viernes, junio 09, 2023

Bertram Kastner (20) - Falta de confianza

Dentro de su sueño, Bertram mantiene una conversación con Roderick, quien le ayuda a recordar qué ocurrió en su estancia en Berlín. Sin embargo, descubre que ese no es Roderick, sino Niels Rainath, que pretende averiguar la ubicación de un importante vampiro. Tras un enfrentamiento mental y a punto de revelar esa información, Bertram consigue despertar. Pero no está solo. Ante él se encuentra un nuevo vampiro que ha estado observándole mientras estaba inconsciente.

Esta es la 20ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. También en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.




   Todavía bajo el dominio de la desconfianza, Bertram intentó incorporarse con el objetivo de adquirir una posición más ventajosa en el caso de necesitar huir. Tal y como se estaban desarrollando las cosas aquella noche, no sería de extrañar que pronto tuviera que poner pies en polvorosa de nuevo. En ese momento, fue consciente de que sus heridas no se habían curado del todo, al igual que le había ocurrido a Erika antes. Seguramente, había consumido demasiada sangre para sanar las más críticas y su cuerpo ya no podía terminar de recuperarse con la reserva restante.


   Finalmente, consiguió ponerse de pie, quedando apoyado en el tronco del árbol que había a sus espaldas y reponiéndose del dolor que le había provocado hacer tal esfuerzo. Gracias a la luz que Jünaj había encendido a su lado, tuvo la oportunidad de analizarlo mientras recuperaba el resuello.


   Éste, tenía un aspecto algo desenfadado y salvaje. Su pelo desordenado casi le rozaba los hombros y en su rostro mostraba una barba que llevaba varios días creciendo sin control. La combinación de ropa era algo peculiar, mezclando una camisa, una especie de jersey y una chaqueta larga con un colgante con largos colmillos de un animal. A pesar de eso, lucía su vestimenta de forma impoluta y limpia, dando a entender que no vivía en medio de la naturaleza.


   Había permanecido callado e inmutable desde que le lanzó aquellas preguntas a Bertram, pero sin quitarle la vista de encima. Daba la sensación de que no le impacientaba el no haber recibido aún una respuesta, como si tuviera todo el tiempo del mundo para esperar.

Yo soy Bertram... —acertó a decir, deteniendo sus palabras por precaución justo antes de mencionar su apellido.


   Jünaj simplemente asintió, dándole pie a que continuara respondiendo a su segunda pregunta.

Erika y yo hemos venido a solicitar asilo y protección —añadió, volviendo a mirar por los alrededores en busca de su amiga—. ¿Qué le ha ocurrido a ella? ¿Dónde dices que está?

Ahora mismo, debe estar recuperándose en mi residencia —le respondió Jünaj serenamente—. Había sufrido demasiadas heridas y estaba al límite de la muerte definitiva.


   A pesar de que por sus palabras podía deducir que Erika estaba fuera de peligro, no pudo evitar agitarse ante la idea de haber puesto en riesgo extremo otra vida más; Alger, su familia y ahora, Erika. Eso no pasó desapercibido para Jünaj, quien le hizo un gesto con sus manos para que mantuviera la calma.

—Por suerte, el joven que ha venido conmigo hasta aquí la conocía. Había coincidido con ella y con Roderick en Stuttgart —prosiguió Jünaj—. No ha tenido inconveniente en prestarle algo de su sangre y la respuesta de su cuerpo ha sido positiva, iniciándose su regeneración. Le costará recuperarse del todo unos días, pero lo importante es que ya está a salvo.

—Muchas gracias por ayudarla —le respondió Bertram, totalmente aliviado al saber de la situación de su compañera de aventuras.


   Las reconfortantes palabras de Jünaj le invitaban a confiar en él, relajando la gran tensión acumulada por los encuentros previos con Niels. Cayó en la cuenta de que si éste hubiera tenido la intención de atacarle, podría haber aprovechado mientras estaba inconsciente. Vale que, mientras dormía, éste le había estado lanzando piedras; aunque al parecer su objetivo era simplemente despertarle, cosa que consiguió. Por lo que pensó que era alguien de fiar y emprendió la marcha hacia el montículo de piedra en el que se encontraba sentado.


   Inmediatamente, el semblante de Jünaj se tornó más serio, a la vez que le indicó una señal de alto con la mano. Desconcertado, Bertram se detuvo nada más haber empezado a andar.

Lo siento, Bertram. No puedo permitirte el paso —declaró Jünaj con firmeza—. Como comprenderás, no puedo fiarme de alguien a quien acabo de conocer y con el que sólo he intercambiado un puñado de frases. ¿Estarás de acuerdo conmigo?

Pero... conocéis a Erika. Yo iba con ella —le argumentó Bertram intentando conseguir su beneplácito.

Así es, pero por desgracia, Erika no ha llegado a despertarse y no nos ha podido contar su historia —se excusó Jünaj—. Es cierto que ibais juntos o al menos eso hemos deducido al encontraros inconscientes cerca del coche ardiendo.

¿Entonces por qué no...? —le intentó preguntar Bertram.

¿Quién me dice que no has sido tú quien ha herido a Erika y el que ha provocado este accidente para que pareciera que ambos necesitabais ayuda? —le interrumpió Jünaj, mostrando sus reticencias—. No serías el primero que, a lo largo de estos años, ha venido solicitando ayuda y ha intentado acabar conmigo después.


   Una sensación de frustración recorrió la mente de Bertram, al no tener ningún medio con el que demostrar su buena fe. Si bien, era cierto que él tampoco había confiado en Jünaj desde el principio, llegados al punto de la conversación donde le aclaró sobre el paradero de Erika, creyó que se había establecido un vínculo de confianza mutua entre ellos.

¡Debes creerme! —exclamó desesperado—. ¿No puedes leerme la mente o hacer algo para saber que digo la verdad?

Sí, puedo hacerlo —sonrió satisfecho Jünaj poniéndose en pie—. Aunque por desgracia, la barrera que nos separa lo impide. Nuestras habilidades sobrenaturales no pueden atravesarla.


   Jünaj comenzó a avanzar lentamente hacia él. A su vez, Bertram empezó a sentir cómo algo le repelía hacia atrás, obligándole a apoyarse de nuevo en el tronco del árbol en el que había despertado. Por su parte, Jünaj se detuvo, con la intención de no arrinconar más a Bertram.

—Aquí dentro me encuentro aislado. No puedo comunicarme con nadie del exterior telepáticamente. Ni siquiera, leer tu aura para detectar una simple mentira que la haga fluctuar —le expuso Jünaj, dándole la espalda para volver al pedestal en el que reposaba el quinqué.

¿Y dónde está esa barrera? —se interesó Bertram, intentando encontrarla en el espacio que les separaba, mientras que se sentía liberado de la presión que le había supuesto la aproximación de Jünaj.

En este punto se podría decir que me envuelve, al haber estirado sus límites para llegar hasta aquí —le explicó Jünaj tomando asiento de nuevo—. Pero como ves, a mí me cuesta mucho alejarme del pueblo y a ti mantenerte cerca de mí.




¿Y cómo ha podido entrar Erika? —le cuestionó Bertram.

La persona que me ha acompañado hasta aquí no es un vampiro y, por tanto, no está sometido a las mismas restricciones que tenemos tú y yo —le aclaró Jünaj—. Él ha sido el que te ha acomodado junto a ese árbol y quien ha reconocido a Erika. Si no llega a ser por él, tampoco la habría invitado a entrar a esta parte de la barrera.


   Algo se iluminó en la cabeza de Bertram, como si hubiese encontrado una vía por donde convencer a Jünaj.

Erika puede crear ilusiones que engañan nuestros sentidos —comenzó a explicarle Bertram de forma esperanzada—. ¿Qué hubiera pasado si se tratara de una impostora?

—Un espejismo creado fuera no puede ser visto desde dentro, por lo que teníamos la certeza de que se trataba de ella y no de alguien intentando suplantar su identidad —se justificó Jünaj.

—¡Exacto! De la misma manera, a mí me estás viendo ahora mismo tal cual soy —exclamó Bertram abriendo sus brazos y dándole a entender que no escondía nada.

—Soy consciente de ello, Bertram. Pero a diferencia de Erika, parece que aquí no hay nadie que te conozca —le comentó Jünaj comprendiendo por dónde quería ir su interlocutor con su argumento—. Además, ella estaba en letargo y debido a su lamentable estado físico, el riesgo que suponía invitarla a pasar era totalmente asumible para mí.


