lunes, agosto 28, 2023

Kazim Ayad (2) - Vida o muerte

Esta es la 2ª página del relato interactivo de Bertram Kastner vista desde la perspectiva de Kazim Ayad, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.


   Repentinamente, una chispa saltó en su mente, inflamando todos sus melancólicos sentimientos y tornándolos en ira y sed de venganza. Olvidando lo cuidadoso y atento que era, Kazim dejó caer en el suelo del salón al hombre de cabellos rubios al que había recogido en mitad de la calle. Éste se encontraba cada vez más afectado por la fiebre y si en algún momento expresó algún quejido por el impacto de la caída, debió quedar opacado por sus intensas inspiraciones tras haber estado expuesto a la tormenta de arena. Casi sin estar consciente, tuvo fuerzas para girarse y así quedar tendido hacia arriba. Con su mano temblorosa comenzó a palpar el piso de su alrededor, quedándose más tranquilo en cuanto dio con la bandolera que estaba junto a él.

   Ajeno a todo aquello, el muchacho se dirigía lentamente hacia la entrada del que era de nuevo su hogar. Tenía su cuerpo en tensión, preparándose para el inminente enfrentamiento con uno de los que creía culpables de la muerte de su familia. Kazim podía visualizar mentalmente cómo éste se dirigía hacia la emboscada que le había preparado para cuando traspasara el umbral de su casa. En su cabeza no cesaba de repetirse la idea de que aquellos hombres que habían acabado con los suyos tampoco merecían vivir.


   Con la piel de su espalda pegada a la pared junto a la puerta, Kazim esperaba impaciente el momento en el que daría caza al intruso. Lo sentía cada vez más cerca. Apenas un metro de distancia y un muro de adobe les separaba. El joven vampiro giró su cabeza hacia la entrada, con el propósito de hacer contacto visual con el miliciano. A pesar del ruido del viento, era capaz de escuchar los latidos del corazón de aquél hombre que unos segundos más tarde se convertiría en su presa. Comenzó a contar hasta tres para fijar el momento en el que se abalanzaría sobre él.


   Pero el estruendo que provocó el disparo del rifle que portaba el miliciano interrumpió su concentración. Dejó atrás ese estado salvaje en el que se había sumido, volviendo a ser aquél chiquillo prudente y comprometido de siempre. Kazim se echó las manos al abdomen tan pronto como percibió un leve pero punzante dolor en aquella zona. Aunque, a simple vista, pudo comprobar que no tenía herida alguna.

—¿Qué significa este dolor? —se preguntó a sí mismo presionando con las yemas de sus dedos por encima de su ombligo.


   Inmediatamente, reparó en el extranjero, que se encontraba totalmente expuesto en el suelo del salón. Era él quien había recibido el disparo en el abdomen. Su sangre ya había comenzado a teñir la ropa que cubría esa parte del cuerpo.

—Maldito fusil defectuoso —escuchó quejarse a Assim, el mismo soldado que minutos antes había interrumpido su descanso diurno para torturarle—. ¿Es que es imposible acertarles en la cabeza?


   El sonido de un nuevo disparo desencadenó en la mente de Kazim una sucesión de imágenes en las que ese miliciano ejecutaba sin piedad a su madre y hermanos. Otra vez, la ira se apoderó del muchacho y nubló su parte racional. Instintivamente, dio un salto para presentarse ante Assim; cuya expresión del rostro cambió de rabia a terror. No le dio lugar alguno a reaccionar a tiempo y, cuando llegó a darse cuenta, ya tenía los brazos y piernas del chico apresando su cuerpo. En el momento en que los colmillos del vampiro atravesaron la piel de su cuello y pincharon su yugular, el miliciano entró en un estado de placer y dolor a partes iguales, que sería su sentencia de muerte.


   Sin que su víctima ofreciera resistencia alguna, Kazim bebía su sangre de forma salvaje y sin contemplaciones. Mientras que oprimía a Assim con sus extremidades para acelerar el desangrado, el muchacho repasaba entre sus conocimientos la manera con la que podría recuperar a su familia utilizando la sangre que estaba consumiendo. Tardó prácticamente un minuto en dejar vacío a Assim, cuyo cadáver cayó violentamente al suelo cuando el chico lo empujó para dirigirse de forma veloz hacia los cuerpos de su familia.


   A pesar de la velocidad, el trayecto hasta sus seres queridos se le hizo eterno, deseando comprobar que aún existía algún resquicio para salvarlos. En cuanto llegó a donde estaban ellos, el sentimiento de ira se debilitó, empañándose con tristeza y conteniendo un halo de esperanza en su interior. Nada más arrodillarse junto a ellos, posó las manos sobre los cuerpos de su madre y su hermana, que resguardaban al del pequeño Namir en el centro. Pudo deducir cómo habían muerto y el tiempo que había transcurrido desde entonces. En alguna ocasión había visto a su mentora revivir a un gato salvaje y a pequeñas aves, por lo que se dispuso a devolverles la vida también a ellos. Con los poderes que había asimilado la noche anterior, pensaba que podría conseguir su objetivo y recuperarlos.


