sábado, junio 24, 2023

Bertram Kastner (22) - Última voluntad

Sin haber logrado convencer a Jünaj para permitir su acceso a Kreuzungblut, Niels Rainath irrumpe en el lugar donde se encuentra Bertram. Tras amenazarles con disparar su armas, Jünaj abandona a Bertram a su suerte.

Esta es la 22ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.



   Haciéndose de rogar ante Niels Rainath, Bertram se tomó unos segundos para ponerse en una postura más favorable a la hora de intentar alcanzar la pistola olvidada. Una vez que creyó que el momento adecuado había llegado, se impulsó hacia adelante y pegó un salto muy medido, aterrizando con los brazos estirados y pudiendo agarrar el arma sin ningún contratiempo. Los dedos de sus manos se amoldaron rápidamente a ella, apuntando hacia su enemigo y presionando el gatillo sin más dilación.


   Pero algo faltaba en toda esta sucesión de acciones: la detonación del disparo. Volvió a apretar el gatillo, obteniendo el mismo chasquido tímido. Y conforme más veces lo intentaba, la desesperación y angustia se apoderaban de él. Fue la gran carcajada en la que estalló Niels al ver sus inútiles intentos por accionar el arma la que detuvo el empeño de Bertram por cumplir su plan.

—Eres muy ingenuo si creías que te iba a permitir que me disparases tan fácilmente —se burló Niels, apuntándole con su revólver y señalando con la linterna al hombre que estaba tendido en el suelo—. Mientras venía hacia aquí, escuché cómo Ernest efectuaba trece disparos en total. Estaba totalmente convencido de que la pistola estaba vacía, ya que su cargador sólo tiene espacio para doce balas. He de reconocer que no he intervenido antes para poder deleitarme con la cara de derrota que pondrías.

—Joder. ¿Cómo iba a imaginarme esto? —se dijo a sí mismo Bertram, mirando con incredulidad el arma que había arruinado su único plan de supervivencia—. ¿Y ahora qué hago?

—Así pues, ¿unas últimas palabras antes de abandonar este mundo, Bertram? —le inquirió Niels, manteniéndole en el punto de mira de su revólver.

—Sí, ¡vete al infierno! —le gritó Bertram, a la vez que le arrojaba la pistola inservible con todas sus fuerzas y rabia.


   Con un movimiento instantáneo de su brazo, Niels rechazó el objeto con la linterna que portaba, acabando ésta destrozada. Y antes de que el arma cayera al suelo y quedada perdida entre la maleza del bosque, apretó el gatillo de su lujosa pistola.


   De nuevo, Bertram pudo percibir todo su entorno a cámara lenta, viendo cómo la bala se acercaba de lleno a su pecho. Pero, a diferencia de lo que había ocurrido en el taxi, su cuerpo ya no respondía a sus órdenes de esquivarla. Paralizado, notó cómo el proyectil tocaba su piel, quemándola por el calor adquirido. Enseguida, comenzó a escarbar en su carne para introducirse de lleno en su tórax, expulsando sangre a presión a través del orificio de entrada. Finalmente, sin encontrar ninguna resistencia ósea, la bala perforó su espalda y escapó de su cuerpo, dejando tras de sí una herida de gran consideración y una lluvia de salpicaduras rojas.


   Cualquier humano estaría sentenciado a muerte tras recibir un impacto de tal calibre y precisión. Y, aunque su naturaleza vampírica le permitía sobrellevar las heridas de bala, en esta ocasión, su cuerpo parecía haber llegado al límite. Sin ofrecer ninguna resistencia, se dobló hacia atrás debido al empuje del proyectil, quedando apoyado sobre sus rodillas y con la espalda a escasos centímetros de tocar el suelo. Sus brazos quedaron colgando inertes, como si de una marioneta se tratara, con los dedos de las manos mezclándose entre las briznas de las plantas y la tierra. Y su cuello arqueado dejaba a su cabeza mirando hacia el cielo, vomitando un cúmulo de sangre por la boca.

—Aquí se acaba tu ridícula epopeya, Bertram Kastner —declaró Niels Rainath guardando el arma del crimen en un bolsillo de su chaqueta—. Ya no nos darás ningún quebradero de cabeza más. Pero antes de convertirte en polvo, me revelarás con tu sangre todo lo que quiero saber.


   Intentando recomponerse, Bertram sólo fue capaz de tambalear su cabeza, pudiendo ver con su mirada borrosa cómo Niels se aproximaba a él.

—No... no te acerques a mí —pronunció Bertram consumiendo sus últimas fuerzas para hablar.


   La sonrisa maquiavélica de Niels se desdibujó de inmediato de su rostro, a la vez que detenía su avance.

—¿Cómo demonios eres capaz de hacerme esto? —le preguntó Niels sorprendido e indignado, haciendo un gran esfuerzo por dar el siguiente paso—. Por mucho que también seas descendiente directo de Lothar, mi antigüedad es superior, además de que tu estado es lamentable. ¡No deberías poder doblegarme así!


   Inmediatamente, Niels Rainath cayó impulsado hacia atrás, como si hubiera recibido un gran golpe de un oponente invisible.

—No, ¡Jünaj! —exclamó conforme se incorporaba y miraba agitado a un lado y a otro—. ¡Muéstrate, salvaje cobarde!


   Bertram ya no era capaz ni de esbozar una sonrisa al escuchar que Jünaj había vuelto para enfrentarse a Niels. De repente, notó cómo unos brazos le envolvían desde su espalda y unían sus manos sobre el boquete de la herida que tenía en el pecho. A continuación, tiraron de su cuerpo hacia el suelo, comenzando a hundirlo lentamente en la tierra. Poco a poco, percibía cómo su carne se convertía en un conglomerado que se fundía con el suelo del bosque.


   Ya no podía ver nada, pero sí escuchar el sonido de numerosos disparos cuyos impactos hacían vibrar la tierra que tenía encima. Su cuerpo, o una esencia de él, seguía siendo arrastrado hacia las profundidades del suelo, guiado por Jünaj. Como si se tratase de un rescate marítimo, éste comenzó a desplazarse en horizontal, alejándose del lugar en el que se encontraba Niels Rainath.


   Posiblemente habían transcurrido más de dos horas desde que se habían adentrado en subsuelo forestal, pero la distorsionada percepción del espacio y tiempo de Bertram no era capaz de confirmarlo. Su nivel de consciencia era intermitente, pero llegó a un punto en el que sentía cómo su propia existencia se iba desmoronando y desvaneciendo lentamente. De inmediato, ambos vampiros emergieron violentamente a la superficie, expulsando varios puñados de tierra alrededor de ellos. Jünaj comprobó con cierta preocupación el estado del maltrecho cuerpo de Bertram y acomodó la cabeza de éste sobre su regazo.

—Me alegro de volver a verte, Bertram —le reconoció en voz muy baja y manteniendo el contacto visual—. Ahora, bebe algo de mi sangre, o de lo contrario no tardarás en morir definitivamente.


   El cuerpo de Bertram comenzó a convulsionar a la vez que sus extremidades se volvían raquíticas y rígidas. Rápidamente, Jünaj clavó sus colmillos en su propia muñeca, abriendo dos hilos de sangre densa que dispuso para que cayeran dentro de las fauces de Bertram. Éste, tardó unos segundos en reaccionar, tragando de golpe todo lo que se había acumulado en su boca y moviendo su mandíbula de forma similar a un pez, como si de esa manera fuera a conseguir más sangre.