   Bertram cerró los ojos y resopló, al darle la sensación de estar hablando con una pared. Enseguida, se cargó con un nuevo argumento con el que pasar al ataque.

—¿Quieres decir que si me lesiono y pierdo el conocimiento de nuevo, accederás a que pueda entrar? —le espetó Bertram de manera desafiante—. En ese estado, no seré una amenaza para ti.

—No hagas tal cosa, Bertram —le desanimó Jünaj negando con la cabeza—. Me has caído bien, pero eso no hará que me arriesgue a darte acceso. Además, tu cuerpo se quedaría abandonado a su suerte a la intemperie. Y si no consiguieras despertar por tu cuenta antes del amanecer, el Sol te convertirá en cenizas.

   Sabía que podía llegar a convencerlo y por ello, siguió buscando algún resquicio al que aferrarse para gestar un discurso que lograra hacer entrar en razón a Jünaj. A penas hacía unos minutos que lo había conocido, por lo que era complicado tener un historial sobre qué podría agradarle o disgustarle a aquel personaje. Inmediatamente, recordó lo que Erika le contó sobre él durante el viaje, encontrando que tenían algo en común.

¡Jefe, están aquí! —se escuchó a alguien en medio de la oscuridad de la ladera tras Bertram.

   Ambos vampiros dirigieron sus miradas hacia el origen de la voz, atisbando la luz de una linterna y la silueta de un hombre que la sostenía.

No me habías dicho que esperabas compañía, Bertram —le señaló Jünaj.


Siguiente


Parece que los intentos de Bertram por convencer a Jünaj no han tenido el éxito deseado hasta ahora. Ante la inminente irrupción de uno de los hombres de Niels, ¿qué decidirá hacer Bertram?
A) Intentar trepar el árbol para esconderse en la copa
B) Huir de donde está el taxi ardiendo para evitar a Niels
C) Suplicarle a Jünaj que le permita el paso, dándole una buena razón para ello (detallar respuesta)
D) Exigirle a Jünaj que le permita el paso, perdiendo los nervios y reprochándole/insultándole (detallar respuesta)

Elige una de las opciones y añade un comentario con tu elección. Recuerda que puedes dar más detalles de tu respuesta en todas las opciones.


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sábado, junio 03, 2023

Bertram Kastner (19) - Recuerdos coaccionados

Bertram consigue saltar del taxi junto a Erika, pero debido a la gravedad de sus heridas, acaba inconsciente. Mientras duerme, tiene visiones con su familia y es perseguido por un gigantesco Niels Rainath. Pero en el último momento, es rescatado por Roderick Sevald, con quien tenía pendiente un encuentro.


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   Las miradas de ambos vampiros se encontraban conectadas, frente a frente. Los ojos de Roderick habían adquirido un brillo intenso, realzando su ya de por sí llamativo color celeste. Bertram sabía que era una tonalidad que difícilmente podría volver a contemplar en el cielo por sí mismo. Bajo el influjo hipnótico que le provocaba tal visión, su mente se encontraba receptiva y no hacía más que invitarle a acceder sin reparos a la petición del otro vástago, mientras que los recuerdos de lo acontecido recientemente seguían brotando sin cesar en su memoria.

—Nos encontrábamos en Berlín, en unas instalaciones subterráneas pertenecientes al sistema de transporte del metro —le relató Bertram—. Al parecer, era un lugar que no estaba abierto al público, sino a unos pocos elegidos.

—Muy interesante. Tengo conocimiento de varios emplazamientos de esa red subterránea con accesos muy restringidos, pero habilitados para celebrar nuestros cónclaves. Aún así, es de suma importancia que recuerdes en qué lugar exacto de entre todos esos túneles estabais reunidos —le presionó Roderick sin dejar de lado su actitud amable.


   Zambulléndose de lleno en sus pensamientos, volvió a situarse en aquella ubicación. Observando cada detalle, Bertram consiguió localizar en una de las paredes lo que parecía la placa con el nombre de una estación del suburbano. Queriendo complacer a Roderick, se dispuso a volver en sí para proporcionarle sin demora esa información. Aunque, antes de llegar a hacerlo, reparó en alguien que había junto a ese cartel.


   Como si de una secuencia de película se tratara, Bertram revivió en bucle una situación que le descuadró totalmente. En ella, un corrillo de gente charlaba de forma distendida. De entre todos ellos, podía ver nítidamente cómo Roderick le hacía un gesto con la mano para indicarle el camino a seguir dentro de esa estación de metro, mientras mantenía el rostro sonriente y amigable que le solía caracterizar.

—¿Qué sentido tiene que me preguntes dónde estaba, cuando tú también te encontrabas allí? —le inquirió Bertram tras salir de su ensimismamiento y sin darle la respuesta que éste estaba esperando.

—Después de aquello, debieron borrar mis recuerdos. Es por esa razón que desconozco el haber coincidido en ese lugar contigo —se excusó Roderick de inmediato, con un discurso que parecía convincente—. Por favor, continúa contándome más sobre aquel enclave. Necesito recuperar la memoria.


   Sin dejar de mirarse mutuamente, Bertram volvió a sentir una necesidad extrema de seguir relatándole más detalles sobre la estación subterránea que había recordado. Pero otra vez, una pieza del rompecabezas que tenía en su mente saltó por los aires al encontrar una nueva contradicción.

—A todo esto, Erika me dijo que Roderick contactó conmigo en sueños y no con ellos para dificultar que Niels lo interceptara, al no conocerme a mí aún —comenzó a divagar Bertram—. Y ahora, sabiendo que se encuentra cerca y que ha intervenido en mi sueño, Roderick lo ha obviado como si eso ya no supusiera un problema. ¿Por qué?


   Al mismo tiempo, sentía cómo éste ejercía más presión con sus manos, comenzando a hundirlas sobre sus hombros. Un estímulo eléctrico alcanzó su espina dorsal y recorrió desde ahí todo su cuerpo, doblegando sus músculos y articulaciones. Aquello provocó que la boca de Bertram se abriera de forma involuntaria y expulsara un incomprensible balbuceo.

—¿Y qué me dices de que Niels se haya esfumado justo cuando ha irrumpido Roderick en el sueño? —continuó cuestionándose Bertram, intentando ganar terreno en su pugna contra la sin razón que invadía su mente—. Sin dudarlo, debe tratarse de él.


   Con gran esfuerzo, consiguió volver a sellar sus labios para que ninguna palabra intentara escapársele sin querer. Tenía la certeza de que aquel sujeto no era quien pretendía ser, sospechando que había sido suplantado por el mismísimo Niels Rainath. No conocía qué poderes y artimañas poseía su contrincante, pero debía estar abierto y preparado ante cualquier posibilidad, por imposible que pareciera de creer.

—Bertram, es cuestión de vida o muerte para mucha gente —pronunció Roderick utilizando un tono más tajante y clavando su mirada en él—. Dime dónde te encontraste con Lothar von Schwaben. ¡Ahora!




   De nuevo, las palabras de Roderick, o mejor dicho, de Niels Rainath, hicieron mella en él. Aunque lo que más influyó fue el que éste le levantara en peso del suelo al agarrarle por el cuello. Ya no tenía frente a sí mismo al vampiro amigable al que apenas acababa de recordar; sino al que había intentando acabar con su vida esa misma noche en varias ocasiones.


   Al verse sometido de aquella manera, su fuerza de voluntad terminó resquebrajándose por completo, dándose por vencido y quedando anulado, a merced de sus órdenes. Como si no pudiera controlar su mandíbula, Bertram comenzó a mascullar la información que le había exigido Niels, quien aún lo mantenía sujeto por el cuello.


   Lo último que vio fue al insistente abejorro que desde hacía un rato rondaba a su alrededor; esta vez, apareciendo tras Niels Rainath y sobrevolando su cara con gesto triunfal. Se dirigía de nuevo contra su frente, donde acabó estrellándose con fuerza, sumiendo su vista y su mente en una oscuridad total.


   Sobresaltado, Bertram abrió los ojos, llevándose las manos a su rostro aún dolorido. Parecía que había conseguido despertar de aquella pesadilla, al no tener delante al temible Niels y al encontrarse sentado en el suelo, con la espalda apoyada en un tronco. Cerca de donde estaba, ardía el árbol contra el que se había chocado el taxi del que consiguieron saltar Erika y él.


   Ayudándose del resplandor que le brindaban las llamas, oteó los alrededores en busca de algún rastro de ella.

