lado.

—Es cierto, te había prohibido abrir el pico, Bertram Kastner —recordó Niels en un tono irónico—. A partir de ahora, puedes volver a hablar. Así que, dime. ¿Dónde se oculta Lothar von Schwaben?



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Bertram se encuentra ante las disyuntivas de salvar a su familia y a sí mismo, revelando o no un secreto que afectaría a las altas esferas de la sociedad vampírica. ¿qué hará Bertram a continuación?
A) Negarse a responder a Niels
B) Responderle con una información falsa
C) Decirle con exactitud en qué estación se encontraba Lothar
D) Abalanzarse hacia la pistola y disparar a Niels

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