—Cálmate, te vas a recuperar. He logrado pillarte a tiempo —murmuró Jünaj moviendo su brazo para seguir dirigiendo los chorros de sangre y que ésta no se derramara fuera debido a la agitación de éste.


   Bertram sentía cómo el líquido vital recorría su cuerpo, reviviendo las venas y arterias que habían colapsado hacía unos instantes. La carne abierta alrededor de sus heridas parecía cobrar vida propia y tímidamente empezaba a regenerarse al ritmo de pequeños espasmos y temblores.


   Pero su cuerpo no fue lo único que sufrió una explosión de vitalidad, ya que su mente se llenó de ese color azul cielo que tanto anhelaba y que brillaba de forma vibrante ante él. Enseguida, dio paso a una visión que discurría en una especie de patio de lo que parecía una fortaleza medieval. Sujeto con grilletes en sus tobillos, muñecas y cuello, Bertram se encontraba de rodillas anclado a un obelisco de piedra en el centro del enclave. Iba ataviado con unos harapos blancos y empolvorizados, como si se tratara de un prisionero o un esclavo.



   Desde allí, alzó la vista y pudo contemplar un cielo nocturno prácticamente despejado, en el que se apreciaban algunas constelaciones de estrellas. Sin embargo, pronto se percató de no ser él quien estuviera moviendo su cuerpo. Tal y como le había ocurrido en otras ocasiones que bebía sangre, parecía estar rememorando las vivencias de alguien en primera persona.


   De repente, uno de los portones que daban acceso al patio abrió sus hojas violentamente, estremeciendo los muros y las losas del suelo de piedra. Alguien irrumpió desde allí, alzando la voz y notablemente irritado.

—No creas que tu intento de asesinarme te va a salir gratis, maldito salvaje —le sentenció de forma airada Niels Rainath, acercándose a él con paso decidido y firme.


   Antes de lo que esperaba, Niels ya estaba ante él, deteniéndose y propinándole un violento puñetazo en la cara. Sin ninguna resistencia ni oposición, encajó el golpe, saliendo despedido hacia un lado y siendo frenado por las cadenas chirriantes de los grilletes que agarraban su cuerpo.

—¡Niels, la decisión ya está tomada! —retumbó una voz desde el arco de la puerta—. No castigues a tu hermano por tu cuenta.

—¡No le llames así, padre! —le replicó Niels, poniendo un pie sobre el costado del preso y oprimiéndole con insistentes pisotones—. ¡No era nadie cuando decidiste convertirlo! ¡Por ello, no es digno de nuestro linaje!

—Detente, Niels —añadió el mismo hombre de forma tajante—. ¿Acaso estás cuestionando mi criterio de decidir quién es digno y quién no?


   Niels resopló varias veces, al no estar conforme con la orden. Pero tampoco quería discutir con su progenitor vampírico, por lo que, finalmente, optó por retirarse, dando un paso hacia atrás. Desde esa posición, Bertram abrió de nuevo los ojos y pudo reconocer a Lothar von Schwaben bajo el arco del gran portón. A la misma vez que él, una procesión de distintas figuras con atuendos nobiliarios abandonaban la sala contigua y accedían al patio en el que se encontraba encadenado.

—¡La culpa la tiene ese maldito crío! —continuó Niels, señalando a un niño que caminaba junto a Lothar—. Cientos de años siendo un pelele inútil, sin ser capaz de articular palabra alguna ni de reaccionar ante nada... ¡y precisamente hoy se manifiesta a favor de perdonarle la vida a Jünaj!

—¡Niels! No consiento que te dirijas así a Heiko. Por su antigüedad y posición, tiene el mismo derecho que tú a participar y votar en el Cónclave —le reprochó Lothar visiblemente molesto, ante la atenta mirada del resto de camaradas.


   Mientras se incorporaba y se quedaba sentado en el suelo, Bertram dirigió su vista al muchacho, acompañándola de una sonrisa cargada con cierta complicidad. Aún sabiendo que Heiko no iba a salir de su trance y que mantendría su mirada perdida en el infinito, Bertram tenía la esperanza de que, de alguna manera, su gesto no quedaría en vano.

—Agradécele al pequeño von Kleist el no poder poner fin a tu mísera existencia bajo los rayos del Sol —le espetó Niels conforme se disponía a abandonar el patio, junto a un puñado de nobles que siguieron sus pasos—. Que disfrutes del resto de tu vida encerrado entre estas piedras y escombros, salvaje.


   Lothar esperó a que Niels cruzara uno de los arcos de salida para continuar su avance hacia el centro del patio. Mientras tanto, Bertram se puso lentamente en pie, agachando la cabeza a modo de respeto cuando éste llegó junto a él. Lothar se mantuvo en silencio durante unos segundos, aprovechando para reflexionar mientras contemplaba al prisionero. Dejó escapar un pequeño suspiro para descargar algo de tensión e hizo uso de la palabra.

—Jünaj, como ya habrás averiguado, el Cónclave ha tomado una decisión sobre tu devenir a colación de tu intento fallido de fratricidio —le expuso Lothar de una forma pausada y solemne—. Finalmente, no serás ejecutado bajo los rayos del Sol en esta mazmorra sin techo. Sin embargo, serás despojado de tu corazón, que permanecerá recluido en este enclave de Kreuzungblut. Eso te convertirá en el prisionero de este lugar, del cual no podrás alejarte de ahora en adelante.


   Los murmullos de los espectadores que les acompañaban en el patio empezaron a hacerse notables. Ante eso, Lothar alzó su brazo y volvió a reinar el silencio.

—Viendo la posición de vulnerabilidad en la que te encontrarás, solicitaré a los magos de sangre el limitar el libre trasiego de vástagos y cualquier poder vampírico a este lugar —prosiguió Lothar, volviendo a solicitar el cese de las conversaciones entre los asistentes—. Serás tú, Jünaj, el que tenga la potestad de permitir o denegar la entrada a cualquier vampiro que solicite acceso.

—Ya es suficiente —pronunció Jünaj, provocando que todos en el patio, excepto Heiko von Kleist, alzaran la vista hacia la bóveda celeste, de donde provenía su voz.


   Bertram contempló cómo el rostro de Jünaj le tapaba una buena parte de la panorámica del cielo, mientras que salía de su ensimismamiento. Terminó de degustar las últimas gotas de sangre que éste había vertido en su boca, a la vez de que cerraba la herida de su ensangrentada muñeca. Sin llegar a revisar en qué situación se encontraban sus heridas, sentía cómo un torrente sanguíneo encabritado recorría todo su cuerpo.




Una vez que Bertram se encuentra más recuperado, ¿qué será lo primero que haga?
A) Intentar beber más sangre, mordiendo a Jünaj
B) Increpar a Jünaj por haber dado lugar a que Niels casi le matara
C) Contarle que como no ha accedido a la petición de Niels, su familia está en peligro
D) Contarle la visión que acaba de vivir

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sábado, junio 17, 2023

Bertram Kastner (21) - Viejos enemigos

Tras saber que Erika se encuentra a salvo gracias a Jünaj, Bertram intenta convencerle para que le permita acceder al pueblo de Kreuzungblut. Pero todos sus esfuerzos parecen ser en vano, dando lugar a que uno de los hombres de Niels se acerque a donde están ellos.