—¿Erika? —preguntó al aire intentando localizarla, con la esperanza de obtener una pronta respuesta.

—Ya no se encuentra aquí —le replicó una inesperada voz masculina envuelta en la penumbra.


   Aquello pilló desprevenido a Bertram, dando su cuerpo un pequeño brinco, pero sin conseguir ponerse en pie.

—¿Quién eres? —le espetó de inmediato intentando reponerse y temeroso ante la posibilidad de volver a encontrarse con Rainath fuera de sus sueños.

—Disculpa si te he asustado. Y también por las piedras que te he estado lanzando todo este rato —contestó el hombre, a la vez que soltaba un puñado de guijarros, dejándolos caer sutilmente al suelo—. Ya iba a darme por vencido, pensando que no ibas a ser capaz de despertar.

—¿Piedras? —cuestionó Bertram volviendo a llevarse las manos a su cabeza, donde sentía el resquemor de algún que otro impacto de lo que creía un abejorro.

—Mi nombre es Jünaj —le respondió mientras que encendía un quinqué que tenía a su lado, sobre una gran roca que le servía como asiento—. Ahora bien, ¿quién eres y qué habéis venido a hacer aquí Erika y tú?


Siguiente



Tras haber sido engañado por Niels Rainath, Bertram se encuentra ante un nuevo desconocido. ¿Qué información estará dispuesto a revelarle y qué preguntas le formulará a continuación?

Elige una opción del siguiente grupo sobre qué le responderá Bertram en cuanto a su identidad:
A) Le revela su nombre completo
B) Le indica un nombre falso (añadir qué nombre le dirá)
C) Se niega a revelarle su identidad

Ahora, indica otra opción de este grupo sobre qué había ido a hacer junto a Erika:
D) Venían a pedir asilo y protección
E) Huían de Niels Rainath y querían esconderse
F) Eso no es de su incumbencia

Y por último, elige qué le preguntará Bertram a continuación:
1) ¿Dónde está Erika?
2) ¿Por qué me has arrojado piedras?
3) ¿Qué estás haciendo en el bosque?
4) ¿Eres el líder de Kreuzungblut?
5) ¿Podrías ayudarme a escapar de Niels Rainath?

Deja un comentario con la opción elegida de cada grupo y detallando la respuesta si lo consideras necesario.

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sábado, mayo 27, 2023

Bertram Kastner (18) - Encuentros

Erika toma el relevo conduciendo hacia Kreuzungblut. Tras comentarle algunas de sus visiones y sueños, son alcanzados por otros dos vehículos, dirigidos por Niels Rainath. Tras recibir varios disparos, el taxi ocupado por Bertram y Erika se sale de la carretera y avanza peligrosamente cuesta abajo.


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   Dado que era casi imposible controlar el taxi y viendo que en cualquier momento podrían chocar violentamente contra un árbol, Bertram decidió que debían abandonar el vehículo cuanto antes. Tras abrir la puerta de su lado, hizo ademán de incorporarse hacia el asiento del conductor, donde Erika seguía sin reaccionar. No fue tarea fácil, no sólo por el traqueteo del coche, sino también por el dolor que le provocaban los proyectiles alojados en su cuerpo. Finalmente, pudo agarrar el volante por última vez y girarlo, con la idea de esquivar los árboles más próximos. Rápidamente, agarró a Erika, envolviéndola con sus brazos y se impulsó hacia atrás.


   Ambos salieron despedidos al exterior del vehículo con éxito, aunque Bertram no aterrizó en blando, al impactar contra la raíz de un árbol que sobresalía del suelo. Debido a la inercia, comenzaron a rodar en la ladera cuesta abajo. A consecuencia del golpe que se acababa de dar en la cabeza y en la espalda, el cuerpo de Bertram dejó de responderle y no pudo hacer nada para seguir protegiendo a Erika, por lo que terminaron desplazándose por separado. Inconscientes los dos, no pudieron presenciar cómo el taxi se estrellaba contra un árbol, quedando empotrado en el tronco de éste.


   Tendido boca arriba sobre un manto de hojarasca, Bertram abrió por fin los ojos. Se sentía algo desorientado. Pero, por otro lado, parecía totalmente recuperado de las heridas que había sufrido, incluyendo los disparos que había recibido en la espalda. Poco a poco, se incorporó, quedándose sentado en el suelo e intentando vislumbrar lo que tenía a su alrededor.


   Unos instantes después, se percató de cómo algo se iluminaba tras él. Al girarse, vio lo que parecía una silueta femenina avanzando hacia una especie de estancia que despedía una intensa luz blanca.

—Gracias, Bertram —pronunció ella a la misma vez que hacía una pausa en su caminar.

—Eh... ¿Erika? —acertó a decir mientras observaba cómo la mujer reanudaba sus pasos hacia la zona iluminada.


   Ágilmente, se levantó del suelo y emprendió una ligera carrera hacia ella, dándose cuenta de que no se trataba de Erika, sino de otra persona que también había conocido la noche anterior.

—¿Nadia? No... ¿Nadin? —preguntó Bertram, recordando el nombre de la chica que acompañaba a Erika y a Trebet en el Elíseo—. ¿Gracias por qué?


   Pero no hubo respuesta por parte de ella, al adentrarse en el cúmulo de luz y perderse en el interior. Conforme se acercaba Bertram, la oscuridad invadía más y más aquel enclave, que quedó vacío y sumido en la negrura a unos cuantos pasos de él.

—¿Qué significa esto? —preguntó a viva voz hacia el cielo intentando que alguien pudiera darle una explicación.





   Aún más desorientado, miró a su alrededor, intentando divisar a dónde había ido a parar Erika tras saltar del taxi. Con la tenue luz que proporcionaba la luna, le era complicado ver más allá de unos pocos metros. Aunque algo reluciente llamó su atención, dejándolo totalmente petrificado. En el suelo, casi debajo de sus pies, había colocada una ventana, con su marco y cristales.

—Ingrid... Bertram... —consiguió gesticular con mucha dificultad.


   A través de ella, podía observar a su mujer y a su hijo acostados en un colchón. Ingrid tenía abrazado al chiquillo, como si estuviera dándole protección y consuelo. Por lo que vio alrededor del improvisado lecho, no estaban en ninguna estancia que él reconociera. A pesar de eso, parecía que ambos dormían plácidamente y que estaban en buen estado, al no presentar ninguna herida ni golpe a la vista.


   Temblando de emoción, Bertram dejó caer su cuerpo para poder contemplarlos más de cerca. Sus rodillas se clavaron en el suelo, provocando que una ola de hojas secas tapara los cristales del ventanal y ocultara a sus seres queridos. Inmediatamente, se dispuso a apartar toda la broza que le impedía esa emotiva visión. Pero por más hojas y tierra que retiraba, no conseguía descubrir de nuevo la ventana.

—¡No! ¡Volved conmigo! ¡Estoy aquí! —gritaba desesperado entre lágrimas de sangre.


   Tras varios minutos removiendo el suelo de los alrededores, finalmente se dio por vencido; quedando totalmente exhausto por el esfuerzo. Conforme recuperó el aliento, apretó sus puños contra la tierra para terminar exhalando un grito de lamento y dolor que estremeció y conmovió por igual a toda la fauna cercana.

—Shhhhhh —se pudo escuchar detrás de Bertram.


   Éste se giró súbitamente, siendo capaz de intuir la sombra de un niño que estaba escondido entre los matorrales y que emprendía su huida al ser descubierto.

—¿Bertram? Soy papá. No me tengas miedo —se apresuró a decir, deseando poder encontrarse con su hijo—. ¡Espérame!


   Sin pensárselo dos veces, se plantó en el lugar donde había perdido de vista al muchacho y continuó avanzando por donde pensaba que se había fugado. No le fue complicado detectar las pisadas del chaval a lo largo de todo el sendero, debido a que el bosque se veía en ese momento más iluminado que antes.


   Enseguida, fue consciente de que no era normal que la luna brillase mucho más de lo que lo hacía unos minutos atrás. Se dio la vuelta y miró al cielo para poder comprobar con sus propios ojos el cambio de intensidad de la luz que le proporcionaba el cuerpo celeste. Aunque para su sorpresa, se encontró con un gigantesco Niels Rainath que, haciendo uso de un candil, parecía estar buscando algo entre toda la vegetación del lugar. ¡A él!