   Pero había algo que impedía que se obrase el milagro. Extrañado, observó las palmas de sus manos y las puso sobre su frente, esperando provocar alguna reacción que no llegó a materializarse.

—¿No hace ni un día que estás sin mí y ya has olvidado los fundamentos de mis enseñanzas? —escuchó decir a una voz femenina.


   Sorprendido, Kazim levantó la mirada y se sobresaltó al contemplar ante él la figura de su maestra. Tras unos segundos sin reaccionar, comenzó a agitar sus brazos con más ímpetu que de costumbre para comunicarse con ella.

—¡Debo salvarlos! ¡El tiempo apremia! —gesticuló Kazim, intentando obtener el beneplácito de la visión de su mentora para acometer tal acción.

—¿Por qué a ellos y no a él? —inquirió la mujer, señalando al extranjero que todavía se encontraba en la otra parte del salón.


   En ese momento, Kazim tomó consciencia de que el sentimiento de venganza le había hecho olvidarse de aquel hombre que se había arriesgado demasiado por salvarle. Volvió a sentir de nuevo en su cuerpo el dolor de las dos balas que habían alcanzado al hombre de cabello rubio.

—No puedo permitir que dejes una vida extinguirse a tu lado mientras buscas las almas de los que ya se han perdido —le relató ella—. Debes ser tú quien domine a tu bestia interior y no ella a ti, o si no, te cegará en tu empeño de proteger a los demás.


   Tras unos instantes de reflexión, Kazim realizó una reverencia hacia la imagen de su maestra.

—Te pido disculpas, Serezade —le respondió mentalmente—. He obrado incorrectamente, anteponiendo mis intereses personales, convirtiéndome en el verdugo de aquel soldado e ignorando a este buen hombre está al borde de la muerte.


   La mujer asintió en silencio y se desvaneció.


   Enseguida, Kazim se acercó al extranjero, cuya vida estaba a punto de extinguirse. Rodeado por un charco de color rojo oscuro, alimentado por la sangre que manaba de las heridas de bala que tenía en el muslo y en el abdomen, se encontraba luchando por poder respirar, sin soltar su mano de la bandolera que tenía al lado.


   El vampiro se arrodilló junto a él, impregnándose las piernas con la sangre derramada alrededor del cuerpo. A continuación, sintió cómo la mano de Serezade se posaba sobre su hombro, como gesto de confianza en lo que estaba a punto de realizar. Kazim llevó las suyas al punto central del abdomen del hombre de pelo rubio, a la vez que entornaba sus ojos para concentrarse. Dos pliegues de piel de la frente del muchacho se retiraron, dejando a la vista lo que parecía un tercer ojo con el que era capaz de visualizar las balas que tenía alojadas en la pierna y en el abdomen, al igual que multitud de esquirlas de metal incrustadas en su brazo izquierdo.


   Como si de hilos se tratasen, varias hebras de sangre comenzaron a emerger del charco de alrededor, dirigiéndose hacia los dedos de Kazim. A su vez, de los brazos y manos del chico brotaron varios estigmas, creándose finísimas fibras de color rubí que se entremezclaron con las otras. Sin más dilación, éstas se clavaron en el cuerpo moribundo de su paciente, junto a las heridas que había identificando con el globo ocular de su frente.


   Los proyectiles metálicos comenzaron a desandar la trayectoria que habían hecho a través de la carne, enredados por aquellos hilos, hasta salir al exterior. De igual manera, los restos de metralla que tenía en el brazo también fueron expulsados a través de la piel. Cuando las heridas quedaron libres de aquellos cuerpos metálicos, Kazim se dispuso a reparar los órganos que habían sido dañados, empezando por los que estaban más profundos y afectados. Las hebras de sangre se encargaron de cerrar los tejidos desgarrados y de sanar las quemaduras ocasionadas por los restos de pólvora. Como si de un orfebre se tratase, Kazim estaba poniendo todo su empeño y tiempo en curar al que había sido su salvador.


   Ya casi había concluido su obra y estaba dando las últimas puntadas, cuando Kazim se percató de que otro de los milicianos se acercaba hacia donde estaban ellos.


Siguiente


Después de haber corregido su actitud y salvar la vida al extranjero, ¿qué hará Kazim ante la inminente llegada de otro de los soldados?

No hay opción A.
B) Irá a recibir al otro soldado de una manera más pacífica que con el anterior.
C) Interrumpe la curación para poder proteger al hombre en cuanto llegue el soldado.
D) Detiene la curación para llevarse al hombre a un lugar más seguro.
E) Continúa con la curación, ignorando al soldado.


Por otro lado, se planteará revivir a alguien. ¿A quién?

0) A nadie. Muy a su pesar llega a la conclusión de que los muertos, muertos están.
1) A su madre.
2) A su hermana Haliba.
3) A su hermano Namir.
4) A Assim, el soldado al que ha dejado vacío de sangre.


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