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   Bertram volvió a dirigir su mirada hacia Jünaj, mostrándole un rostro desencajado por la desesperación y el miedo, a la vez que buscaba que éste se apiadara de él.

—¡Por favor, déjame pasar! —continuó reclamándole Bertram tras haber logrado avanzar un par de pasos hacia él con gran esfuerzo—. Un tal Niels Rainath me está buscando para que le revele una información muy importante que necesita saber. Hasta hace un momento no recordaba nada de aquello, pero mientras estaba inconsciente, él se ha metido en mis sueños y ha hecho que lo rememorara para poder contárselo.

—¿Niels Rainath? —le preguntó Jünaj con cierta indiferencia e inclinando levemente la cabeza hacia un lado.

—Antes de eso, irrumpió en el Elíseo, donde Trebet y Garet lo retuvieron mientras que Erika y yo escapábamos —añadió con cierto nerviosismo, mirando a su retaguardia frecuentemente—. ¡Nos alcanzó en el garaje, pero conseguimos huir! Uno de sus matones nos persiguió por las calles de Stuttgart, aunque lo despistamos y conseguimos salir de la ciudad.


   Viendo que algo le impedía caminar más cerca de Jünaj, detuvo su avance y aprovechó para adornar toda su explicación con multitud de aspavientos. Pero el semblante de Jünaj no se inmutó ante todos esos gestos.

—¿Por eso vinisteis aquí? —le preguntó Jünaj a la vez que volvía a enderezar su cabeza.

—¡Sí, eso es! Erika fue la que sugirió venir a pedirte ayuda, ya que Roderick le había hablado de ti en alguna ocasión —prosiguió Bertram con cierta euforia al percibir que podía ir por el buen camino de convencerlo—. Pero cuando estábamos llegando, nos dieron alcance con un par de vehículos. A parte de acribillarnos a balazos, nos empujaron fuera de la carretera y caímos por esta pendiente hasta acabar en este punto del bosque.

—Y ese era el coche en el que ibais —continuó Jünaj levantando lentamente la mano y señalando hacia el taxi accidentado, sin dejar de mirar a Bertram.

—¡Exacto! —exclamó éste—. ¿Me crees ahora?


   Sin embargo, Jünaj no tuvo opción de responder, debido a que uno de los secuaces de Niels interrumpió la conversación. Portaba una linterna, con la que alumbraba a Bertram.

—No se mueva, señor Kastner —le ordenó mientras que le apuntaba con la pistola que llevaba en la otra mano—. Y ni se le ocurra hacer ninguna tontería.

—Vete de aquí —le ordenó Bertram haciendo un amago de girarse hacia él.


   Pero el inesperado ruido de un disparo le pilló desprevenido. Del sobresalto, se desequilibró y terminó cayendo torpemente en el suelo. Su cuerpo herido y sin fuerzas ya no estaba en condiciones de reaccionar de una forma decente.

—¡Le he dicho que no intentara ninguna de sus artimañas! —añadió el matón, deslumbrándole con la linterna y sin dejar de apuntarle con el arma—. Quiero que se tumbe boca abajo en el suelo y que se quede quietecito mientras que llega el señor Rainath. De lo contrario, la próxima bala no será de advertencia.

—Va a resultar que decías la verdad, Bertram. Parece que Niels Rainath nos va a dignar con su presencia —le comentó Jünaj expectante, aún sentado en su montículo de piedra.

—¿Lo ves? —le inquirió Bertram, levantando la mirada del suelo hacia él, justo en el momento en que presenciaba cómo el hombre disparaba la pistola y las balas alcanzaban a Jünaj.


   El ruido atronador del tiroteo ensordeció sus palabras y se quedó retumbando durante unos segundos en sus tímpanos. Le costaba vislumbrar cuál había sido el efecto de los proyectiles sobre Jünaj, ya que el quinqué se había caído y su luz se había extinguido. Cuando sus oídos se despejaron, comenzó a escuchar la respiración del hombre que había disparado, además de su creciente ritmo cardiaco.

—Sangre —comenzó a repetir mentalmente Bertram, al notar cómo el corazón del hombre bombeaba el plasma sanguíneo por todo su cuerpo, a pesar de estar a varios metros de distancia—. Necesito alimentarme.

—No puede ser... ¿Lo he hecho? —se cuestionó el sicario con cierta incredulidad—. ¿Me lo he cargado?


   Daba la impresión de que no quería iluminar la posición de Jünaj para no llevarse la decepción de haber fallado. Sin embargo, pensó que si por un casual había conseguido liquidar al prisionero de Kreuzungblut, recibiría un gran reconocimiento por parte de Niels Rainath. Decidió desviar la luz hacia el montículo de piedra, tras el cual vio la silueta erguida del vampiro. Inmediatamente, soltó la linterna para poder asir la pistola a dos manos, comenzando con una nueva sucesión de disparos. Debido a la adrenalina, el pistolero comenzó a gritar, como si de esa manera las balas tuvieran más potencia.




   Bertram no podía permitir que Jünaj muriera acribillado, por lo que decidió pasar a la acción. Quizás ésta sería la prueba definitiva para ganarse su confianza. Con cierta dificultad, logró levantarse de un salto, a la vez que se abalanzaba hacia el flanco derecho del tirador. Pero justo cuando estaba dándole alcance, un zumbido acompañado por un pequeño proyectil pasó rozándole e impactó en las manos del hombre. La pistola de éste salió despedida hacia arriba, para caer a sus pies junto a la linterna, acompañada de un goteo incesante de sangre.

   Como si de un enjambre de grandes insectos se tratase, el mismo número de guijarros que de disparos llegaron volando hacia donde estaban. Éstos tenían un movimiento ligeramente curvado, como si se les hubiera imprimido un efecto durante el lanzamiento, esquivando perfectamente a Bertram e impactando con precisión en distintos puntos del cuerpo del matón. Éste se mantuvo en pie por unos instantes, aunque comenzó a arquearse hacia atrás debido al dolor, para finalmente caer a plomo en el suelo. Aún así, seguía con vida, ya que las piedras sólo le habían producido hematomas y algunos cortes superficiales.

—Este es mi momento para beber sangre —pensó Bertram al observar cómo el preciado líquido rojo brotaba por las numerosas heridas y teñía de oscuro la ropa del hombre, ahora indefenso.


   Pero al inclinarse, notó cómo algo le desgarraba parte del muslo de su pierna derecha, perdiendo el equilibrio y cayendo hacia ese lado. Pudo reconocer la silueta de Niels Rainath, quien le había disparado para evitar que se alimentara de su sicario.

—Si quieres su sangre, tendrás que ganártela —le declaró en un tono soberbio, mientras avanzaba hacia él sin bajar el arma.


   Niels se detuvo a escasos metros de donde estaban Bertram y su esbirro, a los que contempló alumbrándoles con su linterna y soltando un resoplido.

—¿Piedras? Siempre serás un salvaje, ¿lo sabes? —le espetó Niels a Jünaj, girándose hacia él y apuntándole a la cara con la linterna.

—Es uno de tus hombres, ¿no? —le interpeló éste, algo molesto por la intensidad de la luz que cegaba sus ojos—. No debería tener ninguna complicación con lo que le he hecho, pero aún así, va a necesitar asistencia médica. Recógelo y marchaos por donde habéis venido.

—¿Y a ti qué se te ha perdido aquí? —le preguntó Niels sin intención de acceder a su sugerencia—. Estás un poco lejos del pueblucho en el que deberías permanecer, ¿no?.