   Sin duda, se trataba de una pesadilla de la que no era capaz de despertar. Aún así, una sensación intensa de terror le invadió, sintiendo la necesidad de escapar de aquel inmenso vampiro, como si la vida le fuera en ello. Comenzó a correr en otra dirección, procurando ocultarse debajo de las copas de los árboles para evitar ser descubierto. De vez en cuando, echaba la vista atrás para asegurarse de que Niels no le había encontrado todavía.

—Por más que corra, no consigo alejarme de él —se dijo a sí mismo, inmerso en el agobio que le suponía estar a punto de ser cazado por aquel monstruo—. He de encontrar una zona más frondosa para esconderme y esperar a que pase de largo.


   Justo cuando iba a adentrarse en un recoveco donde los árboles estaban más pegados entre sí, se le ocurrió mirar por última vez. Por desgracia, pudo comprobar cómo los ojos de Niels apuntaban hacia él. Tras unos segundos donde todo el bosque quedó en silencio, la cabeza del coloso se giró hacia él, produciendo un ruido siniestro y manteniendo las pupilas fijas en su objetivo.


   Totalmente paralizado por el miedo, Bertram notó cómo una mano le agarraba el brazo y tiraba de él con fuerza, apartándolo del camino. Afortunadamente, se trataba de alguien conocido para él.

—¡Roderick! —susurró a la vez que se sorprendía por este encuentro—. Tenemos que huir de aquí.

—Tranquilo, Bertram. Estando yo, Rainath no podrá vernos —le trasmitió Roderick.

—¿Estás seguro? —le cuestionó él, debido a la inquietud que suponía el haber sido descubierto por una versión gigantesca de Niels.


   Sin embargo, la actitud impasible de Roderick ante tal situación le parecía muy chocante. Éste, de brazos cruzados, le hizo un gesto con la cabeza, señalando hacia donde estaba Niels Rainath. Aún temeroso, Bertram tuvo el valor suficiente para mirar de nuevo.

—¿Dónde está? —preguntó al no poder divisar al colosal vampiro, ni tampoco a la luz del candil que portaba.

—Esto es un sueño, Bertram —le confesó Roderick—. Has conseguido dejarlo atrás y expulsarlo.


   Esa declaración hizo que la tensión que sufría acabara diluyéndose.

—Siento mucho que te hayas visto envuelto en esta complicada situación, Bertram —se disculpó Roderick—. También lamento el tener que contactarte así, invadiendo tus sueños.

—Esto está siendo muy extraño y confuso para mí. Hay demasiadas cosas que me afectan a mí y a mis allegados. No pensé que esto pudiera llegar a ocurrir. No fue lo que pedí —se sinceró Bertram, refiriéndose a su existencia como vampiro—. Necesito volver a ser el que era. ¿Hay alguna forma de devolverme a la normalidad?


   Ante tal pregunta, Roderick se quedó pensativo durante unos segundos.

—Quizás haya un método, aunque solamente está al alcance de los vampiros más antiguos —le expuso, dándole algunas esperanzas en recuperar su humanidad—. Es posible que Lothar von Schwaben conozca a alguien capaz de llevar a cabo el ritual de reversión.

—¿Hablas en serio? —cuestionó Bertram, a la vez que recordaba a Lothar.


   A pesar de pertenecer a la aristocracia, la percepción que tenía de Lothar von Schwaben era la de una persona cercana y justa. Aunque su presencia imponía respecto, no era nada arrogante ni exigente con el resto de vampiros que formaban su corte. Al igual que Niels, vestía un uniforme propio de la nobleza, aunque de un aspecto más acorde a la actualidad.

—Sin embargo, el tiempo corre en tu contra, ya que, con el paso de los días, tu conversión en vampiro será irreversible —le advirtió Roderick—. Aunque haré todo lo que esté en mis manos para que puedas conseguir recuperar tu vida a tiempo.

—Te lo agradezco mucho —le contestó Bertram, notando como algo había chocado contra su frente.


   Lo que parecía un abejorro, estaba revoloteando torpemente alrededor de la cabeza de Bertram. Éste consiguió apartarlo fácilmente dando un palmetazo al aire para evitar que volviera a impactar contra él.

—Precisamente, yo también necesito hablar con Lothar por un asunto de extrema gravedad que está asolando al país —admitió Roderick—. Multitud de líderes, hasta ahora leales, han traicionado a las altas esferas de la sociedad vampírica y preparan un golpe de estado para hacerse con todo el poder.

—Como el malnacido de Niels Rainath —apostilló Bertram, volviendo a espantar al abejorro que había chocado de nuevo contra su cabellera.


   Roderick no pudo evitar mostrar una mueca de desprecio y desagrado al escuchar las palabras de Bertram.

—Es de suma importancia que me indiques dónde viste a Lothar von Schwaben por última vez —le reclamó Roderick, extendiendo sus brazos y posando sus manos sobre los hombros de Bertram.


   En la mente de Bertram, alrededor de la figura de Lothar, comenzó a dibujarse un escenario totalmente reconocible para él. A la vez, los rostros borrosos de las personas que se encontraban en ese enclave, comenzaron a detallarse en sus recuerdos. Una parte desconocida de lo que había vivido en los últimos días había emergido desde lo más profundo de su mente.


   Conforme iba a articular una respuesta para Roderick, el abejorro volvió a molestarle, rozando sus labios en esta ocasión.

—Debes recordarlo y decírmelo, Bertram —insistió Roderick agarrando con más ímpetu sus hombros—. Una vez que despiertes, has de partir hacia allá sin demora. Nos encontraremos en ese lugar para reunirnos con Lothar y arreglar nuestros asuntos.



Siguiente



Aunque parece que Bertram está sumido en un sueño y su subconsciente es el que rige sus acciones, podéis decidir qué le responderá a Roderick.

A) Le cuenta todo lo que recuerda
B) Le proporciona sólo una parte de la información
C) Le engaña, dándole una información falsa
D) Le responde que no recuerda tal cosa


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viernes, mayo 19, 2023

Bertram Kastner (17) - Cruce de caminos

En su camino hacia Kreuzungblut, Bertram se queda bloqueado por unos instantes mientras conduce, lo que está a punto de provocarles un accidente.


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   Tras reflexionar durante unos instantes con ambas manos apoyadas sobre el volante y la mirada perdida al frente, Bertram accedió ante la petición de Erika asintiendo.

—Tienes razón, Erika. De nada nos sirve toda esta huida si no llegamos enteros a ese pueblo —razonó él mientras abría la puerta del taxi y se bajaba, con la intención de intercambiar los asientos—. Teniendo en cuenta que puede haber algo sobrenatural afectándome, no tengo manera de asegurar que no se me vuelva a ir la cabeza y tengamos un accidente.

—Aunque veo convencido que te has convencido, no sé si hago bien en recordarte que yo he estrellado mi coche hace un rato en el parking del Elíseo —bromeó Erika a la vez que bordeaba el vehículo en el momento que pasaba junto a Bertram.

—Ah, pues no había caído en eso —admitió él, deteniéndose delante del coche y mostrando un gesto pensativo—. Lo veo tan lejano, que parece como si hubieran pasado varios años desde que ocurrió.

—Pero ya no te puedes echar atrás. Además, en mi defensa he de decir que bastante bien he conducido llevando a Niels Rainath clavado en el capó y habiendo recibido un disparo en la pierna —alegó Erika deteniéndose justo antes de girar hacia el lado del conductor y señalando a su pierna derecha.


   Al ver la herida de bala que ella le estaba mostrando, Bertram cayó en la cuenta de que una de las balas que disparó al utilizar su pistola alcanzó a su compañera.

—¿En serio? No... no era consciente de que te había disparado. Te ruego que me disculpes —se lamentó Bertram, percatándose de que Erika aún se resentía del impacto.

—No te preocupes, hasta cierto punto, los vampiros podemos soportar las balas. Además, la mayoría las acertaste en el cuerpo de Niels —le dijo a modo de consolación, a la vez que le hacía un gesto de victoria antes de montarse de nuevo en el taxi—. Lo dejaste hecho un colador.

—¿Y cómo es que no te has terminado de curar? —se interesó él, recordando que los vampiros se recuperaban de las heridas automáticamente.

—Necesitamos sangre para poder activar nuestros poderes, como la regeneración de los tejidos corporales. En mi caso, ya he gastado una gran reserva en curarme, además de en todos los intentos por escondernos o de confundir a nuestros enemigos. Si vuelvo a utilizar mis poderes, seguramente necesitaré beber sangre. Y ahora mismo, tú eres el recipiente más cercano.