—Debería ser yo quien hiciera esa pregunta —le respondió Jünaj de forma desafiante—. Teniendo libertad para estar en cualquier parte de este maldito mundo, ¿por qué has venido al único sitio donde puedo estar yo? ¿Acaso quieres que te vuelva a dejar el borde de la muerte definitiva?


   Tras expulsar un nuevo bufido, Niels adquirió una posición más tensa. Se sentía incómodo ante la presencia de Jünaj.

—Eso no es de tu incumbencia, escoria —le bufó Niels de malas maneras, levantando el brazo con el revolver dorado y apuntándole a modo de amenaza—. No creo que puedas detener las balas de este calibre, así que desiste de tu idea de atacarme y lárgate.

—Me preocupan más los rifles con los que me están apuntando tus otros dos hombres desde aquella linde —le respondió Jünaj, que se aún encontraba de pie junto a la gran roca en la que había permanecido sentado un rato antes.


   Nadie hacía amago de moverse, excepto el hombre que había recibido las pedradas, que despertó y comenzó a quejarse, a la vez que se retorcía de dolor. Bertram aún tenía el anhelo de saciar su sed de sangre, pero su raciocinio se lo impedía, al estar a merced de las balas de Niels Rainath.

—Como gesto de buena voluntad, te dejaré marchar sin recibir ningún solo proyectil —le ofreció Niels, bajando el arma y haciendo una señal para que sus sicarios hicieran lo mismo—. Tu sola presencia me repugna, porque me recuerda que ambos portamos la misma sangre en nuestras venas. Aunque tú nunca has sido digno de llevarla. Ni lo serás jamás.

—Antes de irme, me gustaría que me respondieras a una pregunta —le indicó Jünaj, adquiriendo una postura más relajada al no sentirse en el punto de mira de los rifles—. ¿Qué información necesitas obtener de Bertram Kastner?

—¡No, no me dejes solo con este monstruo! —le suplicó Bertram, al ver la intención de Jünaj de abandonarle a su suerte—. ¡Quiere que le revele dónde está Lothar von Schwaben!

—¡Cállate! No digas ni una palabra más hasta que no te lo ordene yo —le sentenció Niels clavándole la mirada y apuntándole con el revólver.


   Al contrario de lo que le había ocurrido en el sueño, su boca quedó sellada y su lengua inmóvil no le permitía pronunciar ni una sola sílaba más.

—Por lo que oigo, nuestro padre ha cambiado de nuevo su apellido —comentó Jünaj cruzándose de brazos—. ¿Por qué quieres averiguar su paradero? ¿Acaso ya no te da audiencia porque finalmente se ha dado cuenta de qué clase de insecto eres?

—Date por respondido con lo que ha dicho éste y lárgate si no quieres que descargue el cargador de mi pistola contigo —le advirtió Niels apuntándole de nuevo con su arma dorada.

—Está bien, pero no quiero que ninguno de tus jaleos afecte a estas tierras —le replicó Jünaj haciendo un ademán de marcharse—. Bertram, ha sido un placer conocerte. Ojalá podamos volver a vernos pronto. Hasta entonces, cuídate.


   Las palabras de Jünaj dejaron estupefacto a Bertram, que observaba cómo éste se perdía entre tanta oscuridad.

—¿Acaso se está riendo de mí? Si conoce a Niels, seguro que sabrá que difícilmente me va a dejar con vida. ¿Cómo que ojalá nos veamos pronto y que me cuide? —dijo para sí mismo Bertram, sin poder expresarle a Jünaj su descontento.


   Por su parte, Niels, que había seguido a Jünaj con la mirada para cerciorarse de que abandonaba la zona, rompió el silencio prudencial y volvió a centrarse en Bertram.

—Ahora que estamos tú y yo en confianza, ¿recuerdas que tenías una mujer y un hijo? —le declaró Niels, intentando coaccionarle—. No, no murieron en el incendio de vuestra casa. Pero de ti depende el que sigan con vida o no a partir de hoy.

—¡Malnacido! ¡Ellos no tienen nada que ver con esto! —gritó en su mente Bertram, que cada vez estaba más irritado por no poder darle réplica a viva voz.

—Es muy sencillo: si no me dices dónde está Lothar, ellos mueren. Si me mientes, también mueren. Si no me dice nada, adivínalo... ¡mueren! Pero si me das la respuesta que busco, seguirán con vida —le enumeró Niels, acompañando cada opción con un movimiento que alardeaba de la pistola que portaba—. Ah, lo olvidaba. También puedo matarte a ti y que tu cadáver me revele esa información sin oposición alguna.


   Cada vez más lleno de rabia, Bertram estrelló sus puños contra el suelo en señal de protesta, mientras le devolvía la mirada a Niels de un modo desafiante. De entre toda la hojarasca que tenía delante, se percató de la pistola ensangrentada del hombre que aún seguía dolorido a su lado.

—Es cierto, te había prohibido abrir el pico, Bertram Kastner —recordó Niels en un tono irónico—. A partir de ahora, puedes volver a hablar. Así que, dime. ¿Dónde se oculta Lothar von Schwaben?



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Bertram se encuentra ante las disyuntivas de salvar a su familia y a sí mismo, revelando o no un secreto que afectaría a las altas esferas de la sociedad vampírica. ¿qué hará Bertram a continuación?
A) Negarse a responder a Niels
B) Responderle con una información falsa
C) Decirle con exactitud en qué estación se encontraba Lothar
D) Abalanzarse hacia la pistola y disparar a Niels

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viernes, junio 09, 2023

Bertram Kastner (20) - Falta de confianza

Dentro de su sueño, Bertram mantiene una conversación con Roderick, quien le ayuda a recordar qué ocurrió en su estancia en Berlín. Sin embargo, descubre que ese no es Roderick, sino Niels Rainath, que pretende averiguar la ubicación de un importante vampiro. Tras un enfrentamiento mental y a punto de revelar esa información, Bertram consigue despertar. Pero no está solo. Ante él se encuentra un nuevo vampiro que ha estado observándole mientras estaba inconsciente.

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   Todavía bajo el dominio de la desconfianza, Bertram intentó incorporarse con el objetivo de adquirir una posición más ventajosa en el caso de necesitar huir. Tal y como se estaban desarrollando las cosas aquella noche, no sería de extrañar que pronto tuviera que poner pies en polvorosa de nuevo. En ese momento, fue consciente de que sus heridas no se habían curado del todo, al igual que le había ocurrido a Erika antes. Seguramente, había consumido demasiada sangre para sanar las más críticas y su cuerpo ya no podía terminar de recuperarse con la reserva restante.


   Finalmente, consiguió ponerse de pie, quedando apoyado en el tronco del árbol que había a sus espaldas y reponiéndose del dolor que le había provocado hacer tal esfuerzo. Gracias a la luz que Jünaj había encendido a su lado, tuvo la oportunidad de analizarlo mientras recuperaba el resuello.


   Éste, tenía un aspecto algo desenfadado y salvaje. Su pelo desordenado casi le rozaba los hombros y en su rostro mostraba una barba que llevaba varios días creciendo sin control. La combinación de ropa era algo peculiar, mezclando una camisa, una especie de jersey y una chaqueta larga con un colgante con largos colmillos de un animal. A pesar de eso, lucía su vestimenta de forma impoluta y limpia, dando a entender que no vivía en medio de la naturaleza.