   Erika arrancó el coche a la vez que mostraba una sonrisa un tanto maliciosa.

—Esperemos que no tengas que recurrir a eso —suspiró Bertram, escudándose con la guía de carreteras que había cogido antes de sentarse.

—No debe quedar mucho para llegar, por lo que enseguida podremos reponernos tranquilamente. Aunque, a partir de cierto punto, deberíamos ir a pie.

—¿Lo dices por esa barrera que nos impedirá el paso? —le preguntó él.

—Exactamente. No me gustaría cruzarla estando dentro del coche. Roderick nos ha llegado a contar cómo algún que otro vampiro ha muerto aplastado en el interior de un vehículo por desconocer la existencia de esa barrera.

—Hablando de Roderick, ¿por qué crees que se puso en contacto conmigo y no con ninguno de vosotros? —le inquirió Bertram, refiriéndose a Garet y Trebet también.

—Es posible que percibiera la presencia de Rainath en el Elíseo. Tanto Roderick como Niels, tienen el poder de introducirse en los sueños e interactuar con aquellos a los que conocen. De la misma forma, también pueden detectar si alguien está contactando con en el subconsciente de algún conocido que se encuentre cerca —le argumentó Erika—. Seguramente, tú eras el candidato idóneo al ser un total desconocido para Niels y así ponerle más complicado el que os pudiera descubrir. Aunque, ahora que lo pienso, no me encaja el hecho de que Roderick haya podido llegar a ti sin conocerte.


   Bertram comenzó a negar con la cabeza.

—La cuestión es que, en mi sueño, parecía como si ya supiéramos el uno del otro. Escuché su nombre por tres veces. Primero, mi hijo me comentó que Roderick le había dicho que quería hablar conmigo. Después, llamó a la puerta de casa y le dijo lo mismo a mi mujer. Y por último, llamó por teléfono.

—¿Y no llegaste a hablar con él directamente? —se interesó Erika.

—No. El sueño terminó cuando le dijo a mi pequeño que yo era un vampiro y acabé prendido en llamas con la luz del Sol —admitió cabizbajo Bertram.

—Siento que hayas tenido que recordar a tu familia —le transmitió ella con cierto pesar—. Sobre todo, después de lo que te contamos que les ocurrió.


   Pero al contrario de lo que sería normal ante un triste recuerdo, Bertram se mostró sonriente y esperanzado al pensar en ellos.

—¿Sabes una cosa? Confío en que aún están con vida. Es más, estoy totalmente seguro de ello —le expuso Bertram entusiasmado.

—¿Y eso? ¿Has tenido alguna revelación más?

—Mientras me alimentaba del matón de Niels en el aparcamiento, pude verlo delante de mi casa en llamas, hablando con otro sicario. Al parecer, antes de provocar el incendio, se habían llevado a mi familia y habían introducido otros cuerpos en la casa a modo de señuelos. Por lo que no murieron allí —le aclaró Bertram—. No me hace nada de gracia que estén secuestrados. Pero después de haberlos dado por muertos, ahora tengo esperanzas en poder recuperarlos. Le pediré ayuda al vampiro con el que vamos a encontrarnos.

—¡Es una buena noticia! Me alegro mucho por ellos y por ti —exclamó Erika aliviada—. Aunque por otro lado, esto quiere decir que están en poder de Niels. Seguramente quiera utilizarlos como moneda de cambio contigo.

—Sospecho lo mismo. Y por eso te pido que, si algo me pasara, hagáis todo lo posible para liberarlos y protegerlos —le solicitó Bertram como si se tratara de una última voluntad.

—No va a ser cosa fácil, estando Niels de por medio. Pero cuenta con todo lo que esté en nuestras manos, Bertram —le aseveró ella dedicándole una mirada reconfortante.


   Bertram le agradeció el que hubiera accedido a su petición haciéndole un gesto de asentimiento con la cabeza.

—Estando aún en el aparcamiento subterráneo del Elíseo, creí por un segundo que tendría posibilidades de acabar con Niels —expuso Bertram tras unos instantes de silencio—. Lo vi tan vulnerable y malherido, que pensaba que sería capaz de hacerle frente. Pero me di cuenta de que el hecho de acabar con Rainath no me aseguraría el recuperar a mi mujer y mi hijo.

—Por muy eufórico que te encontraras y tan mal estuviera Rainath, me temo que no tenías muchas posibilidades contra él —admitió Erika sopesando la situación—. Hiciste bien en evitar la confrontación. Se trata de un vampiro muy antiguo, con una capacidad de recuperación y supervivencia mucho mayor que la nuestra. Además, te habría doblegado con sus poderes antes de que pudieras acercarte a él.

—Niels Rainath... ¿qué te he hecho yo para que me persigas de esta manera? —pronunció Bertram en sus pensamientos, intentando comprender todo lo que estaba ocurriendo en torno a él durante los últimos días.

—¡Cruzarte en mi camino! —escuchó la voz de Niels Rainath en su mente.


   Esa intervención pilló por sorpresa a Bertram. Rápidamente, giró la cabeza esperando encontrar a Niels en los asientos traseros del vehículo. Aunque no estaba desencaminado.

—¡Cuidado, Erika! —le advirtió al divisar un coche con las luces apagadas en el momento justo de embestirles a gran velocidad desde atrás.


   El inesperado impacto ocasionó que ambos vampiros se sacudieran en sus asientos y que el taxi avanzara varios metros enganchado al coche que se había empotrado contra ellos. Erika reaccionó pisando a fondo el acelerador y, enseguida, el otro vehículo perdió velocidad con respecto a ellos. Bertram volvió a mirar hacia atrás a la vez que advertía a Erika sobre la presencia de Niels. Sin embargo, no fue capaz de verlo en el interior del vehículo, ya que éste encendió las luces, provocando que ambos quedaran deslumbrados.




—¡Esto es una pesadilla! ¡Nos ha seguido! —exclamó alarmada Erika mientras intentaba proteger sus ojos de la intensa luz que despedía el coche de sus persecutores—. ¡Ayúdame con el volante, Bertram!

—¿Qué vas a hacer? —le preguntó éste a la misma vez que obedecía, tomando también el control del coche con su mano derecha y permaneciendo atento al camino.

—No sé si funcionará...


   La frase de Erika quedó ensordecida debido al ruido de motor de un segundo vehículo que les dio alcance y se puso a la misma altura que ellos. Se trataba de un coche oscuro, a la vez que reluciente y lujoso. Los cristales estaban tintados, por lo que no alcanzaban a ver a sus ocupantes. Aunque, enseguida, una de las ventanillas traseras se deslizó rápidamente hacia abajo, dejando ver el rostro triunfante de Niels Rainath.


   Un escalofrío recorrió el cuerpo de Bertram y Erika, que veían frustrados sus planes de escapar; más aún, estando tan cerca del lugar que iba a ser su salvación. Todavía agarrado al volante, la cara de Bertram palideció aún más al observar cómo Niels extendía su brazo fuera del vehículo y les apuntaba con una pistola dorada y encastada con piedras brillantes.

—¡A cubierto, Erika! —gritó mientras se abalanzaba sobre ella para protegerla de los disparos.


   Todo empezó a suceder a cámara lenta ante sus ojos. Era capaz de ver cómo las balas rompían los cristales del taxi y los trozos de estos caían sobre sus cabezas; como si de una lluvia helada y punzante se tratara. Algunos de los proyectiles también impactaban contra el lateral del taxi, llegando a atravesar la carrocería y terminando en el habitáculo del vehículo.

—¡Aaaaaaagh! —exclamó de dolor Erika soltando momentáneamente el pedal de aceleración—. Me ha alcanzado una bala.

—Esto no es bueno... Hemos de salir de esta como sea —intentó animarle Bertram sin poder hacer nada más que mantener el coche recto—. Aunque lo tenemos crudo...


   El taxi pegó una sacudida al volver a impactarles el coche que tenían a su zaga. El volante del vehículo se agitaba, aunque entre los dos consiguieron mantenerlo en posición. A pesar del peligro y el descontrol de la situación, Bertram decidió asomar su cabeza para posicionar a su enemigo y ver si se acercaban a alguna curva. De milagro, pudo esquivar un proyectil que le pasó rozando la mejilla. Como acto reflejo, arrojó la guía de carreteras hacia el coche de Niels; la cual, salió volando entre ambos vehículos y quedó extraviada en el camino.