   Había permanecido callado e inmutable desde que le lanzó aquellas preguntas a Bertram, pero sin quitarle la vista de encima. Daba la sensación de que no le impacientaba el no haber recibido aún una respuesta, como si tuviera todo el tiempo del mundo para esperar.

Yo soy Bertram... —acertó a decir, deteniendo sus palabras por precaución justo antes de mencionar su apellido.


   Jünaj simplemente asintió, dándole pie a que continuara respondiendo a su segunda pregunta.

Erika y yo hemos venido a solicitar asilo y protección —añadió, volviendo a mirar por los alrededores en busca de su amiga—. ¿Qué le ha ocurrido a ella? ¿Dónde dices que está?

Ahora mismo, debe estar recuperándose en mi residencia —le respondió Jünaj serenamente—. Había sufrido demasiadas heridas y estaba al límite de la muerte definitiva.


   A pesar de que por sus palabras podía deducir que Erika estaba fuera de peligro, no pudo evitar agitarse ante la idea de haber puesto en riesgo extremo otra vida más; Alger, su familia y ahora, Erika. Eso no pasó desapercibido para Jünaj, quien le hizo un gesto con sus manos para que mantuviera la calma.

—Por suerte, el joven que ha venido conmigo hasta aquí la conocía. Había coincidido con ella y con Roderick en Stuttgart —prosiguió Jünaj—. No ha tenido inconveniente en prestarle algo de su sangre y la respuesta de su cuerpo ha sido positiva, iniciándose su regeneración. Le costará recuperarse del todo unos días, pero lo importante es que ya está a salvo.

—Muchas gracias por ayudarla —le respondió Bertram, totalmente aliviado al saber de la situación de su compañera de aventuras.


   Las reconfortantes palabras de Jünaj le invitaban a confiar en él, relajando la gran tensión acumulada por los encuentros previos con Niels. Cayó en la cuenta de que si éste hubiera tenido la intención de atacarle, podría haber aprovechado mientras estaba inconsciente. Vale que, mientras dormía, éste le había estado lanzando piedras; aunque al parecer su objetivo era simplemente despertarle, cosa que consiguió. Por lo que pensó que era alguien de fiar y emprendió la marcha hacia el montículo de piedra en el que se encontraba sentado.


   Inmediatamente, el semblante de Jünaj se tornó más serio, a la vez que le indicó una señal de alto con la mano. Desconcertado, Bertram se detuvo nada más haber empezado a andar.

Lo siento, Bertram. No puedo permitirte el paso —declaró Jünaj con firmeza—. Como comprenderás, no puedo fiarme de alguien a quien acabo de conocer y con el que sólo he intercambiado un puñado de frases. ¿Estarás de acuerdo conmigo?

Pero... conocéis a Erika. Yo iba con ella —le argumentó Bertram intentando conseguir su beneplácito.

Así es, pero por desgracia, Erika no ha llegado a despertarse y no nos ha podido contar su historia —se excusó Jünaj—. Es cierto que ibais juntos o al menos eso hemos deducido al encontraros inconscientes cerca del coche ardiendo.

¿Entonces por qué no...? —le intentó preguntar Bertram.

¿Quién me dice que no has sido tú quien ha herido a Erika y el que ha provocado este accidente para que pareciera que ambos necesitabais ayuda? —le interrumpió Jünaj, mostrando sus reticencias—. No serías el primero que, a lo largo de estos años, ha venido solicitando ayuda y ha intentado acabar conmigo después.


   Una sensación de frustración recorrió la mente de Bertram, al no tener ningún medio con el que demostrar su buena fe. Si bien, era cierto que él tampoco había confiado en Jünaj desde el principio, llegados al punto de la conversación donde le aclaró sobre el paradero de Erika, creyó que se había establecido un vínculo de confianza mutua entre ellos.

¡Debes creerme! —exclamó desesperado—. ¿No puedes leerme la mente o hacer algo para saber que digo la verdad?

Sí, puedo hacerlo —sonrió satisfecho Jünaj poniéndose en pie—. Aunque por desgracia, la barrera que nos separa lo impide. Nuestras habilidades sobrenaturales no pueden atravesarla.


   Jünaj comenzó a avanzar lentamente hacia él. A su vez, Bertram empezó a sentir cómo algo le repelía hacia atrás, obligándole a apoyarse de nuevo en el tronco del árbol en el que había despertado. Por su parte, Jünaj se detuvo, con la intención de no arrinconar más a Bertram.

—Aquí dentro me encuentro aislado. No puedo comunicarme con nadie del exterior telepáticamente. Ni siquiera, leer tu aura para detectar una simple mentira que la haga fluctuar —le expuso Jünaj, dándole la espalda para volver al pedestal en el que reposaba el quinqué.

¿Y dónde está esa barrera? —se interesó Bertram, intentando encontrarla en el espacio que les separaba, mientras que se sentía liberado de la presión que le había supuesto la aproximación de Jünaj.

En este punto se podría decir que me envuelve, al haber estirado sus límites para llegar hasta aquí —le explicó Jünaj tomando asiento de nuevo—. Pero como ves, a mí me cuesta mucho alejarme del pueblo y a ti mantenerte cerca de mí.




¿Y cómo ha podido entrar Erika? —le cuestionó Bertram.

La persona que me ha acompañado hasta aquí no es un vampiro y, por tanto, no está sometido a las mismas restricciones que tenemos tú y yo —le aclaró Jünaj—. Él ha sido el que te ha acomodado junto a ese árbol y quien ha reconocido a Erika. Si no llega a ser por él, tampoco la habría invitado a entrar a esta parte de la barrera.


   Algo se iluminó en la cabeza de Bertram, como si hubiese encontrado una vía por donde convencer a Jünaj.

Erika puede crear ilusiones que engañan nuestros sentidos —comenzó a explicarle Bertram de forma esperanzada—. ¿Qué hubiera pasado si se tratara de una impostora?

—Un espejismo creado fuera no puede ser visto desde dentro, por lo que teníamos la certeza de que se trataba de ella y no de alguien intentando suplantar su identidad —se justificó Jünaj.

—¡Exacto! De la misma manera, a mí me estás viendo ahora mismo tal cual soy —exclamó Bertram abriendo sus brazos y dándole a entender que no escondía nada.

—Soy consciente de ello, Bertram. Pero a diferencia de Erika, parece que aquí no hay nadie que te conozca —le comentó Jünaj comprendiendo por dónde quería ir su interlocutor con su argumento—. Además, ella estaba en letargo y debido a su lamentable estado físico, el riesgo que suponía invitarla a pasar era totalmente asumible para mí.


   Bertram cerró los ojos y resopló, al darle la sensación de estar hablando con una pared. Enseguida, se cargó con un nuevo argumento con el que pasar al ataque.

—¿Quieres decir que si me lesiono y pierdo el conocimiento de nuevo, accederás a que pueda entrar? —le espetó Bertram de manera desafiante—. En ese estado, no seré una amenaza para ti.

—No hagas tal cosa, Bertram —le desanimó Jünaj negando con la cabeza—. Me has caído bien, pero eso no hará que me arriesgue a darte acceso. Además, tu cuerpo se quedaría abandonado a su suerte a la intemperie. Y si no consiguieras despertar por tu cuenta antes del amanecer, el Sol te convertirá en cenizas.