   La desesperación de Bertram produjo que Niels Rainath soltara una gran carcajada de satisfacción, mientras aún seguía apuntándole con el arma. Parecía querer demostrar quién mandaba ahí, por lo que se recreó disparando de nuevo cerca de la cabeza de Bertram, pero con una clara intención de no acertar.

—¿Qué habéis venido a hacer por estos lares? ¿Acaso creéis que os van a querer prestar ayuda aquí? —les interrogó Niels desde su coche—. ¡Qué mejor que volver a Stuttgart y aclarar nuestros asuntos pendientes allí!

—¡Garet! —exclamó Erika en voz baja al percatarse de algo.

—¡Intentaste matarnos! ¿No te parece una buena razón para huir de la ciudad? —le replicó airadamente Bertram mientras continuaba haciendo de conductor improvisado.


   De nuevo, Niels disparó otra bala que silbó al pasar cerca de la oreja de Bertram. Éste, sólo cerró los ojos, aunque manteniéndose desafiante frente a Niels.

—¡Insolente! Otro desplante más y la próxima bala irá directa a tu frente —le amenazó Niels, molesto por que éstos no mostraban intención de rendirse—. Aunque te mate, podré sacarle algo de utilidad a lo que quede de tu cadáver.


   Esto enfureció más si cabe a Bertram, quien aprovechaba esos segundos de aparente clemencia para corregir la trayectoria del taxi girando el volante que aún tenía agarrado.

—¡Malnacido! ¡Suelta esa pistola y resolvamos esto en igualdad de condiciones! —exclamó Bertram totalmente encolerizado.


   La sonrisa de Niels se tornó en una mueca de incomprensión, al observar cómo sus dedos dejaban escurrir su preciado revolver. Rápidamente, como si su mano izquierda tuviera vida propia, se lanzó a por la pistola, consiguiendo atraparla contra la puerta de su vehículo antes de que terminara de precipitarse al asfalto.

—Qué... ¿Qué has hecho? —aulló Niels con gran irritación, intentando recuperar la movilidad de su otra mano para terminar de rescatar el arma.


   Erika aprovechó para incorporarse y observar cómo Niels estaba ocupado en su propia lucha.

—No sé cómo has conseguido hacer eso, pero ahora me toca a mí —le avisó a Bertram de sus intenciones—. Encárgate del volante y no te asustes ante nada extraño que veas.


   Éste asintió sin quitarle la mirada a Niels, quien había conseguido agarrar la pistola con ambas manos y se disponía a apuntarles de nuevo con ella. El brazo derecho le temblaba, como si quisiera evitar que volviera a apretar el gatillo. Con el izquierdo, intentaba mantenerlo en posición. De repente, su coche se aproximó peligrosamente al lateral del taxi con intención de chocarles.

—¿Qué estás haciendo? ¡No quiero que mi coche reciba ni un rasguño! —le recriminó Niels a su conductor.

—Ah, ¿sí? Pues se va a llevar al menos un golpe de mi parte —contestó Bertram entre dientes, a la vez que giraba el volante hacia la izquierda para impactar con ellos.


   Al mismo tiempo, el chófer de Niels dio un volantazo hacia el lado opuesto, acompañado de un frenazo. Pero no pudo evitar a tiempo la colisión con el taxi, provocando que una buena parte del vehículo se saliera de la calzada y comenzara a arrancar las vallas de madera que protegían el camino.

—¡Muere! —gritó Niels metiendo sus brazos con la pistola en el vehículo y disparando hacia Bertram a bocajarro.


   Otra vez, volvió a percibir todo su alrededor con suma lentitud, lo que le permitió reaccionar y esquivar los dos primeros proyectiles a tiempo. Sin embargo, el ruido ensordecedor y ralentizado de la pistola impactó de lleno contra sus tímpanos, provocándole una repentina sensación de mareo y desorientación. Por el rabillo del ojo se percató de que iban a chocar contra la maquinaria de una obra que había señalizada unos metros más adelante en la carretera.


   A pesar de recordar lo que le había dicho Erika, quien se había vuelto a poner a cubierto, su primera reacción fue la de girar el volante para esquivar los armatostes a los que se dirigían. Pero su objetivo final era el de separar ambos coches, ya que parecía que Niels había dejado de hacer disparos de advertencia e iba en serio. Ese movimiento le salvó de recibir un proyectil que iba directo a su cabeza y que difícilmente hubiera podido esquivar. Aunque notó cómo otras dos balas atravesaban el asiento y se alojaban dolorosamente en su tórax. Su espalda se arqueó y sus brazos se estremecieron, abriendo sus dedos como si de ramas de árbol se tratasen.


   Por suerte o por desgracia, el coche que llevaban detrás, volvió a impactar con ellos provocando que se salieran de la carretera por el lado derecho. Retorcido de dolor y prácticamente inmóvil, observó cómo el vehículo de Niels también corría la misma suerte y se precipitaba por el otro lado del camino. Comenzó a notar cómo el taxi iba adquiriendo algo de velocidad, teniendo en cuenta que Erika ya no estaba pisando el acelerador.

—Erika... Erika... Nos hemos salido de la carretera —le avisó Bertram casi sin voz, antes de percatarse de que ella estaba inconsciente.


   Al igual que él, Erika también había recibido algún impacto de bala a través del asiento. Alcanzando de nuevo el volante, vio que estaban descendiendo por ladera boscosa. Intentó atravesar todos los arbustos posibles para intentar frenar el vehículo, pero debido a la pronunciada pendiente, no consiguió aminorar lo suficiente el avance descendente.


Siguiente



Ante una inminente colisión por ir cuesta abajo y sin poder pisar el freno, ¿qué decidirá hacer Bertram?
A) Empujar a Erika fuera del vehículo para que no reciba daño con un impacto.
B) Agarrar a Erika y salir ambos del coche en marcha.
C) Saltar fuera del taxi para evitar estar dentro al chocar.
D) Continuar girando el volante para esquivar los árboles.
E) Utilizar el freno de mano.

Deja un comentario indicando la opción elegida y, opcionalmente, detallando tu respuesta. Existe la posibilidad de que Bertram tenga tiempo de realizar una segunda acción, dependiendo del número de respuestas y de la acción previa.

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viernes, mayo 12, 2023

Bertram Kastner (16) - Interferencias

Bertram y Erika escapan de Stuttgart en un taxi robado, después de haber despistado a Niels y sus hombres. Ahora se dirigen al pueblo de Kreuzungblut, donde podrían recibir la ayuda de un aliado. Bertram aprovechará el rato de conducción para contarle a Erika sobre los sueños y visiones que ha tenido durante los últimos días.



Esta es la 16ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos. Y también en el hilo de Twitter y en la publicación correspondiente de Wattpad.




   Bertram redujo la velocidad del taxi mientras que Erika terminaba de acomodarse a su lado. Aprovechó para pensar por dónde podía empezar a explicarle de entre todo que su mente le había mostrado en sueños y visiones.

—Estos últimos días he experimentado una serie vivencias que en mayor o menor medida tenían algo de real —comenzó a contarle Bertram—. Cada vez que mordía a alguien y bebía su sangre, parecía como si consiguiera revivir alguno de los recuerdos de esa persona.

—¿Por eso te has ensañado con el ayudante de Niels? Estabas visualizando algo importante y querías continuar contemplándolo, ¿no es así? —le preguntó Erika, intentando comprender su actitud en el aparcamiento.

—Exacto. Ayer también me ocurrió con Alger —admitió al mismo tiempo que recordaba el momento en el que dejó incapacitado a su amigo—. ¡Un momento! ¡Alger! Hemos de volver. ¡No puedo dejarlo abandonado allí!


   El conductor se dirigió a Erika con una mirada suplicante, buscando el beneplácito de ésta ante su petición.

—Me temo que no es buena idea que regresemos a la ciudad. Tuve en cuenta a tu amigo ante un eventual plan de fuga; Nadin era la encargada de ayudarle a escapar —le informó Erika para intentar calmar sus ansias de volver a la boca del lobo—. Había muchas probabilidades de que, en cuanto los hombres de Niels Rainath ataran cabos y supieran de la existencia de Alger, fueran a por él. Confío en que hayan podido salir de la zona médica del Elíseo, aprovechando todo el revuelo que hemos montado. Ahora, sólo queda esperar a que también hayan decidido abandonar Stuttgart en busca de ayuda tal y como le sugerí.


   Aún se sentía culpable de haber involucrado a Alger en esta situación. No podía evitar pensar en el momento en que fue consciente de estar mordiendo el cuello de su amigo y de haber bebido gran parte de su sangre.