   Sabía que podía llegar a convencerlo y por ello, siguió buscando algún resquicio al que aferrarse para gestar un discurso que lograra hacer entrar en razón a Jünaj. A penas hacía unos minutos que lo había conocido, por lo que era complicado tener un historial sobre qué podría agradarle o disgustarle a aquel personaje. Inmediatamente, recordó lo que Erika le contó sobre él durante el viaje, encontrando que tenían algo en común.

¡Jefe, están aquí! —se escuchó a alguien en medio de la oscuridad de la ladera tras Bertram.

   Ambos vampiros dirigieron sus miradas hacia el origen de la voz, atisbando la luz de una linterna y la silueta de un hombre que la sostenía.

No me habías dicho que esperabas compañía, Bertram —le señaló Jünaj.


Siguiente


Parece que los intentos de Bertram por convencer a Jünaj no han tenido el éxito deseado hasta ahora. Ante la inminente irrupción de uno de los hombres de Niels, ¿qué decidirá hacer Bertram?
A) Intentar trepar el árbol para esconderse en la copa
B) Huir de donde está el taxi ardiendo para evitar a Niels
C) Suplicarle a Jünaj que le permita el paso, dándole una buena razón para ello (detallar respuesta)
D) Exigirle a Jünaj que le permita el paso, perdiendo los nervios y reprochándole/insultándole (detallar respuesta)

Elige una de las opciones y añade un comentario con tu elección. Recuerda que puedes dar más detalles de tu respuesta en todas las opciones.


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sábado, junio 03, 2023

Bertram Kastner (19) - Recuerdos coaccionados

Bertram consigue saltar del taxi junto a Erika, pero debido a la gravedad de sus heridas, acaba inconsciente. Mientras duerme, tiene visiones con su familia y es perseguido por un gigantesco Niels Rainath. Pero en el último momento, es rescatado por Roderick Sevald, con quien tenía pendiente un encuentro.


Esta es la 19ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.



   Las miradas de ambos vampiros se encontraban conectadas, frente a frente. Los ojos de Roderick habían adquirido un brillo intenso, realzando su ya de por sí llamativo color celeste. Bertram sabía que era una tonalidad que difícilmente podría volver a contemplar en el cielo por sí mismo. Bajo el influjo hipnótico que le provocaba tal visión, su mente se encontraba receptiva y no hacía más que invitarle a acceder sin reparos a la petición del otro vástago, mientras que los recuerdos de lo acontecido recientemente seguían brotando sin cesar en su memoria.

—Nos encontrábamos en Berlín, en unas instalaciones subterráneas pertenecientes al sistema de transporte del metro —le relató Bertram—. Al parecer, era un lugar que no estaba abierto al público, sino a unos pocos elegidos.

—Muy interesante. Tengo conocimiento de varios emplazamientos de esa red subterránea con accesos muy restringidos, pero habilitados para celebrar nuestros cónclaves. Aún así, es de suma importancia que recuerdes en qué lugar exacto de entre todos esos túneles estabais reunidos —le presionó Roderick sin dejar de lado su actitud amable.


   Zambulléndose de lleno en sus pensamientos, volvió a situarse en aquella ubicación. Observando cada detalle, Bertram consiguió localizar en una de las paredes lo que parecía la placa con el nombre de una estación del suburbano. Queriendo complacer a Roderick, se dispuso a volver en sí para proporcionarle sin demora esa información. Aunque, antes de llegar a hacerlo, reparó en alguien que había junto a ese cartel.


   Como si de una secuencia de película se tratara, Bertram revivió en bucle una situación que le descuadró totalmente. En ella, un corrillo de gente charlaba de forma distendida. De entre todos ellos, podía ver nítidamente cómo Roderick le hacía un gesto con la mano para indicarle el camino a seguir dentro de esa estación de metro, mientras mantenía el rostro sonriente y amigable que le solía caracterizar.

—¿Qué sentido tiene que me preguntes dónde estaba, cuando tú también te encontrabas allí? —le inquirió Bertram tras salir de su ensimismamiento y sin darle la respuesta que éste estaba esperando.

—Después de aquello, debieron borrar mis recuerdos. Es por esa razón que desconozco el haber coincidido en ese lugar contigo —se excusó Roderick de inmediato, con un discurso que parecía convincente—. Por favor, continúa contándome más sobre aquel enclave. Necesito recuperar la memoria.


   Sin dejar de mirarse mutuamente, Bertram volvió a sentir una necesidad extrema de seguir relatándole más detalles sobre la estación subterránea que había recordado. Pero otra vez, una pieza del rompecabezas que tenía en su mente saltó por los aires al encontrar una nueva contradicción.

—A todo esto, Erika me dijo que Roderick contactó conmigo en sueños y no con ellos para dificultar que Niels lo interceptara, al no conocerme a mí aún —comenzó a divagar Bertram—. Y ahora, sabiendo que se encuentra cerca y que ha intervenido en mi sueño, Roderick lo ha obviado como si eso ya no supusiera un problema. ¿Por qué?


   Al mismo tiempo, sentía cómo éste ejercía más presión con sus manos, comenzando a hundirlas sobre sus hombros. Un estímulo eléctrico alcanzó su espina dorsal y recorrió desde ahí todo su cuerpo, doblegando sus músculos y articulaciones. Aquello provocó que la boca de Bertram se abriera de forma involuntaria y expulsara un incomprensible balbuceo.

—¿Y qué me dices de que Niels se haya esfumado justo cuando ha irrumpido Roderick en el sueño? —continuó cuestionándose Bertram, intentando ganar terreno en su pugna contra la sin razón que invadía su mente—. Sin dudarlo, debe tratarse de él.


   Con gran esfuerzo, consiguió volver a sellar sus labios para que ninguna palabra intentara escapársele sin querer. Tenía la certeza de que aquel sujeto no era quien pretendía ser, sospechando que había sido suplantado por el mismísimo Niels Rainath. No conocía qué poderes y artimañas poseía su contrincante, pero debía estar abierto y preparado ante cualquier posibilidad, por imposible que pareciera de creer.

—Bertram, es cuestión de vida o muerte para mucha gente —pronunció Roderick utilizando un tono más tajante y clavando su mirada en él—. Dime dónde te encontraste con Lothar von Schwaben. ¡Ahora!




   De nuevo, las palabras de Roderick, o mejor dicho, de Niels Rainath, hicieron mella en él. Aunque lo que más influyó fue el que éste le levantara en peso del suelo al agarrarle por el cuello. Ya no tenía frente a sí mismo al vampiro amigable al que apenas acababa de recordar; sino al que había intentando acabar con su vida esa misma noche en varias ocasiones.


   Al verse sometido de aquella manera, su fuerza de voluntad terminó resquebrajándose por completo, dándose por vencido y quedando anulado, a merced de sus órdenes. Como si no pudiera controlar su mandíbula, Bertram comenzó a mascullar la información que le había exigido Niels, quien aún lo mantenía sujeto por el cuello.


   Lo último que vio fue al insistente abejorro que desde hacía un rato rondaba a su alrededor; esta vez, apareciendo tras Niels Rainath y sobrevolando su cara con gesto triunfal. Se dirigía de nuevo contra su frente, donde acabó estrellándose con fuerza, sumiendo su vista y su mente en una oscuridad total.


   Sobresaltado, Bertram abrió los ojos, llevándose las manos a su rostro aún dolorido. Parecía que había conseguido despertar de aquella pesadilla, al no tener delante al temible Niels y al encontrarse sentado en el suelo, con la espalda apoyada en un tronco. Cerca de donde estaba, ardía el árbol contra el que se había chocado el taxi del que consiguieron saltar Erika y él.


   Ayudándose del resplandor que le brindaban las llamas, oteó los alrededores en busca de algún rastro de ella.

—¿Erika? —preguntó al aire intentando localizarla, con la esperanza de obtener una pronta respuesta.

—Ya no se encuentra aquí —le replicó una inesperada voz masculina envuelta en la penumbra.


   Aquello pilló desprevenido a Bertram, dando su cuerpo un pequeño brinco, pero sin conseguir ponerse en pie.

—¿Quién eres? —le espetó de inmediato intentando reponerse y temeroso ante la posibilidad de volver a encontrarse con Rainath fuera de sus sueños.

—Disculpa si te he asustado. Y también por las piedras que te he estado lanzando todo este rato —contestó el hombre, a la vez que soltaba un puñado de guijarros, dejándolos caer sutilmente al suelo—. Ya iba a darme por vencido, pensando que no ibas a ser capaz de despertar.

—¿Piedras? —cuestionó Bertram volviendo a llevarse las manos a su cabeza, donde sentía el resquemor de algún que otro impacto de lo que creía un abejorro.

—Mi nombre es Jünaj —le respondió mientras que encendía un quinqué que tenía a su lado, sobre una gran roca que le servía como asiento—. Ahora bien, ¿quién eres y qué habéis venido a hacer aquí Erika y tú?


Siguiente



Tras haber sido engañado por Niels Rainath, Bertram se encuentra ante un nuevo desconocido. ¿Qué información estará dispuesto a revelarle y qué preguntas le formulará a continuación?

Elige una opción del siguiente grupo sobre qué le responderá Bertram en cuanto a su identidad:
A) Le revela su nombre completo
B) Le indica un nombre falso (añadir qué nombre le dirá)
C) Se niega a revelarle su identidad

Ahora, indica otra opción de este grupo sobre qué había ido a hacer junto a Erika:
D) Venían a pedir asilo y protección
E) Huían de Niels Rainath y querían esconderse
F) Eso no es de su incumbencia

Y por último, elige qué le preguntará Bertram a continuación:
1) ¿Dónde está Erika?
2) ¿Por qué me has arrojado piedras?
3) ¿Qué estás haciendo en el bosque?
4) ¿Eres el líder de Kreuzungblut?
5) ¿Podrías ayudarme a escapar de Niels Rainath?

Deja un comentario con la opción elegida de cada grupo y detallando la respuesta si lo consideras necesario.

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sábado, mayo 27, 2023

Bertram Kastner (18) - Encuentros

Erika toma el relevo conduciendo hacia Kreuzungblut. Tras comentarle algunas de sus visiones y sueños, son alcanzados por otros dos vehículos, dirigidos por Niels Rainath. Tras recibir varios disparos, el taxi ocupado por Bertram y Erika se sale de la carretera y avanza peligrosamente cuesta abajo.


Esta es la 18ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.




   Dado que era casi imposible controlar el taxi y viendo que en cualquier momento podrían chocar violentamente contra un árbol, Bertram decidió que debían abandonar el vehículo cuanto antes. Tras abrir la puerta de su lado, hizo ademán de incorporarse hacia el asiento del conductor, donde Erika seguía sin reaccionar. No fue tarea fácil, no sólo por el traqueteo del coche, sino también por el dolor que le provocaban los proyectiles alojados en su cuerpo. Finalmente, pudo agarrar el volante por última vez y girarlo, con la idea de esquivar los árboles más próximos. Rápidamente, agarró a Erika, envolviéndola con sus brazos y se impulsó hacia atrás.


   Ambos salieron despedidos al exterior del vehículo con éxito, aunque Bertram no aterrizó en blando, al impactar contra la raíz de un árbol que sobresalía del suelo. Debido a la inercia, comenzaron a rodar en la ladera cuesta abajo. A consecuencia del golpe que se acababa de dar en la cabeza y en la espalda, el cuerpo de Bertram dejó de responderle y no pudo hacer nada para seguir protegiendo a Erika, por lo que terminaron desplazándose por separado. Inconscientes los dos, no pudieron presenciar cómo el taxi se estrellaba contra un árbol, quedando empotrado en el tronco de éste.


   Tendido boca arriba sobre un manto de hojarasca, Bertram abrió por fin los ojos. Se sentía algo desorientado. Pero, por otro lado, parecía totalmente recuperado de las heridas que había sufrido, incluyendo los disparos que había recibido en la espalda. Poco a poco, se incorporó, quedándose sentado en el suelo e intentando vislumbrar lo que tenía a su alrededor.


   Unos instantes después, se percató de cómo algo se iluminaba tras él. Al girarse, vio lo que parecía una silueta femenina avanzando hacia una especie de estancia que despedía una intensa luz blanca.

—Gracias, Bertram —pronunció ella a la misma vez que hacía una pausa en su caminar.

—Eh... ¿Erika? —acertó a decir mientras observaba cómo la mujer reanudaba sus pasos hacia la zona iluminada.


   Ágilmente, se levantó del suelo y emprendió una ligera carrera hacia ella, dándose cuenta de que no se trataba de Erika, sino de otra persona que también había conocido la noche anterior.

—¿Nadia? No... ¿Nadin? —preguntó Bertram, recordando el nombre de la chica que acompañaba a Erika y a Trebet en el Elíseo—. ¿Gracias por qué?


   Pero no hubo respuesta por parte de ella, al adentrarse en el cúmulo de luz y perderse en el interior. Conforme se acercaba Bertram, la oscuridad invadía más y más aquel enclave, que quedó vacío y sumido en la negrura a unos cuantos pasos de él.

—¿Qué significa esto? —preguntó a viva voz hacia el cielo intentando que alguien pudiera darle una explicación.





   Aún más desorientado, miró a su alrededor, intentando divisar a dónde había ido a parar Erika tras saltar del taxi. Con la tenue luz que proporcionaba la luna, le era complicado ver más allá de unos pocos metros. Aunque algo reluciente llamó su atención, dejándolo totalmente petrificado. En el suelo, casi debajo de sus pies, había colocada una ventana, con su marco y cristales.

—Ingrid... Bertram... —consiguió gesticular con mucha dificultad.


   A través de ella, podía observar a su mujer y a su hijo acostados en un colchón. Ingrid tenía abrazado al chiquillo, como si estuviera dándole protección y consuelo. Por lo que vio alrededor del improvisado lecho, no estaban en ninguna estancia que él reconociera. A pesar de eso, parecía que ambos dormían plácidamente y que estaban en buen estado, al no presentar ninguna herida ni golpe a la vista.


   Temblando de emoción, Bertram dejó caer su cuerpo para poder contemplarlos más de cerca. Sus rodillas se clavaron en el suelo, provocando que una ola de hojas secas tapara los cristales del ventanal y ocultara a sus seres queridos. Inmediatamente, se dispuso a apartar toda la broza que le impedía esa emotiva visión. Pero por más hojas y tierra que retiraba, no conseguía descubrir de nuevo la ventana.

—¡No! ¡Volved conmigo! ¡Estoy aquí! —gritaba desesperado entre lágrimas de sangre.