—Alger, huid lo más lejos que podáis, por favor. Ojalá encontréis a alguien que os pueda ayudar mucho más de lo que no os he podido ayudar yo —pronunció mentalmente Bertram, como si su amigo fuera capaz de escucharle—. La ciudad no es segura con Nails Rainath. Ahora mismo está muy enfadado y vosotros sois uno de sus objetivos. Salid de ahí y cuidaos mucho.


   Mientras tanto, Erika se puso a rebuscar en la guantera del vehículo. Encontró una guía de carreteras que comenzó a hojear, hasta dar con la página de la región donde se encontraban.

—Toma el desvío que aparece en ese cartel para ir a Kreuzungblut —le señaló ella tras apoyarse en la información que aparecía en el mapa—. Seguramente, el vampiro que habita en ese pueblo pueda ayudarnos a localizar a Nadin y a tu amigo.

—¿Será alguien de fiar? —cuestionó Bertram al recordar que los vampiros de Stuttgart debían jugar lealtad a Niels, tras su golpe de autoridad—. Es posible que también haya decidido cambiarse de bando y seguir las órdenes de Rainath.

—Lo dudo mucho —se mofó Erika, como si Bertram hubiera dicho una barbaridad—. Hace un tiempo, intentó asesinar a Niels y por ello está cumpliendo condena encerrado en ese lugar. No creo que le tenga demasiado afecto.

—¿Está en una prisión? ¿Y de qué nos va a servir si está entre rejas? —volvió a preguntar él, poniendo en duda el que hacer esa visita fuera una buena opción.


   Erika se quedó pensativa, intentando recordar lo que le habían comentado sobre ese lugar.

—No es una cárcel como tal. Se podría decir que está bajo arresto domiciliario —comenzó a explicar Erika—. Desconozco todos los detalles, pero existe una especie de barrera alrededor de Kreuzungblut que le impide salir, a la vez que tampoco permite el libre acceso a otros vampiros como nosotros.

—Vaya, ¿y tendremos que pedir permiso a las autoridades vampíricas del lugar para poder pasar? —contestó con cierta sorna Bertram—. Creo que no llevo encima el carnet de vampiro ni el pasaporte.

—Por suerte para nosotros, es él quien toma la decisión sobre qué forasteros pueden acceder o no —le aclaró Erika—. Así que es muy importante que le causemos una buena impresión y seamos lo más convincentes posible para que nos permita refugiarnos allí.

—Los vampiros sois muy curiosos. Tenéis de todo: habilidades sobrehumanas, luchas de poder, barreras mágicas, revelaciones oníricas... —enumeró Bertram en un tono fantasioso—. Esto me daría para hacer varios artículos muy interesantes.

—Por si no lo recuerdas, ahora tú también eres uno de los nuestros. Sería tirar piedras contra tu propio tejado —le respondió Erika con una sonrisa de complicidad, a la vez que le seguía el juego—. ¿Acaso eres un periodista de investigación?

—Sí. Por eso ha sido una lástima el no haberos descubierto antes de que me convirtieran también en uno de vosotros —se lamentó Bertram, quedando algo absorto en sus pensamientos.

—Quién sabe... Quizás estabas cerca de encontrarte con alguna evidencia de nuestra sociedad vampírica y te convirtieron para que no te fueras de la lengua —le espetó Erika sin medir la dimensión de realidad que sus palabras podían tener.


   Conforme terminó de pronunciar su última frase, Erika cayó en la cuenta de que no era nada descabellado lo que le acababa de decir.

—¿A quién le estabas siguiendo la pista, Bertram Kastner? —se preguntó ella a sí misma mientras observaba al vampiro que tenía a su lado—. Simplemente, podrían haberte matado para quitarte de en medio...



   Durante unos momentos en los que ninguno de los dos vampiros medió palabra alguna, un extraño silencio se apoderó del interior del vehículo. Erika comenzó a inquietarse al plantearse la posibilidad de que Bertram fuera capaz de estar leyendo sus pensamientos, provocando en él esa actitud de mutismo y cautela hacia ella. Seguidamente, le surgieron nuevos temores; como el que no fuera el vampiro novato que decía ser, sino alguien más peligroso para ella y sus camaradas. ¿Sería realmente un infiltrado de Niels Rainath? ¿Estaría haciendo bien en llevarlo a Kreuzungblut? ¿Y si todo fuera una estratagema para poder entrar allí y asesinar al vampiro que vivía en ese lugar?


   Sin embargo, antes de intentar confirmar sus sospechas, su preocupación se desvió hacia lo que veía a través del cristal del vehículo.

—Bertram... —le reclamó con una voz un tanto dubitativa y asustada.


   Aunque éste permanecía impasible, ignorando la llamada de Erika.

—¡Bertram! ¿¡Qué haces!? ¡Nos vamos a salir de la carretera! —gritó al ver que estaban invadiendo el carril contrario.


   A pesar de los llamamientos para que reaccionara, éste seguía sin escucharla. Erika se percató de que su cuerpo no se había movido ni un ápice en todo el tiempo que había permanecido callado. Ante eso, se abalanzó sobre el volante y lo giró hacia ella para evitar chocar con las vallas de madera que delimitaban el camino. Ese movimiento provocó que Bertram despertara de su trance, haciendo que el coche diera varios bandazos antes de conseguir frenarlo.

—¿¡Qué pasa contigo!? —le inquirió Erika bastante sobresaltada, después de haber estado a punto de tener un accidente.

—Lo... lo siento. Mi mente se ha quedado en blanco —se excusó Bertram totalmente apurado al ser consciente del peligro que habían corrido, notando como su mente había sufrido una laguna temporal—. No sé qué me ha pasado.

—¿Me lo estás diciendo en serio? —le cuestionó Erika, aún irritada y sin dejar de observarle.


   Utilizando sus habilidades sobrenaturales, pudo ver alrededor de él un aura blanca con varias trazas anaranjadas que se agitaban a un ritmo muy acelerado, pero con cierto compás. En parte, el ver esa tonalidad de luz que envolvía al vampiro le transmitió algo de tranquilidad, al significar para ella que Bertram no era una amenaza tal y como se había estado planteando unos instantes atrás. Aunque, por otro lado, comenzó a preocuparle el hecho de que hubiera algo afectando a la mente de su acompañante.

—Creo que ayer le ocurrió algo parecido antes de ir a pedir las copas de sangre. ¿Habrá alguien provocándole estos problemas? ¿O será por algo que hemos dicho? —se planteó Erika, intentando recordar la conversación del día anterior.


   Por su parte, Bertram respiró hondo, como si aún necesitara de aire para vivir, y se dispuso a arrancar de nuevo el coche.

—Creo que estaba pensando en alguna de esas visiones que te comenté —le reveló a Erika, intentando buscarle una explicación a su comportamiento—. Pero mejor te las cuento cuando lleguemos a nuestro destino para no distraerme más.

—Espera un minuto. ¿Estás seguro de que no te volverá a ocurrir? —le preguntó ella con plena desconfianza—. Puede que haya alguien que esté interfiriéndote, por lo que no es seguro para los dos que sigas conduciendo.

—No te preocupes, me centraré en la carretera y procuraré ir más despacio para poder reaccionar a tiempo ante el más mínimo síntoma que vuelva a experimentar —le trató de convencer Bertram.

—Insisto, estamos en una zona boscosa con grandes pendientes a ambos lados de la carretera —le recordó Erika con tal de hacerle ver el gran riesgo que corrían—. Déjame conducir a mí. Además, tienes que contarme lo antes posible esas visiones que has tenido, por lo que pudiera pasar.


Siguiente


De nuevo, Bertram tiene que tomar una decisión ante lo que le plantea Erika. ¿Le cederá el volante del taxi a ella?

A) No, aunque aprovechará que aún están detenidos para contarle la visión que tuvo sobre su casa y su familia.
B) No, comenzará a acelerar, aunque le contará la visión de su familia mientras él conduce.
C) Sí, se bajará del coche para poder intercambiar los puestos y, una vez en marcha, contarle la visión a Erika.
D) Sí, aunque aprovechará para contarle la visión a Erika mientras están fuera del taxi.
E) Propone hacer el resto del camino andando y poder hablar tranquilamente.

Puedes elegir una sola opción dejando un comentario, añadiendo alguna explicación si quieres detallar tu respuesta.
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domingo, enero 14, 2018

Bertram Kastner (15) - La carrera más tensa

Tras una fugaz visión sobre el destino de su familia, Bertram y Erika consiguen salir del parking subterráneo y llegar hasta el exterior, donde localizan un taxi. No disponen de mucho tiempo, ya que, en breve, Niels Rainath les dará caza.


Esta es la 15ª página del relato interactivo de Bertram Kastner, basado en el juego Vampiro La Mascarada. Puedes participar en los comentarios decidiendo sus siguientes pasos.


   Con la intención de abandonar las inmediaciones lo antes posible, Erika le indicó al taxista a dónde debían dirigirse sin esperar a que su compañero terminara de acceder.

—A la estación de tren, por favor.


   Bertram se apresuró en entrar al taxi, manteniendo vigilada la salida del aparcamiento y dando por hecho que Niels aparecería en cualquier momento. Por su parte, el conductor observaba tranquilamente por el espejo retrovisor cómo Bertram subía al vehículo antes de reanudar la marcha.

—¡Acelere! —exclamó éste al taxista en el momento que vio a Niels saliendo del parking junto a uno de sus matones.


   Sin gran dilación, el conductor puso ágilmente la marcha y pisó el acelerador a fondo, aún con la puerta de Bertram abierta. El ruido que provocó el coche llamó la atención de Niels, quien señaló hacia el vehículo que se alejaba a toda velocidad. Tanto él como su ayudante comenzaron a perseguir el taxi, aunque, debido a sus numerosas heridas, Niels no era capaz de avanzar demasiado. Sin embargo, su lacayo adquirió una velocidad superior a la del vehículo, lo que provocó que comenzara ganarles terreno.


   Ante aquella situación, Erika y Bertram eran conscientes de que iban a ser alcanzados en cuestión de segundos.

—¡Vaya más rápido! —ordenó Bertram al taxista mientras observaba cómo su persecutor realizaba un salto sobrehumano.


   Por los pelos, había conseguido esquivar un coche que estuvo a punto de atropellarlo. Mientras que no le quitaba la vista de encima, Bertram dedujo que debía tratarse de otro vampiro, por el gran esfuerzo físico que estaba realizando sin desgastarse ni un ápice. Pero algo más llamó su atención: el vehículo que casi les ayuda a deshacerse del matón que les perseguía.

—¿Has... has visto ese coche? —preguntó un Bertram incrédulo a Erika al ver que el vehículo se había desvanecido como si de un fantasma se tratara.






   Pero Erika, absorta en el cazador que cada vez estaba más cerca de ellos, ignoró la pregunta de Bertram. Sólo les separaban diez metros, por lo que el momento del alcance era inminente.

—Gire a la derecha —le pidió Erika al taxista.

—Pero, por ahí no se va a la estación —respondió éste poniendo en duda la indicación de Erika.

—¡Gire a la derecha de una vez! —insistió Bertram de forma tajante.


   Sin volver a dudar, el taxista dio un volantazo hacia la derecha en cuanto llegó al siguiente cruce. Agarrados al asiento para no volcar, los vampiros observaron cómo su persecutor continuaba recto en vez de girar también a la derecha. Bertram fue consciente de que, de alguna forma, Erika estaba influyendo en la percepción del vampiro que les perseguía. Y parecía que había conseguido engañarlo.

—Vuelva a girar a la derecha —le indicó de nuevo Erika mientras miraba a todos lados a través de las ventanas.


   El taxista giró en la siguiente calle, tal y como Erika le había dicho. Sin embargo, las formas tan bruscas con las que se habían dirigido a él habían acabado con su paciencia.

—Ya está bien. Me pidieron ir hacia la estación, pero, con estas indicaciones tan repentinas y caprichosas, nos alejamos de su destino —renegó el taxista, disminuyendo la velocidad del vehículo—. Además, me están obligando a realizar maniobras arriesgadas con estas órdenes. Por lo que he de pedirles que se bajen de mi taxi ahora mismo. No les cobraré la carrera con tal de que se vayan.

—Pero... hemos de continuar. Nos persiguen —le comentó Erika al taxista mientras el coche se detenía.

—No quiero problemas, abandonen mi taxi inmediatamente —les inquirió el conductor.

—No, bájese usted del taxi —le respondió Bertram como si de una orden se tratara, mientras salía del vehículo.


   Bertram se paseó hacia la puerta del conductor, mientras que el taxista también se apeaba del coche.

—Es... este es mi taxi —balbuceó el hombre totalmente desconcertado ante lo que estaba haciendo.

—Deme las llaves —le ordenó Bertram extendiendo la mano delante del taxista.

—Mis llaves... —pronunció el conductor mientras que se las entregaba a Bertram—. Mi coche.

—Muy bien, ahora, váyase andando hasta el parque y siéntese en un banco —concluyó Bertram, provocando que el taxista comenzara a alejarse a pie, aún dudando de lo que estaba haciendo.


   Rápidamente, Bertram entró en el vehículo y reanudó la marcha mientras Erika observaba cómo el taxista deambulaba en dirección contraria a ellos.

—Robar un taxi no es lo mejor que podíamos hacer, pero qué remedio. Intenta ir hacia la izquierda para no volvernos a acercar a la zona del Elíseo —sugirió Erika rastreando los alrededores con la mirada—. Niels debe estar cerca y no me apetece encontrármelo.

—A mí tampoco me parece bien lo que le he hecho a este pobre hombre, pero todo sea por no volver a encontrarnos con ese psicópata. Así que no dudes en usar tus trucos de magia si lo ves aparecer o a alguno de sus hombres —le explicó Bertram.

—No son trucos de magia... —aclaró Erika algo indignada—. Bueno, da igual.


   Tras varios minutos de tensión durante los cuales iban oteando los alrededores y prestando atención a cualquier amenaza que pudiera surgir en el camino, consiguieron llegar hasta las afueras de Stuttgart sin encontrarse con más obstáculos que el propio tráfico.

—Parece que hemos tenido suerte —dijo Bertram aliviado por ver la salida de la ciudad—. Y ahora, ¿a dónde nos dirigimos?

—Hacia el oeste, al pueblo de Kreuzungblut. Está a unos treinta minutos —le contestó Erika—. Espero que ahí podamos estar a salvo de los tentáculos de Niels.

—¿Quién nos espera allí? —preguntó Bertram.

—Un amigo de nuestro líder Roderick que... —comenzó a explicar Erika.

—¿Roderick? ¡Roderick Sevald! —le interrumpió Bertram—. ¡Intentó contactar conmigo en sueños! Necesito contarte las cosas que he visto, ya que tú podrías interpretarlas.


   Erika abrió los ojos como platos ante la posibilidad de que Roderick le hubiera hecho alguna revelación importante a Bertram. Podía ser una buena ocasión de conocer qué era lo que estaba sacudiendo a la sociedad vampírica de la ciudad y más allá de ésta.

—De acuerdo. Empieza a contarme tus visiones —le respondió Erika, a la vez que accedía al asiento del copiloto desde la parte trasera del coche.



Siguiente



Durante estos días, Bertram ha tenido multitud de visiones. ¿Cuáles decidirá contarle a Erika primero? Puedes elegir un máximo de dos opciones. El orden en que las elijas es importante, así que en caso de elegir más de una, pon primero tu opción preferida.

A) Visión del lobo y las ovejas en la estación de Stuttgart (capítulo 2)

B) Visión de la conversación por teléfono entre Alger y Gretchen, al beber sangre de Alger (capítulo 4)

C) Sueño familiar donde Roderick Sevald quería hablar con Bertram (capítulo 9)

D) Visión de la conversación entre Niels y Volker, cuando Niels le bebió la sangre en el coche de Erika (capítulo 12)

E) Visiones sobre su casa ardiendo, al beber la sangre de uno de los matones de Niels (capítulos 13 y 14)



Además, en función del número de comentarios (entre blog y foro), ocurrirá:

Menos de 4 comentarios: Bertram y Erika no se darán cuenta de nada

Entre 4 y 6 comentarios: Notarán algo extraño

Entre 6 y 10 comentarios: Se darán cuenta de algo

Más de 10 comentarios: Se darán cuenta de algo a tiempo de solucionarlo



Deja un comentario indicando las opciones elegidas. Adicionalmente, puedes dar más detalles sobre la elección en tu comentario.

Puedes dejar un segundo voto en la entrada correspondiente del Foro Rol de Vampiro.

Bertram Kastner (26) - Vulnerable

Esta es la continuación directa del capítulo Bertram Kastner - 25. Bertram había caído inconsciente al oír hablar de su investigación y su v...