   Tras varios minutos removiendo el suelo de los alrededores, finalmente se dio por vencido; quedando totalmente exhausto por el esfuerzo. Conforme recuperó el aliento, apretó sus puños contra la tierra para terminar exhalando un grito de lamento y dolor que estremeció y conmovió por igual a toda la fauna cercana.

—Shhhhhh —se pudo escuchar detrás de Bertram.


   Éste se giró súbitamente, siendo capaz de intuir la sombra de un niño que estaba escondido entre los matorrales y que emprendía su huida al ser descubierto.

—¿Bertram? Soy papá. No me tengas miedo —se apresuró a decir, deseando poder encontrarse con su hijo—. ¡Espérame!


   Sin pensárselo dos veces, se plantó en el lugar donde había perdido de vista al muchacho y continuó avanzando por donde pensaba que se había fugado. No le fue complicado detectar las pisadas del chaval a lo largo de todo el sendero, debido a que el bosque se veía en ese momento más iluminado que antes.


   Enseguida, fue consciente de que no era normal que la luna brillase mucho más de lo que lo hacía unos minutos atrás. Se dio la vuelta y miró al cielo para poder comprobar con sus propios ojos el cambio de intensidad de la luz que le proporcionaba el cuerpo celeste. Aunque para su sorpresa, se encontró con un gigantesco Niels Rainath que, haciendo uso de un candil, parecía estar buscando algo entre toda la vegetación del lugar. ¡A él!


   Sin duda, se trataba de una pesadilla de la que no era capaz de despertar. Aún así, una sensación intensa de terror le invadió, sintiendo la necesidad de escapar de aquel inmenso vampiro, como si la vida le fuera en ello. Comenzó a correr en otra dirección, procurando ocultarse debajo de las copas de los árboles para evitar ser descubierto. De vez en cuando, echaba la vista atrás para asegurarse de que Niels no le había encontrado todavía.

—Por más que corra, no consigo alejarme de él —se dijo a sí mismo, inmerso en el agobio que le suponía estar a punto de ser cazado por aquel monstruo—. He de encontrar una zona más frondosa para esconderme y esperar a que pase de largo.


   Justo cuando iba a adentrarse en un recoveco donde los árboles estaban más pegados entre sí, se le ocurrió mirar por última vez. Por desgracia, pudo comprobar cómo los ojos de Niels apuntaban hacia él. Tras unos segundos donde todo el bosque quedó en silencio, la cabeza del coloso se giró hacia él, produciendo un ruido siniestro y manteniendo las pupilas fijas en su objetivo.


   Totalmente paralizado por el miedo, Bertram notó cómo una mano le agarraba el brazo y tiraba de él con fuerza, apartándolo del camino. Afortunadamente, se trataba de alguien conocido para él.

—¡Roderick! —susurró a la vez que se sorprendía por este encuentro—. Tenemos que huir de aquí.

—Tranquilo, Bertram. Estando yo, Rainath no podrá vernos —le trasmitió Roderick.

—¿Estás seguro? —le cuestionó él, debido a la inquietud que suponía el haber sido descubierto por una versión gigantesca de Niels.


   Sin embargo, la actitud impasible de Roderick ante tal situación le parecía muy chocante. Éste, de brazos cruzados, le hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia donde estaba Niels Rainath. Aún temeroso, Bertram tuvo el valor suficiente para mirar de nuevo.

—¿Dónde está? —preguntó al no poder divisar al colosal vampiro, ni tampoco a la luz del candil que portaba.

—Esto es un sueño, Bertram —le confesó Roderick—. Has conseguido dejarlo atrás y expulsarlo.


   Esa declaración hizo que la tensión que sufría acabara diluyéndose.

—Siento mucho que te hayas visto envuelto en esta complicada situación, Bertram —se disculpó Roderick—. También lamento el tener que contactarte así, invadiendo tus sueños.

—Esto está siendo muy extraño y confuso para mí. Hay demasiadas cosas que me afectan a mí y a mis allegados. No pensé que esto pudiera llegar a ocurrir. No fue lo que pedí —se sinceró Bertram, refiriéndose a su existencia como vampiro—. Necesito volver a ser el que era. ¿Hay alguna forma de devolverme a la normalidad?


   Ante tal pregunta, Roderick se quedó pensativo durante unos segundos.

—Quizás haya un método, aunque solamente está al alcance de los vampiros más antiguos —le expuso, dándole algunas esperanzas en recuperar su humanidad—. Es posible que Lothar von Schwaben conozca a alguien capaz de llevar a cabo el ritual de reversión.

—¿Hablas en serio? —cuestionó Bertram, a la vez que recordaba a Lothar.


   A pesar de pertenecer a la aristocracia, la percepción que tenía de Lothar von Schwaben era la de una persona cercana y justa. Aunque su presencia imponía respecto, no era nada arrogante ni exigente con el resto de vampiros que formaban su corte. Al igual que Niels, vestía un uniforme propio de la nobleza, aunque de un aspecto más acorde a la actualidad.

—Sin embargo, el tiempo corre en tu contra, ya que, con el paso de los días, tu conversión en vampiro será irreversible —le advirtió Roderick—. Aunque haré todo lo que esté en mis manos para que puedas conseguir recuperar tu vida a tiempo.

—Te lo agradezco mucho —le contestó Bertram, notando como algo había chocado contra su frente.


   Lo que parecía un abejorro, estaba revoloteando torpemente alrededor de la cabeza de Bertram. Éste consiguió apartarlo fácilmente dando un palmetazo al aire para evitar que volviera a impactar contra él.

—Precisamente, yo también necesito hablar con Lothar por un asunto de extrema gravedad que está asolando al país —admitió Roderick—. Multitud de líderes, hasta ahora leales, han traicionado a las altas esferas de la sociedad vampírica y preparan un golpe de estado para hacerse con todo el poder.

—Como el malnacido de Niels Rainath —apostilló Bertram, volviendo a espantar al abejorro que había chocado de nuevo contra su cabellera.


   Roderick no pudo evitar mostrar una mueca de desprecio y desagrado al escuchar las palabras de Bertram.

—Es de suma importancia que me indiques dónde viste a Lothar von Schwaben por última vez —le reclamó Roderick, extendiendo sus brazos y posando sus manos sobre los hombros de Bertram.


   En la mente de Bertram, alrededor de la figura de Lothar, comenzó a dibujarse un escenario totalmente reconocible para él. A la vez, los rostros borrosos de las personas que se encontraban en ese enclave, comenzaron a detallarse en sus recuerdos. Una parte desconocida de lo que había vivido en los últimos días había emergido desde lo más profundo de su mente.


   Conforme iba a articular una respuesta para Roderick, el abejorro volvió a molestarle, rozando sus labios en esta ocasión.

—Debes recordarlo y decírmelo, Bertram —insistió Roderick agarrando con más ímpetu sus hombros—. Una vez que despiertes, has de partir hacia allá sin demora. Nos encontraremos en ese lugar para reunirnos con Lothar y arreglar nuestros asuntos.



Siguiente



Aunque parece que Bertram está sumido en un sueño y su subconsciente es el que rige sus acciones, podéis decidir qué le responderá a Roderick.

A) Le cuenta todo lo que recuerda
B) Le proporciona sólo una parte de la información
C) Le engaña, dándole una información falsa
D) Le responde que no recuerda tal cosa


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Bertram Kastner (26) - Vulnerable

Esta es la continuación directa del capítulo Bertram Kastner - 25. Bertram había caído inconsciente al oír hablar de su investigación y su v...